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Cuatro modelos de la formación teológica

Introducción

Cuando se habla de la formación teológica, normalmente se habla del lado práctico: el coste, la doctrina, presencial vs. online, etc. Estas conversaciones tienen mucho valor y vale mucho la pena tenerlas. Sin embargo, se suele pasar por alto otro aspecto igual de importante: el lado teórico. Es decir, qué tipo de alumno se busca, qué tipo de graduado se quiere producir, el enfoque de la formación, etc. Este artículo se centra en el segundo aspecto, y me gustaría usar cuatro modelos —o tipos— de la formación teológica que se han empleado en diferentes etapas de la historia cristiana para formar a los pastores, maestros y teólogos de la Iglesia. Gente como Richard Niebuhr y Avery Dulles, han empleado con éxito modelos para analizar temas como la relación entre la iglesia y la sociedad, la inspiración y la naturaleza de la iglesia; y como ha demostrado Arthur Holder, se pueden emplear para analizar la formación teológica también.[1] Es importante recordar que los modelos no son reconstrucciones históricas totalmente fiables, sino que funcionan como herramientas heurísticas para provocar la reflexión y estimular el diálogo.
 
Básicamente, la formación teológica se puede representar con un eje con dos líneas que representan dos enfoques: la línea vertical representa el enfoque individual y la línea horizontal representa el enfoque comunitario. Además, cada línea tiene dos polos que representan los extremos de cada enfoque: la línea vertical (el enfoque individual) tiene los polos de lo académico y lo espiritual, y la línea horizontal (el enfoque comunitario) tiene los polos de lo vocacional y lo misional. Se puede representar los cuatro modelos de la formación teológica con el siguiente gráfico:
 
 
 
 
Con este gráfico en mente, me gustaría dar unas pinceladas de las características de cada modelo: las palabras claves, el maestro ideal, el alumno ideal, el espacio ideal para aprender, el enfoque de la formación y los personajes representativos.
 
1. El modelo académico
 

El modelo académico se centra en la vida intelectual. Las palabras claves son: la verdad, el razonamiento crítico y la lógica. El maestro ideal es un profesor erudito que tiene un conocimiento exhaustivo de la materia y que ha leído y escrito extensivamente. El alumno ideal es alguien deseoso por aumentar su conocimiento y que se puede describir como listo o dotado. El espacio ideal para aprender es el aula, donde el maestro puede exponer la materia de manera lógica y sistemática. El enfoque de la formación es el entendimiento, la verdad y la doctrina y filosofía cristiana. Los personajes representativos de este modelo son: Justino Mártir, Clemente de Alejandría, Orígenes, la tradición escolástica medieval y muchos seminarios protestantes a partir de la Iluminación hasta hace relativamente poco.

 
2. El modelo espiritual
 

El modelo espiritual —o monástico— se centra en la vida espiritual. Las palabras claves son: la purgación de las pasiones y la libertad de la tentación y del auto engaño. El maestro ideal es un guía espiritual de la vida espiritual interior, que ha conquistado sus propias pasiones carnales. El alumno ideal es alguien deseoso de la salvación personal de la tentación y de las fuerzas demoníacas. El espacio ideal para aprender es un cuarto, una cueva o cualquier otro sitio donde uno puede aislarse completamente de los demás. El enfoque de la formación es la oración, el ayuno, el ascetismo y la meditación en la vida de Cristo. Los personajes representativos de este modelo son: Antonio el monje, Jerónimo, las órdenes religiosas católicas (especialmente los franciscanos) y movimientos con tendencias hasta el misticismo.

 

3. El modelo vocacional

El modelo vocacional se centra en la vida interior de la iglesia, es decir, la vida comunitaria de una iglesia local. Las palabras claves son: el amor, la comunidad y la vida eclesiástica. El maestro ideal es un pastor con mucha experiencia que puede preparar a los demás para el ministerio semanal en una iglesia local. El alumno ideal es alguien deseoso de servir fielmente como pastor en una iglesia. El espacio ideal para aprender es un monasterio comunitario o una residencia cristiana. El enfoque de la formación es el amor mutuo y la edificación dentro del contexto de la iglesia local. Los personajes representativos de este modelo son: Juan Crisóstomo, Agustín, Dietrich Bonhoeffer y algunos seminarios modernos que tienen residencias.
 
 

4. El modelo misional

El modelo misional se centra en la vida exterior de la iglesia, es decir, cómo ser luz y sal en el mundo. Las palabras claves son: la misión, el evangelismo y el cambio social. El maestro ideal es un evangelista, ya sea un misionero, un evangelista personal o un activista social. El alumno ideal es alguien deseoso de interactuar con la cultura, para empezar una iglesia u organización cristiana y/o para efectuar el cambio en la sociedad. El espacio ideal para aprender es estar rodeado por no cristianos, como en una ciudad o un pueblo con poca o ninguna presencia cristiana. El enfoque de la formación es ser luz en un mundo oscuro y ser enviado por Jesús en el poder del Espíritu. Los personajes representativos de este modelo son: la misión de Gregorio Magno a Inglaterra y el enfoque moderno de muchos seminarios (especialmente en los EE. UU.).
 
Conclusión
 

Es importante resaltar el hecho de que ningún modelo es mejor o peor que los demás. La Iglesia ha empleado varios modelos a lo largo de su historia, y cada uno ha experimentado su auge en distintas épocas y en distintas partes del mundo. Lo importante para los interesados en la formación teológica es reflexionar sobre los cuatro modelos, y emplear el mejor modelo —o más bien, una mezcla de los mejores modelos— para su contexto.

 

[1] Richard Niebuhr, Cristo y la cultura (Barcelona: Ediciones Península, 1968); Avery Dulles, Modelos de la Iglesia (Santander: Sal Terrae, 1975); idem, Models of Revelation (Doubleday, 1992); Arthur Holder, “Making True Disciples: Models of Theological Education from the Early Church,” The St. Luke’s Journal of Theology 34 no 3 (1991): 17-32. Estoy muy endeudado a Holder para las ideas principales expuestas en este artículo.

Me gustaría agradecer a Protestante Digital por el permiso de publicar el gráfico.

 
 
 

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    ¿Qué significa la etiqueta «reformado»?

    La confusión sobre la etiqueta «reformado»

    Muchas veces se oye a gente diciendo «soy reformado» o «tal iglesia no es reformada» o «somos un grupo de amigos reformados». En mi experiencia en el mundo de habla española, esta etiqueta se usa en contextos muy diversos y muchas veces de forma equivocada. Normalmente se usa la etiqueta para evocar uno de las siguientes cinco concepciones: (1) que tal persona o iglesia cree en las cinco «solas» de la Reforma; (2) que tal persona o iglesia prefiere la predicación expositiva a diferencia de la predicación temática; (3) que tal persona o iglesia afirma cierta postura salvífica (es decir, los cinco puntos del calvinismo); (4) que tal persona o iglesia afirma cierta postura sobre la música y/o el Espíritu Santo (es decir, una postura conservadora); (5) que tal persona o iglesia afirma cierta postura escatológica (es decir, el amileniarismo). Sin embargo, ningunas de estas concepciones capta la verdadera profundidad y anchura de la etiqueta «reformado» y algunas reflejan un entendimiento totalmente equivocado. Creo que la mejor etiqueta para estas cinco concepciones sería «conservador» que «reformado».
     
    Lo que quiero hacer en este breve artículo es resumir el sistema doctrinal reformado de tal forma que los lectores entiendan fácilmente el verdadero significado de esta etiqueta como se ha entendido históricamente y como se usa hoy día en otras partes del mundo. Para tal fin, reproduzco a continuación un resumen de la segunda parte del libro de Jan Rohls titulado La teología de las confesiones reformadas (escrito originalmente en alemán: Theologie reformierter Bekenntnisschriften: von Zürich bis Barmen; traducido al inglés: Reformed Confessions: Theology from Zurich to Barmen). Su libro tiene algunas fallas, pero la segunda parte en la que ha recopilado y resumido la doctrina reformada de más de 30 confesiones reformadas escritas entre los años 1523-1675 es admirable. Los siguientes 16 puntos corresponden a los 16 apartados en que Rohls ha dividido la doctrina reformada. Al final del artículo, añadiré algunas observaciones e incluiré algunos consejos para el mundo de habla española.
     
     
    La teología reformada: un esquema
    1. De la revelación, la Palabra de Dios y el rol de la tradición eclesiástica: existe una revelación doble, es decir, la naturaleza y la Escritura; la tradición eclesiástica está sujeta a la Escritura; generalmente se aceptan los credos niceno, apostólico y de Atanasia; la Escritura testifica de su propia inspiración y es su mejor intérprete.

    2. De la deidad y la trinidad: los diversos atributos de Dios fluyen de la simplicidad (y espiritualidad) del ser de Dios; es mejor empezar con la simplicidad del ser de Dios (es decir, la unidad) y luego proceder a la Trinidad (es decir, la tri-unidad); se incluye la cláusula latina «filioque» (es decir, «y el Hijo») en la que se afirma que el Espíritu Santo procede tanto del Padre como del Hijo (a diferencia de la Iglesia ortodoxa).

    3. De la creación y la providencia: la creación del universo fue ex nihilo; la creación implica su preservación; Dios ordena todas las cosas según su voluntad, lo cual da gran consolación a los creyentes; aunque Dios es soberano, se rechaza el fatalismo (se hace por distinguir entre causas primarias y secundarias); Dios obra lo bueno pero permite lo malo.

    4. De los seres humanos y el pecado: existe un dualismo en los humanos con la prioridad dada al espíritu; se pone énfasis en la razón, la cual nos distingue de las otras criaturas; existe un pacto de obras y Adán tenía libre albedrío como para obedecer a Dios o no obedecerle; la depravación es una inclinación a pecar, es decir, a no querer amar a Dios y al prójimo; el amor propio (concupiscencia) es el pecado fundamental (corrupción original) de la naturaleza humana; existe debate sobre si el pecado original es un pecado en sí mismo o es sólo el quebrantar la ley.

    5. Del pacto de la gracia y la reconciliación: hay unidad entre el Antiguo y Nuevo Testamento a través del pacto de la gracia; Dios reconcilia al mundo consigo mismo a través del Dios-hombre; la obediencia activa de Cristo es necesaria porque Cristo ha cumplido el pacto de obras; Cristo es a la vez el cumplimiento de Profeta, Sacerdote y Rey.

    6. De la cristología y la llamada «extra calvinística»: se defiende la postura calcedónica sobre la encarnación y se defienden las dos naturalezas de Cristo; se afirma la comunicación de la naturaleza humana a la divina pero se niega la comunicación de la naturaleza divina a la humana.

    7. De la justificación y la fe: la justificación es la imputación forense de los méritos de Cristo en la cuenta del creyente; el hombre no puede prepararse para recibir la justificación; la fe no es una obra sino que se concede de parte de Dios al creyente.

    8. De la santificación y la penitencia: se distingue entre la fe y las obras pero se afirma que no pueden separarse; las buenas obras no son propias de la justificación sino de la santificación; las buenas obras dan seguridad a los cristianos de que son justificados pero no son meritorias para ganarse la salvación; los sacerdotes no pueden perdonar los pecados a nivel jurídico; se niega la existencia del purgatorio.

    9. De la elección y la reprobación: se afirma la postura infra lapsariana (la predestinación es activa mientras que la reprobación es pasiva); la fe es un don de Dios; Cristo murió (de forma eficaz) por los elegidos; los elegidos pueden saber de su salvación y por tanto tener seguridad eterna.

    10. De la iglesia y sus marcas características: existe una diferencia entre la iglesia visible e invisible (existe debate sobre qué es la iglesia visible); las tres características de la verdadera iglesia son las siguientes: predicar el evangelio, administrar los sacramentos y mantener la disciplina eclesiástica (pureza de la iglesia).

    11. De la Palabra y los sacramentos: el Espíritu obra a través de la Palabra predicada pero existe debate sobre si tal obra se restringe a la Palabra o quizá fuera de ella (p. ej., los sacramentos); Dios usa los sacramentos para impartir gracia a aquellos que los reciben con fe; se rechaza la postura católica «ex opere operato»; los sacramentos van subordinados a la Palabra; los sacramentos son dos: el bautismo y la cena del Señor.

    12. La doble forma de la Palabra de Dios: la ley de Dios nos lleva a Cristo (evangelio); la ley es buena y el hombre es malo; se concibe a Cristo como «el fin de la ley» (Rom 10.4) como el fin de la maldición y de la condenación de la ley; se afirma el tercer uso de la ley, a saber, la ley como una guía positiva para el creyente, porque forma parte del pacto de la gracia, la cual expresa la voluntad de Dios; existe unidad sobre la centralidad de los diez mandamientos para la ética cristiana pero existe debate sobre la aplicación del cuarto mandamiento (el sábado).

    13. Del bautismo: tiene que ser realizado por un ministro ordenado; vale el bautismo católicorromano para los convertidos; existe debate sobre si el bautismo da testimonio de la gracia ya recibida o si es el medio por el cual se imparte dicha gracia; los bebés de padres cristianos deben ser bautizados; el bautismo no es necesario para la salvación; no se repite.

    14. De la cena del Señor: se rechaza la postura católicarromana– Cristo no es sacrificado sino presentado; se rechaza la postura zuingliana de meramente «recordar» la muerte de Cristo; la verdadera presencia de la humanidad de Cristo se hace real a través del Espíritu Santo; comer y beber tienen que ser complementados con la fe.

