¿Quién es Jesús? Una introducción a la Cristología
[Nota introductoria: este artículo es la traducción de un escrito de Donald Fairbairn, una autoridad casi sin igual sobre la doctrina de Cristo y la Trinidad en los ss. IV–V. Ha publicado varios libros sobre el tema, y el artículo a continuación es un resumen de parte de algunos de dichos libros, como Life in the Trinity (La vida en la Trinidad) y Creeds and Confessions (Los credos y las confesiones). Para los que manejan el inglés, les animamos a comprar sus libros, que están entre los mejores sobre sus temas respectivos.]
Jesús en el Nuevo Testamento: Algunos pasajes clave
Mateo 16:13-20
En vez de comenzar con acontecimientos alrededor del nacimiento de Cristo (como en Mateo y Lucas) o con su anuncio de que el reino de Dios se ha acercado (como en Marcos), Juan comienza con el Verbo, el Logos, en su relación eterna con Dios. “En el principio era el Verbo, y el Verbo estaba con Dios, y el Verbo era Dios” (Jn 1:1-2). Aquí establece la eternidad del Verbo, la distinción entre el Verbo y Dios de manera que pueden estar uno “con” otro y la identidad del Verbo como Dios. Un poco más adelante Juan hace su conocida afirmación: “Y aquel Verbo fue hecho carne, y habitó entre nosotros y vimos su gloria, gloria como del unigénito del Padre, lleno de gracia y de verdad” (Jn 1:14). Aquí Juan deja claro que el nacimiento del Verbo en carne no es el comienzo de su existencia. Siempre ha estado con Dios y siempre ha sido Dios. Siempre ha sido el único Hijo del Padre. Sin embargo, ahora que se ha hecho humano, podemos verle por quién es.
Filipenses 2:5-11
Estos pasajes, y muchos otros como estos, nos aportan la estructura básica para nuestro entendimiento de quién es Jesucristo. Él no es simplemente un humano que es divino en cierto sentido. No es un hombre que fue elevado a estatus de Dios. Él comenzó como Dios, como el único Hijo de Dios el Padre. Precisamente, el hecho mismo de que le llamemos Dios “Padre” implica que tiene un hijo y, aunque es cierto que somos hijos de Dios, no siempre lo hemos sido. Si Dios siempre ha sido Padre, entonces, tiene que haber tenido siempre un Hijo, y lo tuvo. El Verbo, el Hijo, Jesús, siempre ha estado con el Padre. Y sin embargo, ese Hijo eterno de Dios ha entrado en el tiempo y en el espacio haciéndose humano para redimirnos, para traernos de vuelta a Dios su Padre, de manera que su Padre pudiera convertirse en nuestro Padre también.
Reflexión de la Iglesia Primitiva acerca de Cristo
Siguiendo esta línea de razonamiento, la Iglesia del segundo y tercer siglo afirmaba la verdad central de que Dios el Hijo, completamente igual al Padre, ha bajado personalmente a la tierra para salvarnos. Por ejemplo, a finales del segundo siglo, Ireneo de Lyon (en lo que hoy es Francia) combatió la herejía del Gnosticismo (que, entre otras cosas, veía al Cristo divino y al Jesús humano como dos personas separadas) escribiendo esto:
Los Gnósticos afirman que un Ser sufrió y nació, y que este fue Jesús; pero que hubo otro que descendió sobre Él y que este era Cristo, quien también volvió a ascender… Su doctrina aparta de Aquel que es verdaderamente Dios, ignorando que Su Palabra unigénita… es Jesucristo mismo, nuestro Señor, que también sufrió por nosotros y resucitó por nosotros y que vendrá de nuevo en la gloria de Su Padre… (Ireneo, Contra herejías 3.16.6 [c. 180])
Igualmente, más o menos en la misma época, Tertuliano de Cartago (en la Túnez moderna) respondió a la negación de Marción de que el Hijo de Dios realmente muriese en la cruz, declarando: “Respóndeme a esto, asesino de la verdad: ¿No fue Dios verdaderamente crucificado? Y, siendo verdaderamente crucificado, ¿no murió verdaderamente? Y habiendo verdaderamente muerto, ¿no resucitó verdaderamente?” (Tertuliano, Sobre la carne de Cristo 5.2 [c.190])
El primer gran desafío a este consenso: el arrianismo
Conocemos un Dios —único no engendrado, único eterno, único sin principio, único verdadero, único poseedor de inmortalidad, único sabio, único bueno, único maestro, […] que engendró un Hijo unigénito antes de los tiempos de la eternidad, a través del cual hizo los tiempos y todo. Pero no le engendró en apariencia sino en verdad, habiéndolo sometido a su propia voluntad, una perfecta criatura de Dios inmutable e inalterable. […] El Hijo, engendrado por el Padre, creado y establecido antes de los tiempos, no existía antes de ser engendrado. Más bien, el Hijo engendrado atemporalmente antes de todo, solo fue llevado a la subsistencia por el Padre. Pues no es eterno, ni co eterno, ni no engendrado con el Padre (Arrio, Carta a Alejandro de Alejandría)