    15. Del ministerio, la carga y los cargos: hay unidad acerca de que existen tres cargos diferentes en la iglesia, a saber, pastores, ancianos y diáconos, pero existe debate sobre el cargo del maestro; los pastores se encargan de la instrucción en la Palabra y los sacramentos; los maestros se encargan de la investigación, la enseñanza y la catequesis; los ancianos se encargan del ámbito espiritual y la disciplina eclesiástica (mantienen la pureza de la iglesia); los diáconos se encargan del cuidado de los pobres y los enfermos; el consejo de ancianos (compuesto por el pastor y los ancianos) es nombrado por la iglesia (y otros consejos de ancianos); las decisiones de los sínodos permanecen en vigor siempre y cuando sigan las Escrituras.

    16. De la iglesia y el estado: el gobierno es establecido por Dios y debe ser obedecido si promueve el bien común pero resistido si promueve el mal; se aprueba la «guerra justa»; el gobierno debe promover la fe cristiana (no solamente el bien común) y castigar a los herejes; el gobierno no tiene ninguna autoridad espiritual y la iglesia no tiene ninguna autoridad secular; el monarca es el que convoca los concilios eclesiásticos.

     
    Observaciones y consejos para el mundo de habla española
     

    Éste es el consenso general de la tradición reformada según más de 30 confesiones de entre los años 1523-1675. Tengo varias observaciones y consejos a raíz de este estudio, los cuales creo que ayudarán a la Iglesia de habla española a usar mejor la etiqueta «reformado». Primero las observaciones y luego los consejos.

    Primero, es importante notar la estructura del sistema doctrinal reformado. El orden reproducido arriba sigue el orden de muchas confesiones reformadas, las cuales siguen el desarrollo de la historia de la Biblia: comienzan con Dios y su creación, avanzan a considerar el pecado y sus consecuencias, siguen avanzando para hablar del remedio que Dios ha provisto para dicho pecado y terminan hablando de la vida del creyente en la iglesia y la sociedad. En resumen, todos los puntos de inflexión más importantes en la historia de la Biblia están incluidos en las confesiones reformadas (este orden no está sin razón: el protestantismo en general y la rama reformada en particular es una tradición paulina, y sobre todo es una tradición basada en las cartas de Romanos y Gálatas; con pocos cambios, el orden de las confesiones reformadas siguen el mismo orden de Romanos). El acierto de la estructura de las confesiones reformadas está en que han fusionado las teologías sistemática y bíblica. En este sentido, el sistema doctrinal reformado es mucho más amplio que las cinco «solas» de la Reforma o los cinco puntos del calvinismo aunque los incluye. Dicho de otra forma, alguien puede creer en las cinco «solas» de la Reforma y los cinco puntos del calvinismo y no ser «reformado», pero nadie puede ser «reformado» sin creer también en las cinco «solas» de la Reforma y los cinco puntos del calvinismo.
     
    Segundo, es importante considerar lo que no fue incluído en la tradición reformada. Por ejemplo, no fue incluída ninguna postura escatológica. De hecho, algunos lectores se sorprenderán al enterarse de que la postura escatológica mayoritaria en el siglo XVI era una variación del premileniarismo. Pero fuese lo que fuese la postura mayoritaria, la tradición reformada no lo incluyó en su sistema doctrinal (o porque nunca llegó a una conclusión sobre este tema o porque se decidió que no era lo suficientemente importante como para incluirla en sus confesiones). Por lo tanto, decir que la etiqueta «reformado» implica alguna postura escatológica es una equivocación.
     
    Tercero, es interesante notar que el porcentaje de cristianos que se podrían identificar como «reformados» en el pleno sentido de la palabra es bastante pequeño. Para comenzar, las otras tres ramas de la Reforma, o sea, los anglicanos, los luteranos y los bautistas, son excluidas por varios motivos doctrinales: los anglicanos por su eclesiología (tienen obispos), los luteranos por su eclesiología (tienen obispos) y su postura sobre la cena del Señor (la presencia corporal de Cristo en el pan y vino) y los bautistas por su postura sobre el bautismo, su postura sobre la relación entre el Antiguo y Nuevo Testamento (re la relación entre el estado y la iglesia (una división clara y total). Además, dentro de la propia tradición reformada hay algunos que adoptan excepciones en varios puntos de la tradición; por ejemplo, hay cada vez menos «reformados» que guardan el domingo como lo guardaban los «reformados» de los siglos XVII-XX.
     
    Con estas observaciones en mente, me gustaría dar tres consejos al mundo de habla española relacionados con la etiqueta «reformado» y la tradición en general.
     
    Primero, debemos considerar más a fondo la profundidad y la riqueza de la tradición reformada. La verdad es que en la tradición reformada tenemos un tesoro de reflexión teológica madura que nos está esperando para ser descubierto. Algunos de los mejores teólogos que la Iglesia ha producido desde la Reforma han sido atraídos a la tradición reformada, y se nota. La tradición reformada según el esquema dado arriba dio un paso gigantesco en articular la doctrina cristiana porque a distinción de los credos de los primeros siglos que trataron con temas puntuales (aunque de valor incalculable y perdurable) las confesiones reformadas trataron con todo el mensaje de la Biblia y dieron a sus lectores un marco dentro del cual se podía entender la doctrina cristiana en su totalidad.
     
    Segundo, cuando usamos la etiqueta «reformado» debemos matizar precisamente qué queremos decir con ella. He señalado arriba que son muy pocos los cristianos que se pueden identificar como «reformados» en el pleno sentido de la palabra pero no quería decir que la Iglesia ha abandonado por completo la tradición reformada. Al contrario, grandes porciones de la tradición han sido adoptadas por otras tradiciones de tal forma que es común hablar de «bautistas reformados», «carismáticos reformados», etc. Pero es precisamente aquí donde encontramos la dificultad con la etiqueta «reformado» porque al haber adoptado una porción del sistema doctrinal la gente cree que lo ha adoptado todo. Mi consejo, entonces, es que maticemos a qué parte de la tradición reformada nos estamos refiriendo cuando usamos la etiqueta. Por ejemplo, decir que tal persona o iglesia es «reformada en su soteriología» o «reformada en su eclesiología» es más útil para el diálogo entre los cristianos y más correcto desde una perspectiva histórica.
     

    Tercero, pese a todos los puntos fuertes que la tradición reformada tenga, creo que puede correr el riesgo de desplazar otras doctrinas igualmente importantes de tal forma que queda desequilibrada. El hecho de que algunos llamados «reformados» puedan decir que la elección y la reprobación forman la fuente de la cual fluye toda la doctrina cristiana y que muchas iglesias reformadas tengan mucha fama de ser frías y no evangelísticas dan fe de este peligro. No estoy diciendo que tal peligro es inherente al sistema sino que considerando su trayectoria desde la Reforma creo que es una tendencia marcada. Tener una tradición fundada sobre el pensamiento de las cartas paulinas (sobre todo las de Romanos y Gálatas) trae con ello tremendas bendiciones, pero también corre el riesgo de desplazar el testimonio de los otros autores igualmente inspirados por Dios. En un futuro artículo explicaré cuál es este peligro al que me refiero y daré unos consejos para evitarlo.

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      Confesión de fe de la Iglesia Cristiana Española, Madrid, 1872

      Breve introducción

      Se sabe muy poco de esta confesión de fe, y lo que viene a continuación, procede de lo que me ha comunicado el Rvdm Carlos López Lozano y de la introducción a la confesión que acompaña la fotocopia en la biblioteca del Seminario Teológico de Sevilla. Esta confesión de fe estuvo vigente en la Iglesia anglicana desde 1872 hasta 1880, cuando se modificó, y siguió en vigencia en la Iglesia Evangélica Española hasta 1895, cuando fue revisada.[1] Parece ser una traducción de una confesión de fe de la Iglesia de Escocia, quizá de la Iglesia Presbiteriana Libre, pero aun no se ha podido confirmar, y tampoco si alguna parte fue retocada. Solo existen algunas doce copias manuscritas de las personas que participaron en su composición, más algunas fotocopias.
       

      El texto reproducido a continuación procede de una copia de estas fotocopias hechas para celebrar el 125 aniversario de la Iglesia Evangélica Española. En cuanto al texto, aparece igual que en la fotocopia, con los siguientes tres pequeños cambios: 1) Se han actualizado y estandarizado el deletreo y la puntuación. 2) Se han añadido encabezamientos —que se encuentran entre corchetes— para facilitar la comprensión de la estructura de la confesión. 3) Se han insertado los números de los folios de la fotocopia —que también se encuentran entre corchetes en el texto principal— para facilitar referencias a la misma.

      En cuanto a la confesión en sí, su estructura y contenido demuestran que es una confesión de fe que tiene cabida en la tradición reformada. La estructura sigue generalmente el Credo apostólico —a veces con expresiones y lenguaje similares—, que era algo muy común entre las confesiones reformadas. El contenido también evidencia su carácter reformado: la división tripartita de la Ley, los dos oficios de la iglesia (y no tres), la presencia espiritual de Cristo en la cena del Señor, etc. Aunque tenga carácter reformado, la confesión es bastante amplia en su enfoque, permitiendo así que gente de distintas tradiciones protestantes pudiera firmarla.

      Curiosamente, la confesión no contiene citas bíblicas, ni alusiones claras a la misma, lo cual contrasta fuertemente con las numerosísimas citas bíblicas de la “Declaración, o confesión de fe” de Casiodoro de Reina de 1560/1577. La confesión fue firmada en Madrid el 15 de abril, 1872 por 25 hombres, entre los que estaban algunos de los más destacados de su época, como Juan Bautista Cabrera y Federico Fliedner, por ejemplo.
       
      [Portada]
       

      PROFESIÓN
      DE FE,
      de la Iglesia Cristiana Española

      MADRID.
      1872.

      [1]

      Confesión de Fe
      hecha por la asamblea de la Iglesia Cristiana Española[2]
      en Abril de 1872.

      I. [Las Escrituras]

                Las Santas Escrituras dadas por Dios al hombre, para que éste conozca cuanto le importa saber acerca de su propia salvación, son inspiradas por Dios en todas sus partes, y constituyen la única e infalible regla de fe y de moral._________________

                Las Santas Escrituras son ellas mismas su verdadero intérprete. ____________
       
                Admitimos como libros canónicos del Antiguo Testamento todos los que nos han sido trasmitidos por el pueblo judaico, único depositario en su tiempo de los oráculos de Dios, y son el Génesis, el Éxodo, el Levítico, los Números, el Deuteronomio, Josué, Jueces, Rut, I y II Samuel, I y II Reyes, I y II Crónicas, Esdras, Nehemías, Esther, Job, Salmos, Proverbios, Eclesiastés, Cantar de los Cantares, Isaías, Jeremías, Lamentaciones, Ezequiel, Daniel, Oseas, Joel, Amós, Abdías, Jonás, Miqueas, Nahúm, Habacuc, Sofonías, Ageo, Zacarías y Malaquías. __________________________
       

                Los libros canónicos del Nuevo Testamento son: Evangelios según Mateo, Marcos, Lucas y [2] Juan, Hechos de los Apóstoles, Epístola de Pablo a los Romanos, Iª y IIª a los Corintios, a los Gálatas, a los Efesios, a los Colosenses, a los Filipenses,[3] I y II a los Tesalonicenses, I y II a Timoteo, a Tito, a Filemón, Epístola a los Hebreos, Epístola de Santiago, Epístolas I y II de Pedro, Epístolas I, II y III de Juan, Epístola de Judas y Apocalipsis de Juan. _____________________________________________

                Los libros llamados apócrifos, no hallándose entre los Canónicos que nos han sido trasmitidos por el pueblo judaico, no tienen autoridad alguna en la Iglesia de Dios. ____________________________________________________________
       

       

      II. [El Dios Trino]

                Hay un Dios verdadero, vivo e infinito a quien adoramos: Padre, Hijo y Espíritu Santo, un solo Dios en tres personas, creador y conservador de cuanto existe. ____________________________________________________________
       
       
      III. [La creación]
       

                Plugó a Dios Todopoderoso llamar a la existencia lo que no era, y crear para su gloria las cosas visibles e invisibles en los Cielos y en la tierra. _________________

                Dios sustenta y gobierna al mundo por su Providencia, la cual se extiende a todas las criaturas y a todas las acciones de ellas. _____________________________
       
                Después que Dios hubo creado en pro- [3] gresion creciente todas las cosas, creó al hombre a su imagen conforme a su semejanza, en conocimiento, justicia y santidad de verdad, le dotó de libertad y le dio un mandamiento de cuyo cumplimiento o infracción dependía su felicidad o su desgracia._______________
       
       
      IV. [La caída]
       
                Seducidos por Satanás nuestros primeros padres, que vivían felices en la comunión de Dios, cayeron en el pecado y quedaron sujetos a la condenación con que Dios les había amenazado en caso de desobediencia. ______________________
       

                En Adam, representante y progenitor del linaje humano, quedó viciada la naturaleza humana, de modo que los hombres todos descendientes suyos y solidarios de su desobediencia, nacen inclinados al mal, incapaces de hacer lo que es espiritualmente bueno según Dios, impotentes para salvarse y merecedores por sus propios pecados de la muerte eterna. _________________________________

       
      V. [La promesa y el cumplimiento]
       

                Dios en su bondad, no queriendo que el género humano permaneciese en el estado de perdición a que quedó reducido por la primera desobediencia, determinó según el [4] consejo de su voluntad salvar a los pecadores, y a este fin hizo a Adam la promesa de un Redentor, promesa que fue amplificando por medio de los patriarcas y profetas. _____________________________________________________

                Cuando los tiempos fueron cumplidos, el Verbo eterno de Dios, que en el principio era ya con Dios y era Dios, se hizo carne, tomando forma de siervo hecho semejante a los hombres, y fue concebido, por la virtud del Espíritu de Dios, en el seno de una virgen llamada María. _________________________________________________
       

                En él se unieron indisolublemente las naturalezas divina y humana. _________

       
      VI. [La obra de Cristo]
       

                Segundo Adam, y representante del hombre, Jesucristo, aceptó voluntariamente el oficio de Redentor, y de grado se sujetó a la ley que cumplió en todas sus partes. __

                Su perfecta obediencia a la voluntad divina se extendió hasta su muerte expiatoria en la cruz para redimir al hombre de la esclavitud del pecado y reintegrarle en la gloria a que Dios le destinara primitivamente. ________________________
       
                Aunque personalmente sin pecado, fue hecho pecado por nosotros pecadores para [5] que fuésemos hechos justicia de Dios en él. _______________________


                Después de haber derramado su vida hasta la muerte como ofrenda y sacrificio hechos a Dios, fue sepultado, pero su cuerpo no sufrió la corrupción. ____________

                Al tercer día resucitó de entre los muertos, y con el mismo cuerpo que tanto había padecido subió a los cielos, y sentado a la diestra del Padre intercede por los suyos, al mismo tiempo que permanece en ellos por medio de su Santo Espíritu.___________
       


      VII. [La obra del Espíritu]

                El Espíritu Santo con que el Padre ungió al Hijo, es el que nos aplica para nuestra salvación la obra redentora de Cristo _________________________________
       

                El Espíritu Santo es el que nos une con Cristo por medio de la fe, habita en los creyentes, los liberta del imperio del pecado, les hace comprender las Escrituras, los consuela y los sella para el día de la Redención. __________________________


      VIII.
       

                Como nadie puede ver el reino de Dios si no naciere de nuevo, el Espíritu Santo ilumina el entendimiento, renueva la voluntad y dispone el corazón de los pecadores para que arrepentidos de sus culpas, se vuelvan hacia el Señor y confíen para siempre en [6] sus promesas. _____________________________________________

                De modo que el Espíritu Santo es el autor de ese cambio sobrenatural que la Santa Escritura llama conversión, regeneración, paso de la muerte a la vida. _______
       
       
      IX. [La justificación por fe]
       

                El pecador es justificado, no por sus propios méritos, sino únicamente por la gracia de Dios por medio de la fe en Cristo. _____________________________

       

      X. [La santificación]

                Aunque el creyente, así justificado, se halla libre de toda condenación, no se halla libre del combate que después de la conversión se establece entre el espíritu de vida en Cristo Jesús que recibe de Dios y su carne de pecado. Sin embargo, Dios le habilita por medio de su Santo Espíritu para el cumplimiento de los divinos preceptos, y para que se aproxime[4] más y más cada día a Él; en esto consiste la santificación sin la cual nadie verá al Señor. __________________________________________
       

                La santificación no es igual en todos los fieles, pues aumenta en grados diferentes por la virtud de Dios y la mayor o menor sumisión a la voluntad divina. ____
      [7]

      XI. [La preservación]

                Los que son verdaderamente justificados, y caminan en la santificación, no serán arrebatados de la mano de Cristo, pues son guardados por la potencia de Dios para alcanzar la herencia incorruptible que les está reservada en los cielos. ___________
       
       

      XII. [La fe]

                La fe, por cuyo medio somos justificados, adoptados por hijos y hechos partícipes de todos los privilegios que como a tales hijos nos competen, es un don de Dios, obra del Espíritu Santo en nuestros corazones; por ella recibimos a Cristo como se nos ofrece en el Evangelio, y confiamos en él para nuestra salvación. _______________
       
       
      XIII. [Las buenas obras]
       

                A la fe que justifica, siguen siempre las buenas obras, las cuales no son sino el cumplimiento de los preceptos divinos, y recibirán de Dios un eterno galardón, no porque sean meritorias, sino porque Dios ha prometido galardonarlas, y premia así su propia misericordia, puesto que él obra en nosotros tanto el querer como el ejecutar. _

                Mas no habrá galardón para las obras [8] hechas sin la fe, porque sin la fe no se puede agradar a Dios. ___________________________________________
       
       
      XIV. [La elección]
       

                Toda la obra de la salvación es un puro don de la misericordia de Dios que nos eligió, según su presciencia, para que disfrutáramos del beneficio de la sangre de Cristo, que purifica de todo pecado. __________________________________

                El pecador que desoye el mandamiento de Dios, es responsable de su propia incredulidad, porque el Señor no rechaza a ninguno de los que a él acuden para ser salvos. ______________________________________________________
       
       
      XV. [La Ley]
       

                Desde la creación de Adam existen leyes divinas que marcan los deberes del hombre para con Dios. Estas leyes, en el Antiguo Testamento se distinguieron en morales, ceremoniales y judiciales. Las ceremoniales y judiciales quedaron abrogadas bajo la dispensación del Evangelio. ___________________________________

                No sucede lo mismo con la ley moral que es la que se halla sumariamente contenida en el Decálogo. Ella sirve para hacernos conocer nuestros deberes y la necesidad de la obra redentora de Cristo. ______________________________
       

                [9] Sin embargo, no estamos bajo la ley considerada como alianza, sino únicamente como regla de vida. _____________________________________

       
      XVI. [La Iglesia]
       

                Los creyentes en Cristo, antes y después de su venida, constituyen la Iglesia de Dios. ________________________________________________________

                La Iglesia se divide en visible e invisible. Componen la invisible todos los recatados por Cristo, ya anden por la fe y en esperanza, ya anden por la vista y disfruten de las promesas de Dios. Esta es la Iglesia verdaderamente Católica, una, santa, y solo Dios conoce a todos los que son miembros de ella. _______________
       

                Estando todos estos unidos con Cristo por su Espíritu y por la fe tienen[5] comunión con Él, y unidos unos con otros por el vínculo del amor, realizan la verdadera comunión de los santos. __________________________________________

                La Iglesia visible se compone de todos los que profesan en este mundo la fe en Cristo juntamente con sus hijos; ella es la casa y familia de Dios sobre la tierra. La Iglesia visible existe bajo la forma de Iglesias particulares, las cuales son mas o menos puras según la pureza de las [10] doctrinas que enseñan y de la vida de sus miembros. Algunas degeneran tanto que dejan de ser Iglesias de Cristo, y se convierten en sinagogas de Satanás. ___________________________________________
       

                No hay más cabeza de la Iglesia, tanto visible como invisible, que Nuestro Señor Jesucristo. ____________________________________________________

       
      XVII. [El culto]
       

                La Iglesia visible debe tributar culto religioso a solo Dios, Padre, Hijo y Espíritu Santo, y no a los ángeles, santos ni a otra criatura alguna. ___________________

                Ha sido la voluntad de Dios consagrar un día de la semana para que en el los fieles se dediquen de un modo especial al ejercicio del culto público y privado, y se abstengan de toda obra que no sea de necesidad o de misericordia. Desde la resurrección de Cristo este día es el domingo. ____________________________
       
       
      XVIII. [Los cargos]
       

                Aunque la Santa Escritura enseña que todo cristiano es rey y sacerdote para Dios, ha sido, sin embargo, la voluntad del Señor instituir un ministerio compuesto de ancianos y diáconos, al cual [11] ha confiado la administración de su Iglesia. _______

       
      XIX. [Sacramentos]
       

                El Señor Jesucristo ha instituido en su Iglesia dos Sacramentos, a saber, el Bautismo y la Cena del Señor, en los cuales están representados, sellados y aplicados a los creyentes por medio de signos sensibles, tanto el mismo Cristo como los beneficios de la alianza de gracia. ____________________________________

                El beneficio que resulta de los Sacramentos no depende de virtud alguna que exista en los signos, ni de la piedad o intención del que los administra, sino de la bendición del Señor y de la fe de aquellos que los reciben. ___________________
       
                Hay en los Sacramentos una relación espiritual entre el signo y la cosa significada, por lo cual sucede que los nombres y efectos de la una se atribuyen al otro. ________________________________________________________
       
       
      XX. [El bautismo]
       

                Por el Sacramento del bautismo, mediante la aplicación de agua en el nombre del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo, el individuo a quien se bautiza es solemnemente admitido en la Iglesia visible. _____________________________

                Este Sacramento representa la purificación de nuestros pecados por la sangre [12] de Cristo, nuestra muerte al pecado y sella nuestra participación de todos los beneficios de la alianza de gracia. Por él significamos nuestra sumisión al Señor. ____

                Debe administrarse este Sacramento a los que actualmente profesan la fe en Cristo, y le prestan obediencia, y también a los niños, cuyos padres o uno de ellos, sean creyentes. ____________________________________________________
       
                No debe administrarse el bautismo a una persona más de una vez en la vida.___
       
       
      XXI. [La cena del Señor]
       

                Por el Sacramento de la Cena del Señor que se ha de observar en la Iglesia, se hace una memoria perpetua de la muerte de Cristo hasta que Él venga. __________

                La cena del Señor debe administrarse bajo las dos especies de pan y vino que representan el cuerpo y la sangre de Cristo. _____________________________
        

                Los que dignamente participan de la cena del Señor, reciben y se nutren de Cristo Crucificado y de los beneficios de su muerte, no carnal y corporalmente, sino espiritualmente y por la fe; reconocen además su obligación de dedicarse al [13] Señor, y de cumplir todos sus deberes para con Cristo. ______________________

                En la cena del Señor, Cristo no se ofrece al Padre, ni en ella se hace sacrificio alguno para remisión de los pecados, sea de vivos o de muertos. _______________
       

                Los ignorantes y los impíos no pueden participar de los elementos de la Santa Cena; los primeros porque ningún beneficio les resultaría; los segundos, porque pecan contra Cristo. __________________________________________________

       
      XXII. [El retorno de Cristo]
       

                El Cuerpo humano después de la muerte torna al polvo y ve corrupción; pero el alma, teniendo una existencia inmortal, vuelve a Dios que la creó. ______________

                Las almas de los justos son recibidas en el cielo, y las de los impíos son arrojadas en el infierno, esperando unas y otras la resurrección de los cuerpos. ____________
       

                Cuando Jesús vuelva en su gloria, los cuerpos de los justos saldrán a su vez de los sepulcros, y unidos con los que aún vivan en la tierra, volarán a su encuentro para nunca jamás separarse de Él. _______________________________________

                Fuera de estos dos lugares donde [14] moran las almas separadas de sus cuerpos, no reconoce otros la Escritura. ________________________________
       
       
      XXIII. [La eternidad]
       

                Vendrá después el día en el cual Dios juzgará al mundo con justicia por su hijo Jesucristo, para que cada cual reciba el premio conforme a sus obras. ___________

                Los justos irán a la vida eterna y heredarán la plenitud de gozo y bienaventuranza que existe en la presencia de Dios, para siempre. Mas los impíos que no conocen a Dios, ni obedecen al Evangelio de Jesucristo, serán castigados con la eterna separación de la presencia del Señor y de la gloria de su poder. _______________
       

                Como Cristo quiere que estemos persuadidos de que habrá un día de juicio para disuadir a todos los hombres del pecado y para consuelo de los creyentes; así también ha querido que este día sea ignorado de los hombres para que rechacen toda seguridad carnal y presunción y se hallen siempre vigilantes y dispuestos a decir, no sabiendo la hora en que vendrá su Señor: Ven, [15] Señor Jesús, ven pronto. Amen._

       
      Madrid 15 de Abril de 1872
       

      Los que firman se comprometen según su conciencia, a predicar la palabra de Dios tal como está contenida en los libros canónicos del Antiguo y Nuevo Testamento, y en conformidad con la precedente confesión de fe.[6]

       

      Antonio Carrasco                                     Juan B. Cabrera

       

      Pablo Sánchez Ruiz

       

      Federico Fliedner                                     Pastor Félix Moreno Astray

       

      Julián de Vargas                                       Antonio Sánchez

       

      John Jameson                                          José Hernández y Ortega

       

      William Moore                                          Ángel B. Gérman

       

      Pedro Castro                                             A. L. Empaylaz[7]

       

      Francisco Antony Marian García[8]        José Allsamea[9]

       

      José Ximéno Coro[10] Zaragoza            Juaquín Masa Souceruor[11]

       

      Manuel Plácido Hernández                    Francisco de A. Cabrera

       

      Guillermo H. Gulick                                  Hugh Waddell

       

      Enrique R. Duncan                                   Joseph Viliesid

       

      Luis A. Fernández                                     Manrique Alonso Lallave

       

      [1] Antes de esta confesión de fe de 1872, se escribió otra en 1869 de 35 capítulos que fue creada por el presidente Juan Bautista Cabrera y el Secretario Luis A. Fernández.
      [2] Se lee “Español” en la fotocopia, pero parece que se ha cortado la “a” por el escáner.
      [3] La frase “a los Colosenses, a los Filipenses” está subrayada.
      [4] La palabra “aproxime” es difícil de leer debido; podría ser “aprojime”.
      [5] Originalmente se leía “tenemos”, pero fue tachado.
      [6] Muchos de las firmas son difíciles de leer, y sus lecturas no siempre son claras. Las dificultades son indicadas en las notas a continuación. También, en la parte inferior del folio 15, hay una frase que ha sido tachada, y cuya lectura no se puede comprobar. Es una frase de seis palabras: las primeras cuatro parecen ser “aquí debe ponerse la” y la última parece ser “jornada”.
      [7] Parece que hay una letra o marca después del apellido, pero la lectura no es clara.
      [8] Apellido difícil de leer; parece que hay el número “73” después del apellido.
      [9] Apellido ilegible en parte.
      [10] Palabra o apellido ilegible.
      [11] Apellido ilegible en parte.

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        El cristianismo: las enseñanzas fundamentales. La declaración de fe unida de Turquía

        Introducción

        En 2015, sucedió algo muy notable. Representantes de las tradiciones ortodoxa, armenia, siríaca, católica romana y protestante —todos de Turquía— publicaron juntos una declaración de fe de unas 90 páginas que se llama El cristianismo: las enseñanzas fundamentales. Este documento fue publicado en Turquía, escrito en turco (traducido al inglés en 2017) y presentado al gobierno turco como una declaración de fe unida. Estas circunstancias particulares han marcado a la declaración en ciertas maneras. Sin embargo, pese a su sabor local, han logrado publicar un documento que pretende ser universal y duradero. En esta breve reseña de esta obra, me gustaría explicar lo que han incluido y no incluido en el documento, y luego evaluar el verdadero significado del documento.[1]
         
        Lo que fue incluido
         
        Para empezar, hay que reconocer que esta publicación es histórica. Se han reunido cinco tradiciones cristianas para producir una declaración de fe de unas 90 páginas, que toca todos los temas principales de la fe cristiana. Los trece capítulos son los siguientes:
         
        1. Una visión general del cristianismo

        2. La existencia y unidad de Dios

        3. La doctrina de la santa Trinidad

        4. La doctrina de salvación

        5. La ascensión de Jesucristo

        6. La segunda venida de Jesucristo

        7. La actividad del Espíritu Santo

        8. El lugar y la importancia de la Iglesia

        9. La resurrección de los muertos

        10. La santa Biblia

        11. Los fundamentos de la ética cristiana

        12. El cristianismo y la cultura

        13. Una llamada a la unidad: el ecumenismo

        Hacen falta unos comentarios sobre la estructura y el contenido del libro. Primero, la estructura del documento es importante. Los capítulos 2–9 siguen más o menos el esquema de los Credos apostólico y niceno(-constantinopolitano). Por tanto, estos credos antiguos demuestran otra vez su valor para todas las tradiciones cristianas. Segundo, los capítulos más largos (el doble de muchos otros) son los que hablan de la Trinidad y la salvación. Dicho hecho refleja el interés histórico de la teología cristiana en la persona y obra de Dios. Tercero, y como los títulos de los capítulos sugieren, la declaración abarca muchos temas, y lo hace a un nivel más que superficial. De nuevo, esto es un testimonio de cuánto tienen en común las distintas tradiciones cristianas, tanto en su fe como en su práctica.
         
        En cuanto al contenido de la declaración de fe misma, confieso alegremente que, aunque sea protestante (generalmente conservador), hay muy poco —quizá nada— con lo que discrepo. ¡Esto, de verdad, anima mucho!
         
        Lo que no fue incluido
         

        Sin embargo, muchas veces lo que no se dice es igual de ilustrativo que lo que sí, y así ocurre aquí. Los siguientes temas no fueron abarcados en la declaración de fe:

        1. El canon. Aunque no fuera mencionado el debate entre los protestantes y los católicos sobre los libros apócrifos, veo notable que ninguno de los libros apócrifos fueron citados.

        2. El gobierno eclesial. En el capítulo de la visión general, se hizo una referencia a los obispos, presbíteros y diáconos, pero no había más explicación respecto a dichos puestos y si los de obispo y presbítero son sinónimos o no.

        3. La autoridad. En el capítulo de la visión general, se hizo una referencia al hecho de que el tema de la autoridad religiosa con respecto al Papa sigue siendo un tema que divide a los cristianos, pero no se incluyó ningún comentario más sobre el tema. En ningún sitio se incluyó algún comentario sobre el tema de sola Escritura. Sin embargo, se debe añadir que, aparte de tres citas patrísticas (ver abajo), la única autoridad citada fue la Biblia.

        4. La justificación solo por la fe. En el capítulo sobre la iglesia, se afirmó que somos salvos sola por la gracia, que para los protestantes es casi sinónimo con ser salvo sola por la fe y solo por Cristo, pero no se incluyó ningún comentario más sobre el tema.

        5. María y los santos. No se incluyó ningún comentario sobre oraciones dirigidas a María y a los santos, ni tampoco la veneración de ella.

        6. El purgatorio. No se incluyó ningún comentario sobre el purgatorio.

        7. La eucaristía. No se incluyó ningún comentario sobre interpretación de la eucaristía —es decir, la transustanciación, la consustanciación, la comunión espiritual o un acto conmemorativo.

        8. Los sacramentos. No se incluyó ningún comentario sobre el número o la naturaleza de los sacramentos. Sin embargo, en el capítulo de la visión general, se afirmó que hay “dos ceremonias o ritos especiales”, que son el bautismo y la comunión. (Curiosamente, en el capítulo sobre la iglesia parece que afirman una interpretación tanto sacramental como no sacramental del bautismo.)

        9. La cláusula filioque. El debate histórico entre Occidente y Oriente sobre la cláusula filioque, es decir, si el Espíritu procede del Padre o si procede del Padre y del Hijo, no fue abarcado. (Como un comentario parentético, fue interesante notar una pista del trinitarianismo social en su explicación de la Trinidad.)

        10. El reino milenario. Aunque sea un tema de poca importancia, no se incluyó ningún comentario sobre las varias interpretaciones del reino milenario.

        11. La Tradición. La doctrina típica de los Ortodoxos de la Tradición no fue abarcada (a no ser que cuente una referencia a la Tradición en el capítulo de la Biblia). Curiosamente, se citan muy pocos Padres de la Iglesia en la declaración; sólo vi dos citas de Agustín y una de Atanasio (¡y otra de Dostoyevsky!).

        12. Las imágenes. No se incluyó ningún comentario sobre el uso de las imágenes, ya sea para la instrucción o como parte de la adoración.

        El verdadero significado del documento
         

        En conjunto, creo que El cristianismo: enseñanzas fundamentales es muy iluminador por dos motivos. Primero, demuestra que las tradiciones ortodoxa, armenia, siríaca, católica romana y protestante tienen muchísimo en común, con respecto a tanto su fe como su práctica. Las distintas tradiciones no se reunieron para afirmar su lealtad a los credos históricos (es decir, el apostólico, el niceno, el de Calcedonia, etc.) y tampoco escribieron sus propias declaraciones de fe y entregarlas juntos. Al contrario, se reunieron y afirmaron a nivel oficial una declaración de fe que abarca unas 90 páginas. Esto, de verdad, es muy notable.

        Segundo, basado en las omisiones, esta declaración de fe demuestra que no hemos logrado más unidad en los temas que nos dividen desde que nos dividimos hace siglos. Aquellos que quieren encontrar en este documento los distintivos teológicos de su propia tradición, los buscarán en vano. Los católicos romanos no encontrarán nada acerca del Papa ni del purgatorio, los Ortodoxos no encontrarán nada acerca de la Tradición ni de la cláusula filioque, los protestantes no encontrarán nada acerca de la sola Escritura ni la sola fe, etc. Pero estos (y otros) son los mismos temas que nos han dividido por siglos ya. Los autores de El cristianismo: enseñanzas fundamentales concluyen su declaración de fe con una llamada a la unidad, donde incluyen lo siguiente: «Sin dudar, vemos a cada iglesia y creyente que aprueba los principios y las doctrinas de la fe fundamentales en este libro, como coherederos de la salvación en Jesucristo, considerándoles como nuestros ‘hermanos’ y ‘hermanas.’” Con una interpretación caritativa de las distintas tradiciones cristianas, creo que podría ser una afirmación justa. Pero, ¿es mejor interpretar a las distintas tradiciones de manera caritativa, o de manera realista? Es una pregunta digna de pensar para todos.
         
        Por tanto, en mi opinión, el verdadero beneficio de este documento es doble. Primero, tiene un tono celebratorio y unificador. Aunque no haya cambiado nada sobre el papel, sí que ha cambiado el tono de la conversación. Hay mucho que las distintas tradiciones cristianas tienen en común, y esto se debe celebrar. Segundo, por sus omisiones, nos ha recordado precisamente lo que todavía nos divide. En este sentido, ayuda a afilar el enfoque de nuestras conversaciones e inevitablemente nos hace volver a las Escrituras para encontrar las respuestas. Esto, en mi opinión, es un gran paso que dar.
         
        [1] Por tanto, esta reseña es bastante limitada, y queda mucho más por decir. Para otra reseña, cf. Thomas Johnson, “An Astonishing and Completely Normal Book from Turkey,” ERT 43 no 4 (2019): 81-87. Aunque dicha reseña sea afirmativa y animadora en su tono, no creo que interactúe con la declaración a nivel crítico.
         
         
         
         
         
         
         

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          El desarrollo de la doctrina según los Credos y las solas de la Reforma

          I. Introducción

          En este artículo me gustaría enseñar brevemente el desarrollo de la doctrina según los dos Credos más importantes a la Iglesia y las cinco solas de la Reforma protestante. La intención que tengo es aclarar qué es el evangelio y cómo encajan las cinco solas del protestantismo dentro del mismo. Ya he tratado el tema desde otro enfoque en otra ocasión (pinchar aquí), pero aquí me gustaría profundizar un poco más en el tema.
           
          II. Los Credos y las Solas
           
          Aquí vamos a seguir el desarrollo de la doctrina según los Credos apostólico y niceno-constantinopolitano y las cinco solas de la Reforma. Empezamos con el Credo apostólico. Como he demostrado en un artículo previo (pinchar aquí), es un resumen sistemático del evangelio, y por lo tanto, referirse al evangelio es referirse al Credo apostólico y viceversa. El Credo se remonta al s. II (aunque la forma que recitamos hoy en día sólo se remonta al s. VII). En el futuro hablaré sobre el desarrollo de este credo en concreto, pero basta decir que excepto por algunas pequeñas frases (controversiales), las dos versiones son más o menos iguales.
           

          II.1. Credo apostólico

          Aquí lo tenemos, según los doce artículos tradicionales:
           

          1. Creo en Dios el Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

          2. Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor

          3. que fue concebido por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María,
           
          4. padeció bajo Poncio Pilato, crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos
           
          5. resucitó al tercer día de los muertos
           
          6. ascendió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso,
           
          7. de allí vendrá a juzgar a vivos y muertos.
           
          8. Creo en el Espíritu Santo
           
          9. la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
           
          10. el perdón de los pecados,
           
          11. la resurrección de la carne,
           

          12. la vida eterna. Amen.

          Así era cómo los cristianos del s. II resumían de manera sistemática el evangelio. Sin embargo, en el s. IV surgió un gran debate sobre la deidad de Cristo (y también del Espíritu Santo). Aunque se podía inferir la deidad de Cristo del Credo apostólico (ej., «su único Hijo»), no había ninguna afirmación dedicada a ello. Por lo tanto, lo que hicieron los líderes de la Iglesia durante los Concilios de Nicea y de Constantinopla, fue tomar el Credo apostólico y ampliarlo en los sitios necesarios.
           

          II.2. Credo niceno constantinopolitano

          Cuando comparamos el Credo apostólico con el niceno-constantinopolitano, queda así (he puesto en cursiva las adiciones más importantes):
           

          1. Creemos en un solo Dios, el Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible

          2. y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho;
           
          3. por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó de los cielos y se encarnó por el Espíritu Santo y la virgen María, y se hizo hombre;
           
          4. fue crucificado por nosotros en tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado,
           
          5. y resucitó al tercer día según las Escritura
           

          6. y subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre

          7. y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, de cuyo reino no tendrá fin.
           
          8. Y en el Espíritu Santo, el Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, que habló por los profetas.
           
          9. En una Iglesia santa, católica y apostólica.
           
          10. Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados.
           
          11. Esperamos la resurrección de los muertos
           

          12. y la vida en los siglos venideros. Amen.

          Es verdad que el Credo niceno-constantinopolitano hace varios cambios (ligeros) respecto al Credo apostólico, pero dónde más se notan son los artículos relacionados con la deidad de Cristo y del Espíritu Santo. Ahora la Iglesia sí tenía lo que le faltaba: un Credo universal que afirmaba claramente la plena deidad de cada miembro de la Trinidad.

          Me habría gustado incorporar la siguiente etapa en el desarrollo de la doctrina: el debate sobre la humanidad de Cristo y los Credos de Caledonia y Atanasio que respondieron a ello, pero por el bien del espacio tendrá que esperar a otro momento. Basta decir que el artículo 3 —«que fue concebido por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María»— fue ampliamente modificado en el s. IV para afirmar la plena deidad y humanidad de Cristo.
           
          Ahora llegamos a las cinco solas de la Reforma protestante en el s. XVI. ¿Cómo encajan ellas dentro del evangelio tal como está articulado en los Credos apostólico y niceno-constantinopolitano? Antes de presentar la tabla, permítanme explicar el contexto teológico de las solas:
           

          1. Sola Escritura: La autoridad final de la Iglesia es la Biblia, y no la Biblia más la Tradición y el Magisterio.

          2. Sola gracia: Somos salvos solo por la gracia de Dios, y no por ningún mérito o colaboración humano.
           

          3. Sola fe: Somos salvos solo por la fe, y no por fe más obras de amor y/o los sacramentos.

          4. Solo Cristo: Cristo es el único mediador entre Dios y el hombre, y no la Iglesia.
           

          5. Solo a la gloria de Dios: En la Iglesia solo adoramos a Dios, y no a María y los otros santos.

          II.3. Las cinco solas del protestantismo
           

          Ahora podemos ver cómo encajan las cinco solas en el evangelio. Confieso que es posible que haya otras maneras de encajar las solas, pero esta es la mejor manera según mi entender. Aquí tenemos el Credo niceno-constantinopolitano con las cinco solas

          1. Creemos en un solo Dios, el Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible
           

          2. y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho;

          3. por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó de los cielos y se encarnó por el Espíritu Santo y la virgen María, y se hizo hombre;
          • ¿Quién se acerca a quién para lograr la salvación: nosotros o Dios? Sola gracia.

          4. fue crucificado por nosotros en tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado,
           

          5. y resucitó al tercer día según las Escritura

          6. y subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre
          • ¿Quién es el mediador entre Dios y el hombre: Cristo o la Iglesia? Solo Cristo.

          7. y de nuevo vendrá con gloriapara juzgar a vivos y muertos, de cuyo reino no tendrá fin.
           

          8. Y en el Espíritu Santo, el Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, que habló por los profetas.

          9. En una Iglesia santa, católica y apostólica.
          • ¿Qué es la autoridad final en la Iglesia: la Biblia o algo más? Sola Escritura.

          • ¿A quién adoramos en la Iglesia: a Dios, o a otros también? Solo a la gloria de Dios.

          10. Confesamos un solo bautismo parala remisión de los pecados.
          • ¿Cómo nos salva Dios: por fe o por fe más otras cosas? Sola fe.

          11. Esperamos la resurrección de los muertos
           
          12. y la vida en los siglos venideros. Amen.
           

          III. Conclusión

          Lo que he intentado demostrar en este artículo es que las afirmaciones teológicas de los ss. IV y XVI tienen su contexto en sus debates respectivos sobre ciertos aspectos del evangelio, que fue sistematizado en el s. II (si no antes) en el Credo apostólico. Veo dos aportaciones importantes a este estudio.
           

          Primero, mientras que algunos protestantes afirman que las cinco solas son el “centro” del evangelio o de la Biblia, realmente no es así. La Reforma no fue un debate sobre todo, sino sobre algunas cosas importantes. Es importante contextualizar la Reforma y lo que afirmaban en aquel entonces.

          Segundo, si protestantes y católicos quieren “hacer las paces”, los dos tienen que reconocer que las diferencias no tienen que ver con cosas superficiales, sino con la interpretación correcta de ciertos artículos del mismo evangelio. Brevemente, se nota que las solas se agrupan en el medio del Credo y tienen que ver con la obra y ministerio de Cristo y la naturaleza y papel de la Iglesia. Aquí es dónde debemos enfocar nuestra atención.

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            De la sola Escritura a la liturgia

            I. Introducción

            Muchos cristianos —sobre todos nosotros los evangélicos— creen que aferrarse a la doctrina de sola Escritura conlleva una oposición a la liturgia, como recitar los credos, seguir el año litúrgico y leer de un leccionario. Después de todo, si la Biblia no nos dice que debemos hacer dichas cosas, ¿qué justificación habrá? Aunque yo nunca obligaría a ninguna persona o iglesia a adoptar estas prácticas en su vida personal o eclesiástica, sí que me gustaría demostrar que aferrarse a sola Escritura no conlleva ninguna oposición a estos elementos litúrgicos en sí. De hecho, intentaré demostrar tres cosas: 1) que el evangelio neotestamentario —es decir, la doctrina fundamental basada solamente en las Escrituras— es lo mismo que el Credo apostólico; 2) que el año litúrgico se puede entender como un recorrido de dicho Credo; y 3) que el leccionario es una herramienta complementaria al año litúrgico, para escoger textos adecuados para los distintos temas de cada domingo. Es decir, estos elementos “no bíblicos” son tres maneras de reforzar nuestro entendimiento del evangelio, y así se justifica su uso, tanto a nivel personal como eclesiástico.
             
            II. El evangelio neotestamentario
             

            El evangelio —como cualquier otro mensaje— se puede relatar de forma concisa o más extensivamente. Nos ayuda pensar en un acordeón: se puede abrir y cerrar según los deseos y propósitos del músico, y así esconder o hacer visible ciertas partes “no necesarias”, pero en todo momento sigue siendo el mismo acordeón. Así es con el evangelio: se puede resumir muy brevemente —como Pablo lo hace en 1 Corintios 15:3-4— y se puede extender a libros enteros de la Biblia —como Romanos, por ejemplo— o a la Biblia misma (por no hablar de la literatura segundaria sobre el tema).

            Por el bien de este artículo, voy a evitar estos dos extremos y abrir el acordeón a medias, de forma que estén presentes todos los elementos esenciales del evangelio, pero sin hacer visibles todos los matices y detalles posibles. Para ello, lo que más sentido tiene es recopilar todos los textos neotestamentarios que hablan —directa o indirectamente— del evangelio, compararlos unos con otros, y ver qué temas suelen volver a ocurrir. Otros expertos —como C. H. Dodd y Donald Selby, por ejemplo— ya han hecho el trabajo difícil, y podemos aprovecharnos de su labor. Existen unos 65 textos que hablan del evangelio. Para los interesados, en el siguiente párrafo doy las referencias bíblicas; para los no interesados, se lo puede saltar sin temor de perderse.
             
            [Los 15 textos directos son: Hch 2:4–40; 3:12–26; 4:8–12; 5:20–42; 7:2–60; 10:34–43; 13:16–41, 46; 14:15–17; 16:31; 17:22–31; 22:1–21; 24:10–21; 26:2–27; Rm 1:1–6; 1 Cor 15:1–11. Los 50 textos indirectos son: Hch 4:1–2, 24–30, 33–35; 5:42; 6:12–14; 8:5, 12, 31–37; 9:19–22; 11:20; 14:21–23; 15:7–11, 13–21; 17:2–3, 7; 18:5, 28; 19:4, 8, 26; 20:18–35; 23:6; 24:24–25; 25:19; 28:17–28; Rm 1:16; 2:16; 10:8–9, 17; 15:19; 16:25–26; 1 Cor 1:17–18, 23–24; 2:2–5; 2 Cor 1:18–19; 4:4–14; 5:11–21; Gál 2:14–21; 3:1, 8–12; Ef 3:8–12; 6:19; Fil 1:18; Col 1:4–5, 21–23; 2:6–15; 1 Tes 1:5, 9–10; 2:13–15; 1 Tm 3:16; 2 Tm 1:8, 12; 2:2–13; Tit 1:1–3; 1 Pd 1:10–12.]
             
            Cuando comparamos estos 65 textos unos con otros, vemos que reaparecen una y otra vez los siguientes seis temas: 1) las profecías del Antiguo Testamento o el Dios creador en general; 2) el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús; 3) por virtud de la resurrección, Jesús ha sido exaltado a la diestra de Dios como Señor, Cristo e Hijo de Dios; 4) el Espíritu Santo en la Iglesia es la señal del poder y la gloria actual de Cristo; 5) Jesús volverá como Juez y Salvador; 6) una llamada al arrepentimiento, la oferta de perdón y del Espíritu Santo y la promesa de salvación. Lo que tenemos en estas seis afirmaciones, por lo tanto, es un bosquejo general y básico del evangelio en su totalidad.
             
            [Antes de seguir, y como un pensamiento medio parentético, me gustaría llamar la atención de los lectores sobre el hecho de que el evangelio neotestamentario era un mensaje trinitario: comenzó con el Padre como creador, se centró en el Hijo como el redentor y acabó en el Espíritu como el dador de vida. Por desgracia, las distintas denominaciones protestantes tienden a enfocarse en un miembro de la Trinidad a coste de los otros dos, y así distorsionan la plenitud del mensaje del evangelio. Urge recuperar el perfil trinitario del evangelio en nuestras iglesias hoy en día.]
             
            III. El evangelio neotestamentario y el Credo apostólico
             

            A lo mejor no todos los lectores conocen el Credo apostólico, así que lo pongo aquí: «Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María, padeció bajo Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los muertos; al tercer día resucitó de entre los muertos, ascendió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia universal, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.»

            Ahora llega la parte interesante. Cuando comparamos el evangelio neotestamentario con el Credo apostólico, notamos la impresionante correspondencia entre los dos. Igual que había seis temas fundamentales del evangelio que vimos arriba, el Credo apostólico se puede dividir en seis temas, que corresponden con los del evangelio: 1) El evangelio comienza con las profecías del Antiguo Testamento o el Dios creador en general, y el Credo comienza con la frase «Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra». 2) El evangelio sigue con el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús, y el Credo también sigue con la frase «Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María, padeció bajo Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los muertos; al tercer día resucitó de entre los muertos». 3) El evangelio continúa con la exaltación de Jesús a la diestra de Dios, y el Credo también lo hace con la frase «ascendió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso». 4) El evangelio sigue con la segunda venida de Jesús como Juez y Salvador, y el Credo también contiene la frase «desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y muertos». 5) El evangelio sigue con el Espíritu Santo y su presencia en la Iglesia, y el Credo también contiene la frase «Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia universal, la comunión de los santos». 6) Por último, el evangelio acaba con una llamada al arrepentimiento, la oferta de perdón y del Espíritu Santo y la promesa de salvación, y el Credo también acaba con la frase «el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna».

            Creo que es fácil ver que hay una correspondencia total entre el evangelio neotestamentario y el Credo apostólico. Todos los elementos encontrados en el primero también aparecen en el segundo, y sin sobras ni del uno ni del otro. Como dijo Juan Calvino en el §20 de su Catecismo de 1537, «No contiene ninguna doctrina humana. Al contrario, es una colección de los muy ciertos testimonios de la Escritura». Es decir, está sumamente justificado asegurar que el Credo apostólico es un resumen sistemático del evangelio neotestamentario, y esa es su aportación principal a la Iglesia: resumir, sistematizar y reforzar el contenido del evangelio en su totalidad.
             
            IV. El evangelio neotestamentario y el año litúrgico
             

            Una vez más, a lo mejor no todos los lectores conocen el año litúrgico, así que doy aquí una pincelada de Adviento (noviembre/diciembre) a Pentecostés (mayo/junio), la “columna” del mismo. El año litúrgico comienza con el tiempo de Adviento, en el que Dios está preparando a su pueblo para la llegada de su Hijo, nuestro Salvador. Le sigue al tiempo de Navidad, en el que nace el Hijo, ahora conocido definitivamente como Jesús. A continuación, el tiempo de Epifanía, en el que Jesús es reconocido por los magos, bautizado, y comienza su ministerio público. La Epifanía llega a su punto álgido en la décima semana, con la celebración de la transfiguración. Después es el tiempo de Cuaresma, en el que Jesús se acerca cada vez más a Jerusalén y a su muerte. La Cuaresma llega a su punto álgido —realmente su propio tiempo— en la séptima semana, con Semana Santa. Lo siguiente es el tiempo de Pascua, en el que Jesús es resucitado, va preparando a sus discípulos para la llegada del Espíritu y asciende al Padre. La Pascua acaba con el día de Pentecostés, es decir, la llegada del Espíritu y la formación definitiva de la Iglesia. También se suele celebrar la Santísima Trinidad la semana siguiente, pero esto es más como un apéndice teológico al resto del año litúrgico.

            Una vez más, espero que los lectores puedan ver la impresionante correspondencia entre el evangelio neotestamentario y el año litúrgico. 1) El evangelio comienza con las profecías del Antiguo Testamento o el Dios creador en general y el año litúrgico comienza con Adviento, en el que Dios está preparando a su pueblo para la llegada de su Hijo, nuestro Salvador. 2) El evangelio sigue con el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús y el año litúrgico sigue con la Epifanía y la Cuaresma en el que celebramos el nacimiento, ministerio y muerte de Jesús, con la resurrección esperándonos en el siguiente tiempo. 3) El evangelio continúa con la exaltación de Jesús a la diestra de Dios y el año litúrgico también lo hace con Pascua en la que celebramos la resurrección y ascensión de Jesús. 4) El evangelio sigue con la segunda venida de Jesús como Juez y Salvador. Aquí no tenemos una correspondencia con el año litúrgico, pero sí que la tenemos en dos componentes importantes de cada culto dominical: la recitación del Padrenuestro (“véngase tu reino”) y la celebración de la cena del Señor (“la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”). 5) El evangelio sigue con el Espíritu Santo y su presencia en la Iglesia y el año litúrgico sigue con la Pentecostés, en el que celebramos la llegada del Espíritu y la formación de la Iglesia. 6) Por último, el evangelio acaba con una llamada al arrepentimiento, la oferta de perdón y del Espíritu Santo y la promesa de salvación. Una vez más, no tenemos una correspondencia en el año litúrgico, pero cada domingo las iglesias deben estar llamando a la gente al arrepentimiento y fe y ofreciéndoles perdón, el don del Espíritu y la promesa de salvación.
             
            En este caso, la correspondencia con el evangelio neotestamentario no es tan directa, pero sí que es impresionante. Por lo tanto, me gustaría sugerir la idea de que el año litúrgico es una herramienta que las iglesias pueden utilizar para profundizar en el evangelio. Dejando a un lado por un momento la idea del año litúrgico, imaginemos que un pastor profundamente comprometido a la idea de sola Escritura empieza en noviembre una serie sobre el evangelio que acaba en junio. En la serie habla de las profecías del Mesías en el Antiguo Testamento, el nacimiento de Cristo, sus enseñanzas, muerte, resurrección y ascensión y el envío del Espíritu Santo. Si nos es fácil pensar esto, ¿qué se puede decir en contra el año litúrgico, cuyo fin es el mismo? Repito que mi intención no es obligar a nadie a adoptar el año litúrgico para su iglesia, sino demostrar que la idea en sí no está en contra de sola Escritura.
             

            V. El evangelio neotestamentario y el leccionario

            Brevemente, un leccionario es una selección de textos escogidos de la Biblia para complementar el año litúrgico y que se leen públicamente durante el culto. Así, por ejemplo, durante el tiempo de Adviento se leen textos que hablan de la promesa de Dios para enviar su Mesías, durante el de Epifanía textos de cómo Jesús quiere que vivamos, durante el de Cuaresma textos de arrepentimiento, etc. Es decir, el año litúrgico y su leccionario acompañante van mano en mano, y si anteriormente hemos conseguido justificar la presencia del año litúrgico, entonces lo hemos conseguido para el leccionario también.
             
            De todos modos, es una gran pena que muchas iglesias evangélicas hayan dejado de leer la Biblia durante el culto, y así la gente puede pasar años —si no toda su vida— sin escuchar algunos libros de la Biblia. Igual que la predicación expositiva es una manera de desplegar todos los contenidos de un solo libro, un buen leccionario despliega una gran parte de los contenidos de toda la Biblia.
             
            VI. Conclusión
             

            Para resumir, he intentado demostrar que el evangelio neotestamentario tiene unos seis temas básicos, y que estos temas están presentes en el Credo apostólico, el año litúrgico y el leccionario. Por lo tanto, lo que tenemos en estos componentes “litúrgicos” pueden entenderse como herramientas para ayudarnos profundizar en el evangelio. Insisto que la meta que tengo no es obligar a ninguna persona, iglesia o denominación a incorporar estos elementos en sus vidas personales o eclesiásticas, sino despejar el concepto erróneo de que dichos elementos no son “bíblicos”. Todos necesitamos ayuda en recordarnos del evangelio, y estos elementos nos pueden ofrecer un buen sitio donde empezar.

             
             
             

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              Ley natural: objetividad para una cultura subjetiva

              1. Introducción

              ¿Es la moralidad subjetiva u objetiva? Esa es, sin duda alguna, una de las preguntas más importantes en nuestros días. Durante los últimos siglos —y con cada vez más vehemencia—Occidente ha optado por la primera opción. La moralidad que ha surgido del subjetivismo es la que dice que cada persona tiene la libertad de escoger lo que quiera hacer, mientras que no haga daño (no solicitado) a los demás.
               
              Sin embargo, durante la mayoría de su historia, Occidente ha optado por la segunda opción. Empezando por los filósofos griegos y romanos y siendo confirmada por las grandes tradiciones monoteístas, la tradición conocida como la ley natural afirma que, igual que hay leyes físicas, matemáticas, etc., en la naturaleza, también hay leyes morales que existen de manera objetiva y que son externas al hombre. Es decir, la moralidad no es algo subjetivo que puede cambiar de generación en generación, variar entre países y ser diferente entre personas.
               
              Al contrario, existe una moralidad que es común a todo ser humano en toda época. Las “leyes” que componen esta moralidad tienen cuatro características: son inteligibles, inmutables, universales y objetivas (Laing y Wilcox, Natural Law Reader, 2). La razón por la que esto es tan importante, es que deducimos nuestras leyes de ello: en teoría, cada país, ciudad, familia y persona debe estar regido por esta ley natural.
               
              Sin embargo, esta tradición es muy poco conocida entre los protestantes en general, y entre los evangélicos en concreto. Por tanto, a continuación, tenemos una colección de citas —de ninguna manera exhaustiva— que dan testimonio a esta tradición. La lista se enfoque en autores grecorromanos y cristianos, pero se podrían haber incluido fácilmente autores judíos y musulmanes, por no mencionar más. Lo digo para remarcar que la teoría de la ley natural no es una idea cristiana ni religiosa, sino algo compartido entre filósofos, humanistas y filántropos de varios trasfondos. La ley natural tiene varias facetas, y la siguiente colección se centra solo en una: que existe una ley moral —universal y objetiva— que normalmente se vincula con lo divino.
               
              En tiempos como el nuestro, es imprescindible recordar que la idea de una moralidad objetiva no es una idea nueva o el fruto de poca reflexión por algunos fundamentalistas que tienen miedo del cambio, sino una idea bien arraigada en la historia, y que ha sido defendida por algunos de los personajes más importantes de la historia.
               
              En cuanto al contenido de la ley natural, no hay consenso: algunos han abogado por los Diez mandamientos, otros por las llamadas leyes noájidas, y otros por el doble mandamiento de Jesús de amar a Dios y al prójimo. De momento no estoy dispuesto a pronunciarme sobre el tema, pero espero poder hacerlo en un artículo futuro. Sin embargo, las tres opciones dadas aquí deben servir como un buen punto de partida para todos.
               
              2. Citas
               
              • Heráclito, Fragmentos 114
              Los que hablan con inteligencia es menester que se fortalezcan con lo que es común a todos, así como una ciudad con la ley, y mucho más fuertemente. Pues todas las leyes humanas son alimentadas por la única ley divina: ésta, en efecto, impera tanto cuanto quiere, y hasta a todas las cosas y las trasciende.
              Rodolfo Mondolfo, Heráclito: textos y problemas de su interpretación (México, D.F.: Siglo XXI Editores, 1966), 44.
               
              • Sófocles, Antígona 450-457
              [Antígona está explicando por qué rompe las normas culturales acerca del entierro de su hermano.] Pero es que no fue Zeus el que lo proclamó ni Justicia, que vive con los dioses de abajo; ésas no son las leyes que a los humanos dictan; no creí que pudieran tus pregones a un hombre dar autorización para infringir las leyes no escritas de los dioses, que son inquebrantables y que no datan de hoy ni de ayer, sino eternas son sin que nadie sepa cuándo se promulgaron.
               
              Trad. Manuel Fernández Galiano (Barcelona: Planeta, 1985), 418.
               
              • Aristóteles, Retórica 1:13 (1373b)
              Distingamos pues los delitos de los actos justos, comenzando, lo primero, por la definición que ya quedó establecida de lo justo y lo injusto en relación con dos tipos de leyes y dos clases de personas. Y llamo a las dos clases de ley particular y general, siendo la particular la que cada comunidad ha determinado para sí misma, bien sea no escrita o escrita, y la general, la que va de acuerdo con la naturaleza, pues existe, cosa que todos en cierto modo adivinamos, lo justo o injusto por naturaleza en general, aunque no medie consenso o pacto mutuo, como lo pone de manifiesto también la Antígona de Sófocles al decir que es justo enterrar a Polinices, aunque esté prohibido, porque es justo por naturaleza: «Pues no es algo de ahora ni de ayer, sino que siempre está vivo y nadie sabe desde cuando apareció», como dice también Empédocles respecto a no dar muerte a lo animado, porque no es cosa que sea justa para unos y no justa para otros: «sino que la ley se extiende para todos sin fisuras, por el éter de dominios anchurosos y el infinito resplandor del sol». O lo que dice Alcidamante en el Meseníaco. [Según el traductor, un escolio nos refiere el texto de Alcidamante, discípulo de Gorgias: «libres nos dejó a todos la divinidad; a nadie la naturaleza lo hizo esclavo»]
               

              Trad. Alberto Bernabé (Madrid: Alianza Editorial, 2001), 122-123.

              • Marco Aurelio, Meditaciones 4:4
              Si la capacidad intelectiva nos es común, también la razón, por la que somos racionales nos es común. Si es así, también es común la razón que prescribe lo que debemos hacer o no. Si es así, también la ley es común. Si es así, somos ciudadanos. Si es así, participamos de alguna clase de constitución política. Si es así, el mundo es como una ciudad.
               

              Trad. Bartolomé Segura Ramos (Madrid: Alianza Editorial, 1989), 47.

              • Cicerón, Las Leyes, 1:23, 28, 31, 33; 2:8

              1:23: Como nada hay mejor que la razón, y ésta es común a dios y al hombre, la comunión superior entre dios y el hombre es la de la razón. Ahora bien: los participantes en una razón común lo son también en la recta razón; es así que la ley es una recta razón, luego, también debemos considerarnos los hombres como socios de la divinidad en cuanto a la ley; además, participantes en una ley común, lo son también en un derecho común; finalmente, los participantes en esta comunión deben tenerse como pertenecientes a la misma ciudad, y si siguen los mismos mandos y potestades, con más fundamento todavía.

              1:28: […] pero, de todo lo que disputan los hombres doctos, nada supera, desde luego, a la clara convicción de que hemos nacido para la justicia y de que el derecho se funda en la naturaleza y no en el arbitrio.
               

              1:31: ¿Qué pueblo hay que no estime la cortesía, la bondad, al hombre agradecido y reconocido por los beneficios recibidos? ¿Y cuál que no desprecie, que no odie a los soberbios, malvados, crueles e ingratos?

              1:33: En efecto: es así que la naturaleza les dió la razón, y por tanto también la razón de lo justo; luego, también la ley, que es la razón de lo justo que se ordena y prohibe; y si les dió la ley, también el derecho. Y, como la razón es una para todos, el derecho se dió también para todos, y justamente solía maldecir Sócrates al primero que desvinculó lo útil de lo justo; se lamentaba de que ése había sido el principio de todos los desastres.
               

              2:8: La opinión común de los más sabios me parece ser la de que la ley no es una invención de la inteligencia de los hombres ni una decisión de los pueblos, sino algo eterno que regiría el mundo entero con una sabiduría que impera y prohibe.

              Trad. Álvaro D’Ors (Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1970), 71, 77, 79, 81, 121.
              • Cicerón, De la república, 3:22
              La verdadera ley es la recta razón congruente con la naturaleza, difundida en todos, constante, sempiterna, la cual, ordenando, llama al deber; vedando, aparta del fraude; la cual, sin embargo, ni ordena o veda en vano a los probos, ni mueve a los ímprobos ordenando o vedando. Ni está permitido que esta ley sea anulada por otra, ni es lícito que se derogue alguna parte de ella, ni puede ser abrogada toda ella, y tampoco podemos ser desatados de esta ley por medio del senado o por medio del pueblo; ni debe buscarse otro comentador o intérprete de ella, ni habrá una ley en Roma, otra en Atenas, una ahora, otra después, sino que una sola ley, tanto sempiterna como inmutable, contendrá a todas las naciones y en todo tiempo, y Dios será el único, por así decir, maestro común y gobernante de todos: aquel autor, argumentador y promulgador de esta ley. El que no la obedezca huirá de sí mismo y, habiendo menospreciado la naturaleza del hombre, sufrirá, por esto mismo, los más grandes castigos, aun cuando escape a las demás cosas que son consideradas como suplicios
               

              Trad. Julio Pimentel Álvarez (México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 1984), 77-78.

              • Pablo, Romanos 2:14-15
              Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos
               
              Trad. Reina-Valera 1960
               
              • Agustín, Las Confesiones 3:7:13
              No conocía tampoco la verdadera justicia interior, que juzga no por la costumbre, sino por la ley rectísima de Dios omnipotente, según la cual se han de formar las costumbres de los países y épocas conforme a los mismos países y tiempos; y siendo la misma en todas las partes y tiempos, no varía según las latitudes y las épocas.
               

              Trad. P. Ángel Custodio Vega (BAC; Madrid: La Editorial Católica, 1955), 167.

              • Agustín, Sermón de la montaña 2:9:32
              ¿Cuándo podrán ellos comprender que no hay alma alguna, aunque sea perversa, con tal que sea capaz de raciocinar de algún modo, a cuya conciencia no hable Dios? ¿Quién escribió la ley natural en el corazón del hombre sino Dios? De esta ley dice el Apóstol: [cita Rom 2:14-16; ver arriba]
               

              Trad. Fr. Feliz García, et al. (BAC; Madrid: La Editorial Católica, 1954), 925.

              • Agustín, Enarraciones sobre los Salmos 118:25:4
              Aquel que no quiere que le injurien a él, no debe injuriar a ninguno, pues en esto traspasa la ley natural, la cual no se le permite ignorar cuando no quiere padecer lo que hace. ¿Acaso no tenía esta ley natural el pueblo de Israel? Ciertamente que la tenía, porque también eran hombres. No la hubieran tenido si hubieran podido, en contra del orden de la naturaleza, dejar de ser hombres.
               

              Trad. Balbino Martín Pérez (BAC; Madrid: La Editorial Católica, 1967), 159.

              • Tomás de Aquino, Suma teológica 1-2 Q91:
              A1: Si existe una ley eterna
               
              Como ya dijimos, la ley no es más que el dictamen de la razón práctica en el soberano que gobierna una sociedad perfecta. Pero es manifiesto—supuesto que el mundo está regido por la divina Providencia, como ya quedó demostrado en la Primera Parte—que todo el conjunto del universo está sometido al gobierno de la razón divina. Por consiguiente, esa razón del gobierno de todas las cosas, existente en Dios como en supremo monarca del universo, tiene carácter de ley. Y como la razón divina no concibe nada en el tiempo, sino que su concepción es eterna, por fuerza la ley de que tratamos debe llamarse eterna.
               

              A2: Si hay en nosotros una ley natural

              La criatura racional, entre todas las demás, está cometida a la divina Providencia de una manera especial, ya que se hace partícipe de esa providencia, siendo providente sobre sí y para los demás. Participa, pues, de la razón eterna; ésta le inclina naturalmente a la acción debida y al fin. Y semejante participación de la ley eterna en la criatura racional se llama ley natural. […] como si la luz de la razón natural, por la cual discernimos lo bueno y lo malo—tal es el fin de la ley natural—, no fuese otra cosa que la impresión de la luz divina en nosotros. Es, pues, evidente que la ley natural no es más que la participación de la ley eterna en la criatura racional.
               

              Trad. Fr. Francisco Barbado Viejo (BAC; Madrid: La Editorial Católica, 1956), 52-55.

              • Tomás de Aquino, Suma teológica 1-2 Q93:
              A2: Si la ley eterna es conocida de todos
               

              De dos maneras puede ser conocida una cosa: primera, en sí misma; segunda, en su efecto, en el que se encuentra cierta semejanza con la cosa. Así, quien no ve el sol en su substancia puede conocerlo a través de sus irradiaciones. Pues bien, tenemos que decir que nadie puede conocer la ley eterna como es en sí misma si no es Dios y los bienaventurados, que ven a Dios en su misma esencia. Pero toda criatura racional la conoce a través de alguna irradiación, mayor o menor, ya que todo conocimiento de la verdad es una irradiación y participación de la ley eterna, que es la verdad inconmutable, como dice San Agustín. Ahora bien, todos conocen de alguna manera la verdad, al menos por lo que se refiere a los principios generales de la ley natural. Y respecto a los demás principios, unos participan más y otros menos del conocimiento de la verdad; y conforme a este más o menos conocen mejor o peor la ley eterna.

              A3: Si toda ley se deriva de la ley eterna
               

              Siendo, pues, la ley eterna la razón de gobierno existente en el supremo gobernante, es necesario que todas las razones de gobierno que existen en los gobernantes inferiores deriven de la ley eterna. Estas razones de gobierno de los gobernantes inferiores son todas las leyes, menos la ley eterna. Por consiguiente, toda ley se deriva de la ley eterna en la medida en que participa de la recta razón. Por eso dice San Agustín: “En la ley temporal nada hay justo y legítimo que no hayan tomado los hombres de la ley eterna”.

              Trad. Fr. Francisco Barbado Viejo (BAC; Madrid: La Editorial Católica, 1956), 92-95.
               

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                “Satisfacer los deseos de la carne” (Gál 5:16): ¿prohibición o promesa?

                1. Introducción

                En Gálatas 5:16 encontramos algo interesante: algunas versiones de la Biblia traducen la última frase del versículo como si fuera una prohibición, mientras que otras la traducen como si fuera una promesa.
                 
                Las siguientes versiones contienen ejemplos de la primera opción (prohibición):
                • Reina-Valera 1909: “Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis la concupiscencia de la carne”

                • Nacar-Colunga 1949: “Os digo, pues: Andad en espíritu y no deis satisfacción a la concupiscencia de la carne”

                • Reina-Valera 1960: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”

                • Reina-Valera 1995: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”

                • Dios Habla Hoy 2002: “Por lo tanto, digo: Vivid según el Espíritu y no busquéis satisfacer vuestros malos deseos”


                Las siguientes versiones contienen ejemplos de la segunda opción (promesa):
                • La Biblia de las Américas: “Digo, pues: Andad por el Espíritu, y no cumpliréis el deseo de la carne”

                • Nueva Versión Internacional 1999: “Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa”

                • Conferencia Episcopal Española 2014: “Frente a ello, yo os digo: caminad según el Espíritu y no realizaréis los deseos de la carne”

                 
                A nivel exegético, las dos versiones nos ofrecen dos maneras de entender Gálatas 5:16. En la primera opción, nos da una orden y una prohibición: andar en el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne. En la segunda opción, tenemos una orden y una promesa: andar en el Espíritu, y si lo hacemos, nunca satisfaremos los deseos de la carne.
                 
                 
                2. ¿Cuál opción es la correcta?
                 

                A veces, las diferencias entre las traducciones —y sobre todo entre la Reina-Valera y otras traducciones modernas— se pueden explicar a base de la crítica textual: detrás de las versiones puede haber dos textos distintos de los idiomas originales, y por tanto, producen dos traducciones distintas. Pero ese no es el caso aquí, porque no hay variante textual.

                En griego, la frase detrás de la expresión que nos interesa es: οὐ μὴ τελέσητε. Las tres palabras forman una construcción gramatical bastante bien conocida en la literatura griega, y específicamente en los escritos del Nuevo Testamento. Consiste en dos partes, que vamos a analizar brevemente. Primero, la negación doble: οὐ μὴ. Griego tiene dos palabras para “no”, y aquí las tenemos juntas. Cuando están así, la construcción se llama una “negación enfática”, y lleva el significado de “nunca jamás” o “nunca, pero nunca”. Segundo, el verbo: τελέσητε. Está en tiempo aoristo (pasado indefinido) y modo subjuntivo (posibilidad). La construcción gramatical “negación enfática + aoristo subjuntivo” es la manera más fuerte de negar algo en griego: niega la posibilidad de que algo ocurra.
                 
                Veamos algunos otros ejemplos de esta construcción gramatical en el Nuevo Testamento:
                 
                • Mateo 24:35: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán

                • Juan 10:28: “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás

                • Romanos 4:8: “Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”

                • Hebreos 13:5: “No te desampararé, ni te dejaré

                 
                Como se puede ver, para captar la idea de “nunca jamás”, muchas veces se traduce la construcción con el verbo futuro. Volviendo a Gálatas 5:16, está claro que la traducción correcta es: “no cumpliréis el deseo de la carne”. Es decir, lo que tenemos aquí es una promesa: si andamos en el Espíritu, no tenemos que preocuparnos de si vamos a pecar, porque tal cosa es imposible. Nunca, pero nunca lo haremos.
                 
                Todo esto está bien, pero ¿de dónde surgió la otra traducción de “no satisfagáis”? No estoy seguro, pero me imagino que viene de una lectura equivocada del verbo τελέω (“satisfacer”). A nivel morfológico, la diferencia entre el aoristo subjuntivo y el futuro indicativo es una letra. Tomando el verbo τελέω como ejemplo, es fácil ver la similitud entre las dos formas:
                • Aoristo subjuntivo: τελέσητε

                • Futuro indicativo: τελέσετε

                 

                Quizá los traductores leyeron mal el verbo, y pensaban que era un verbo futuro, que sí se puede usar para expresar mandamientos y prohibiciones. Por ejemplo, se usa el futuro para expresar las prohibiciones de los Diez mandamientos en la LXX.

                 

                3. Conclusión

                El ejemplo de Gálatas 5:16 es un caso no muy común: la mayoría de las veces los traductores de la Biblia hacen bien su trabajo. Pero a veces no. Si eres pastor o maestro de la Biblia, este ejemplo sirve como buen recordatorio para comprobar siempre las traducciones con los idiomas originales, y si no los conoces, sirve para animarte a aprenderlos cuánto antes.
                 
                 
                Bibliografía útil:
                WALLACE, D. y STEFFEN, D. Gramática griega: Sintaxis del Nuevo Testamento (Editorial Vida), p. 341.
                 

                BRUCE, F. F. Un comentario de la epístola a los gálatas (Editorial Clie), p. 331.

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                  Lucas 2:1-7: ¿Se equivocó Lucas en los datos históricos?

                  1. El problema

                  Para algunos, Lucas 2:1-7 es uno de los mejores ejemplos de cómo la Biblia se puede equivocar con respeto a los datos históricos. El texto dice: «1  Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. 2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. 3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. 4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; 5 para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. 6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. 7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón» (RV60).
                   
                  En su merecidamente famoso libro, Historia del pueblo judío tiempos de Jesús, los expertos Emil Schürer, Geza Vermes, Fergus Millar y Matthew Black resumen la postura crítica contra la fiabilidad histórica de este texto en cinco puntos:
                   
                  • No se conoce ningún censo imperial a nivel mundial en la época de Augusto.

                  • José no habría sido obligado a viajar a Belén, y María no tendría que haberle acompañado.

                  • Un censo romano no podría haberse realizado en Judea durante la época del Rey Herodes.

                  • Josefo no menciona un censo romano en Judea durante el reino de Herodes, pero sí que menciona otro en el año 6 o 7 d. C. como algo nuevo y sin precedencia.

                  • Cirenio nunca fue el gobernador de Siria durante la vida de Herodes y por tanto tal censo no podría haberse realizado durante la época de Herodes.

                   

                  2. Posibles soluciones

                  Antes de responder directamente a las críticas, primero me gustaría hacer unos comentarios a nivel general. Primero, recordemos que Lucas —el autor del evangelio que lleva su nombre y del libro de Hechos— era un historiador. Su prólogo (Lc 1:1-4) refleja los temas, el vocabulario y la estructura de los prólogos de otros historiadores de la antigüedad, y así se está presentando como alguien que ha realizado una investigación profunda sobre su tema y quiere que sus lectores le tomen en serio. Segundo, Lucas ha demostrado que conoce muy bien las instituciones romanas (sobre todo en Hch 13-28). No tenemos tiempo para profundizarnos en el tema, pero respeto a los nombres, la geografía, etc., Lucas se ha revelado como uno de los autores más informados de su época, un dato que ha sido apreciado tanto por cristianos como por no cristianos. Tercero, y relacionado con el comentario anterior, Lucas es menos preciso en Hechos 1-12 que en Hechos 13-28, lo cual implica que no suele inventar evidencia acerca de acontecimientos de los cuales no sabe mucho o nada. Una vez más, es la marca de un historiador fiable. Cuarto, es muy posible que Lucas conociera o la familia de Jesús o los que la conocían (cf. Lc 1:3). No olvidemos que a partir de Hechos 16:10 Lucas ya era testigo ocular de los acontecimientos de los que escribe, y que había conocido a mucha gente, incluso la de Éfeso y Judea, dos lugares donde tradicionalmente vivía la familia de Jesús. Todo esto nos debe alertar a la hora de atribuir un error a Lucas sobre los acontecimientos relacionados con el nacimiento de Jesús.

                  Ahora para una respuesta más detallada. Se pueden reducir las cinco críticas en tres grupos: el censo, Belén y Cirenio.

                  En cuanto al censo, Hechos 5:37 demuestra claramente que Lucas ya sabía del censo de 6 o 7 d. C., y por tanto sería muy difícil creer que un historiador tan bien informado como Lucas pudiera confundirse al respeto. Los críticos tienen razón cuando dicen que no se conoce ningún censo imperial a nivel mundial bajo Augusto, pero eso no significa que se equivocó Lucas. A veces Roma colaboraba con los gobernantes locales y les permitía realizar censos que Roma luego recopilaba y sumaba para obtener los resultados. Desde la perspectiva de la gente normal y corriente, dichos censos le parecerían un censo a nivel mundial bajo la autoridad de Roma, porque era Roma misma que mandaba que se realizara dichos censos. Por tanto, no creo que podamos criticar a Lucas por referirse a este censo local —que podría haber formado parte de un censo mucho más grande— como a nivel mundial en Lucas 2:1.

                  En cuanto a Belén, tiene muy poco sentido inventar la historia: ningún otro pretendido mesías de la época —y había muchos— afirmaba haber nacido allí, y tampoco tenía importancia nacional o política. Por tanto, ¿por qué inventar la historia de que José y María fueron a Belén? No tiene ningún sentido. Además, algunos hallazgos del desierto de Judea —específicamente de Nahal Hever— nos has preservado un caso que podría ser entendido como paralelo al de José y María. Una mujer que se llamaba Babatha tuvo que viajar a otro pueblo con su marido como guardián legal para declarar una propiedad que se podría tasar. Basado en este paralelismo histórico, es posible que José y/o María tuviera una propiedad en Belén y que por tanto tuviera que ir (los dos) a Belén para declarar. Si la propiedad perteneciera a la familia, habrían intentado quedarse en el (muy) pequeño cuarto de los invitados en la parte alta de la casa. Sin embargo, como los cuartos solían ser (muy) pequeños, y por tanto no muy adecuados para dar a luz, se habrían bajado a la planta baja donde vivían los animales. Según esta interpretación, no es que no hubiera lugar en el “mesón”, sino en la “posada” (κατάλυμα), que es una traducción mejor de la palabra. Por tanto, a nivel histórico no hay nada en Lucas 2:3-7 que no pudiera haber pasado.

                  En cuanto a Cirenio, aunque es verdad que Josefo dice que el censo fue bajo Cireneo en el año 6 o 7 d. C., es muy posible que se equivocara. Josefo afirma ser historiador, y a veces es fiable, pero en otros casos es demostrablemente falso. Más específicamente, su relato sobre el censo bajo Cireneo tiene sus propias dificultades históricas, y por tanto no debemos aceptar su versión de manera acrítica.

                  Sin embargo, dando por sentado que había un censo en 6 o 7 d. C. bajo Cirenio, hay tres posibilidades de resolver esta dificultad histórica.
                   
                  Primero, algunos han intentado cambiar la fecha del nacimiento de Jesús al año 6 o 7 d. C., pero dicho cambio tendría dos consecuencias difíciles de aceptar: 1) Se habría equivocado Mateo (ver Mt 2:22); 2) Lucas, un historiador muy preciso y fiable, se habría equivocado por unos diez años en el nacimiento de Jesús. Al final, no parece una buena opción.
                   

                  Segundo, otros han argumentado que Cirenio estuvo en Siria en dos ocasiones distintas, sea como enviado especial o gobernador, y que Lucas se refiere a la primera ocasión. Gracias a la influencia de William Ramsey, esta teoría contó con mucho apoyo durante el s. XX, pero nuevos estudios parecen haberla derrotado, y son pocos los que lo defienden hoy en día.

                  Tercero, algunos han recurrido al texto griego para resolver la dificultad. Específicamente, varios expertos han sugerido otras interpretaciones y traducciones del adjetivo traducido como “primer” (πρώτη) en Lucas 2:2. La traducción “primer” implica una idea superlativa, es decir, el primer censo de varios. Sin embargo, el adjetivo también puede funcionar como un adverbio y así modificar la expresión “se hizo” y llevar una idea comparativa, y por tanto ser traducido como “antes”. Según esta interpretación, la traducción de la frase sería: “Este censo se hizo antes de que Cirenio fuera gobernador de Siria”. Este argumento tiene por lo menos tres puntos fuertes. Primero, evita por completo la cuestión histórica y así concuerda con lo que sabemos de la fiabilidad de Lucas. Segundo, tenemos otros ejemplos que traducen la palabra como “antes” (ej., Jn 15:18). Tercero, tiene sentido que Lucas hiciera una distinción entre “el censo” famoso de 6 o 7 d. C. al que hace referencia en Hechos 5:37, y este censo anterior. Sin embargo, el punto débil de esta interpretación es que no es la manera más natural de leer el texto griego. El adjetivo “primer” concuerda con el nombre “censo” en caso, número y género, y también lo sigue inmediatamente en el texto, lo cual lo hace difícil que se interprete como un adverbio en lugar de un adjetivo. La lectura “mas natural” es: “primer censo”. También requiere que el pronombre demostrativo “este” funcione de manera atributiva respecto al nombre “censo”, lo cual es casi imposible porque el nombre “censo” no lleva el artículo, que es lo esperado. Y allí es dónde se queda por ahora el debate: por un lado, Lucas es un fiel historiado (a diferencia de Josefo), y, por otro lado, el griego no es tan claro como un habría esperado. ¿Cuál se debe “sacrificar” a costa del otro?
                   
                  3. Conclusión
                   
                  ¿Qué podemos concluir de este estudio? Tenemos tres respuestas distintas para las tres críticas que tratamos. En cuanto al censo, si lo vemos desde la perspectiva de Lucas con un poco de empatía, no creo que haya ningún problema con cómo se ha expresado con respecto al censo a nivel mundial. En cuanto a Belén, tenemos un posible paralelismo histórico que nos ayuda a entender la razón por la cual José y María habrían vuelto a Belén, y cómo habría acabado Jesús en un pesebre, en la planta baja de la casa. No es una respuesta totalmente satisfactoria, pero sí que nos da un paralelismo histórico a la situación. En cuanto al Cirenio, el debate está en punto muerto. Cada uno tiene que decidir si “pesa más” la fiabilidad general de Lucas o el significado más natural del texto griego. Por ahora, y hasta que haya mejores argumentos o más evidencia, si bien no se puede vindicar a Lucas, tampoco se le puede acusar de un error histórico.
                   
                  Obras importantes sobre el tema:
                   

                  · GERSTACKER, Andreas, “Der Zensus des Quirinius und die Datierung der Geburt Jesu– Quellenlage, Argumente und Interpretationsansätze” Ichthys 2015-2016 (tres artículos). Una versión resumida está disponible in inglés: https://www.youtube.com/watch?v=Dm05lWjJWWQ

                  · WALLACE, Daniel. Greek Grammar Beyond the Basics, 304-305 (no disponible en la versión española Gramática griega: sintaxis del Nuevo Testamento).
                   

                  · NOLLAND, John. Luke 1-9:20, 99-104.

                   
                   
                   

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                    El comienzo del movimiento ecuménico: La encíclica del patriarcado Germano V de Constantinopla

                    Introducción

                    El siguiente texto es la primera traducción al español de la carta que lanzó el movimiento ecuménico: la encíclica del patriarcado Germano V de Constantinopla. Aunque el movimiento tuvo algún inicio importante en la conferencia misionera de 1910 en Edimburgo, la carta del patriarcado de 1920 fue aún más importante, porque fue escrito por el líder ecuménico de las iglesias ortodoxas y fue respetuoso hacia las iglesias no ortodoxas, lo cual solicitó una buena respuesta de su parte (muy diferente de la invitación del Papa Pío IX a los cristianos no católico romanos para participar en el concilio Vaticano I).
                     
                    Como se verá a continuación, el modelo de colaboración y compañerismo sugerido por el patriarcado fue basado en la Sociedad de las Naciones que se formó después de la primera Guerra Mundial. Es importante notar que el patriarcado no está contemplando ninguna unión orgánica entre las diversas tradiciones cristianas, sino el reconocimiento mutuo entre sí. En resumen, argumenta que, dando por sentado que todos somos cristianos, no deberíamos seguir intentando convertir a los de otras tradiciones cristianas, sino construir puentes con ellos cuando sea posible. La carta no menciona algunos temas importantes —sobre todo los debates teológicos entre las distintas confesiones— y el movimiento ecuménico ha avanzado mucho durante los últimos 100 años, pero es imposible entender el momento en el que vivimos sin entender el comienzo, que tiene su origen en esta carta.
                     
                    Texto
                     
                    “A las iglesias de Cristo en todo lugar”, Encíclica del patriarcado ecuménico, 1920[1]
                     
                    “Amaos unos a otros de todo corazón” (1 Pd 1:22).
                     
                    Nuestra propia iglesia sostiene que el acercamiento y la comunión entre las distintas iglesias cristianas no es impedido por las diferencias doctrinales que existen entre ellas. En nuestra opinión, este acercamiento es muy deseable y necesario. Sería útil de muchas formas para el interés real de cada iglesia en particular y para el cuerpo cristiano en su conjunto, así como para la preparación y el avance de esa bendita unión que se completará en el futuro según la voluntad de Dios. Consideramos, por tanto, el tiempo presente como el más favorable para traer a colación esta importante cuestión y estudiarla juntos.
                     
                    Aunque, en este caso, debido a prejuicios, prácticas o pretensiones anticuadas, puedan surgir o plantearse las dificultades que tan a menudo han puesto en peligro los intentos de reencuentro en el pasado, no obstante, en nuestra opinión, dado que en esta fase inicial sólo nos preocupan los contactos y el acercamiento, estas dificultades son de importancia menor. Si hay buena voluntad e intención, no pueden ni deben crear un obstáculo invencible e insuperable.
                     
                    Por tanto, considerando posible y oportuno tal esfuerzo, especialmente en vista de la esperanzadora creación de la Sociedad de las Naciones, nos aventuramos a expresar a continuación, de forma breve, nuestro pensamiento y nuestra opinión sobre la forma en que entendemos este acercamiento y contacto y cómo lo consideramos realizable; pedimos e invitamos encarecidamente el juicio y la opinión de las demás iglesias hermanas de oriente y de las venerables iglesias cristianas de occidente y de todo el mundo.
                     
                    Creemos que las dos medidas siguientes contribuirán en gran manera al acercamiento que tanto se desea y que tan útil sería, y creemos que tendrían éxito y serían fructíferas:
                     

                    En primer lugar, consideramos necesaria e indispensable la eliminación y abolición de todas las desconfianzas y resentimientos mutuos entre las diferentes iglesias que surgen de la tendencia de algunas de ellas a atraer y hacer proselitismo entre los seguidores de otras confesiones. Ya que nadie ignora lo que desgraciadamente está ocurriendo hoy en día en muchos lugares, perturbando la paz interna de las iglesias, especialmente en oriente. Muchos problemas y sufrimientos son causados por otros cristianos, y se despiertan grandes odios y enemistades, con insignificantes resultados, por esta tendencia de algunos a hacer proselitismo y atraer a seguidores de otras confesiones cristianas.

                    Tras este restablecimiento de la sinceridad y la confianza entre las iglesias, consideramos:
                     
                    En segundo lugar, que sobre todo se reavive y fortalezca el amor entre las iglesias, de manera que ya no se consideren mutuamente extrañas y extranjeras, sino parientes y parte de la familia de Cristo y “coherederos y miembros del mismo cuerpo, participando igualmente de la promesa en Cristo Jesús” (Ef 3:6).
                     
                    Porque, si las diferentes iglesias se inspiran en el amor, y lo anteponen a todo lo demás en sus juicios sobre los otros y en sus relaciones con ellos, en lugar de aumentar y ensanchar las disensiones existentes, deberían ser capaces de reducirlas y disminuirlas. Si se despierta un interés fraternal por la condición, el bienestar y la estabilidad de otras iglesias y se está dispuesto a interesarse por lo que ocurre en esas iglesias y a obtener un mejor conocimiento de ellas y se desea ofrecer auxilio y ayuda mutuos, se lograrán muchas cosas buenas para la gloria y el beneficio de ellos mismos y del cuerpo cristiano. En nuestra opinión, tal amistad y disposición bondadosa hacia el otro pueden mostrarse y demostrarse especialmente, de las siguientes maneras:
                     
                    a) Aceptando un calendario común para la celebración de las grandes fiestas cristianas al mismo tiempo por todas las iglesias.
                    b) Mediante el intercambio de cartas fraternales con ocasión de las grandes fiestas del año de las iglesias, como es costumbre, y en otras ocasiones excepcionales.
                    c) Por medio de estrechas relaciones entre los representantes de todas las iglesias, dondequiera que se encuentren.
                    d) A través de las relaciones entre las escuelas teológicas y los profesores de teología, mediante el intercambio de revistas teológicas y eclesiásticas y de otras obras publicadas por cada iglesia.
                    e) Mediante el intercambio de estudiantes para la formación continua entre los seminarios de las diferentes iglesias.
                    f) Convocando conferencias pan-cristianas para examinar cuestiones de interés común a todas las iglesias.
                    g) A través del estudio histórico imparcial y más profundo de las diferencias doctrinales tanto por los seminarios como en libros.
                    h) Mediante el respeto mutuo a las costumbres y prácticas de las diferentes iglesias.
                    i) Permitiéndose mutuamente el uso de capillas y cementerios para funerales y entierros de creyentes de otras confesiones fallecidos en tierras extranjeras.
                    j) Mediante un acuerdo acerca de la cuestión de los matrimonios mixtos entre las confesiones.
                    k) Finalmente, a través de la mutua ayuda incondicional a las iglesias en sus esfuerzos para el avance religioso, la caridad y demás.
                     
                    Un contacto tan sincero y cercano entre las iglesias será tanto más útil y provechoso para todo el cuerpo de la Iglesia, ya que múltiples peligros acechan no sólo a las iglesias particulares, sino a todas ellas. Estos peligros atacan el fundamento mismo de la fe cristiana y la esencia de la vida y la sociedad cristianas. Porque la terrible Guerra Mundial que acaba de finalizar ha sacado a la luz muchos síntomas malsanos en la vida de los cristianos y, a menudo, ha revelado una gran falta de respeto incluso hacia los principios elementales de justicia y caridad. Así, ha empeorado las heridas ya existentes y ha abierto otras nuevas de carácter más material, que demandan la atención y el cuidado de todas las iglesias. El alcoholismo, que aumenta cada día; el aumento del lujo innecesario bajo el pretexto de mejorar la vida y disfrutarla; la sensualidad y la lujuria cubiertas del manto de la liberación y la emancipación de la carne; el predominio del libertinaje y la indecencia descontrolados en la literatura, la pintura, el teatro y la música, bajo el respetable nombre del desarrollo del buen gusto y el cultivo de las bellas artes; el endiosamiento de la riqueza y el desprecio de los más altos ideales; todos estos temas y otros similares, al amenazar la esencia misma de las sociedades cristianas, son también temas oportunos que requieren y, de hecho, necesitan del estudio común y la cooperación de las iglesias cristianas.
                     
                    Por último, es deber de las iglesias que llevan el sagrado nombre de Cristo no olvidar ni descuidar por más tiempo su nuevo y gran mandamiento de amor. Tampoco deben seguir yendo tristemente a la zaga de las autoridades políticas, que, aplicando el espíritu del Evangelio y las enseñanzas de Cristo, han creado ya, bajo felices auspicios, la llamada Sociedad de las Naciones para defender la justicia y cultivar la caridad y el acuerdo entre las naciones.
                     
                    Por todas estas razones, estando convencidos de la necesidad de establecer un contacto y una liga (confraternidad) entre las iglesias y creyendo que las otras iglesias comparten nuestra convicción como se ha dicho anteriormente, al menos como comienzo, solicitamos que cada una de ellas nos envíe en respuesta una declaración de su propio juicio y opinión sobre este asunto para que, habiendo alcanzado algún acuerdo o resolución común, procedamos juntos a su realización, y así “hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo (estando ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen), conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor” (Ef 4:15–16).
                     
                    Artículo traducido por Trini Bernal; modificado ligeramente por el autor.
                     
                    [1] Fuente: Michael Kinnamon, ed., The Ecumenical Movement: An Anthology of Key Texts and Voices, 2ª ed. (Geneva: WCC Publications, 2016), 73–74; disponible online: https://www.oikoumene.org/es/node/70083?fbclid=IwAR24C7u0xzCdwmzTdSailAkxMS696vzaYS6taaEUHIqw23EvefZ-b-FRR7I.

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