Arrio se atrevió a decir: ‘El Verbo no es verdaderamente Dios. Aunque sea declarado Dios, no es verdadero Dios. Por gracia compartida, es declarado Dios solo de nombre, como todos los demás…’ Pero nosotros hablamos sin reservas de la fe religiosa con base en las divinas Escrituras; la ponemos como la luz en el candelero, diciendo: ‘Él es por naturaleza verdadero y legitimo Hijo del Padre, perteneciente a su sustancia, la Sabiduría unigénita, y verdadero y único Hijo de Dios. Por lo tanto, es verdadero Dios, homoousios con el verdadero Padre’. (Atanasio, Contra los Arrianos 1.6, 1.9 [ca. 340])
En este texto, la palabra homoousious era una palabra que el Concilio de Nicea había usado en el 325 para indicar que Jesús es de la misma sustancia que el Padre. No es un ser semi-divino como Arrio pensaba, sino igual al Padre, de manera que (con el Espíritu Santo) constituyen un sólo Dios en lugar de tres.
Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, creador de cielo y tierra, de todo lo visible y lo invisible
Y en un solo Señor, Jesucristo, Hijo único de Dios, engendrado del Padre antes de todos los siglos; Dios de Dios, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero, engendrado, no creado, homoousios con el Padre, por quien todo fue hecho; por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo, por obra del Espíritu Santo se encarnó de María, la Virgen, y se hizo hombre. Por nuestra causa fue crucificado bajo Poncio Pilato: padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras, subió al cielo y está sentado a la derecha del Padre; de nuevo vendrá con gloria para juzgar a los vivos y a los muertos, y su reino no tendrá fin.
Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre, que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, y que habló por los profetas.
En la Iglesia, una, santa, católica y apostólica. Reconocemos un solo bautismo para el perdón de los pecados. Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
Es de resaltar, en este credo, la confesión de fe en Dios el Padre, en el Hijo de Dios, Jesucristo, y en el Espíritu Santo. Debido a que el Hijo es homoousious (de la misma sustancia) con el Padre, es Dios así como el Padre es Dios. Y, puesto que el Espíritu Santo recibe adoración junto al Padre y al Hijo, es Dios al igual que ellos. Las tres personas constituyen un solo Dios, no tres dioses independientes. De igual importancia es notar que el unigénito Hijo de Dios, el que es Dios verdadero de Dios verdadero, ha bajado y se ha hecho hombre por nuestra salvación. Para salvarnos, tenía que sercompletamente Dios, pero además tenía que bajar haciéndose hombre también. Jesús no es simplemente divino y humano de alguna forma. Él es Dios el Hijo que se ha hecho hombre para salvarnos. Aquí la Iglesia sigue cuidadosamente las líneas establecidas en Juan 1 y Filipenses 1.
El segundo gran desafío a este consenso: el nestorianismo
Podría pensarse que el Credo de Nicea habría resuelto de una vez por todas la cuestión de quién es Jesús. Pero, a finales del siglo cuarto, un hombre llamado Apolinar de Laodicea —intentando ser fiel a la fe Nicena— adoptó un punto de vista de la humanidad de Cristo que la Iglesia reconoció inadecuado. Apolinar sostenía que ser espiritual y físico a la vez es ser humano y, como el Verbo ya era espiritual, simplemente tomar un cuerpo humano le hacía plenamente humano. En respuesta, la Iglesia reconoció correctamente que para ser plenamente humano, no solo necesitaba un cuerpo, sino una mente humana, emociones humanas, etc. Gregorio de Nacianceno (en Turquía central) argumentó, de manera muy persuasiva, que no es tocado por la salvación cualquier aspecto de la humanidad que el Hijo no asumió. “Lo no asumido es no sanado”, pero no hay aspecto alguno de lo que significa ser humano que fuera “no asumido”, por lo tanto no hay aspecto de la humanidad que no sea alcanzado por la salvación.
Obsérvense la similitud del pensamiento de Teodoro con la posterior idea moderna del progreso ascendente de la humanidad, expresada con mayor claridad en el s. XIX. No es de extrañar que el s. XIX fuera testigo de cómo muchos cristianos adoptaron un punto de vista acerca de Cristo como el de Teodoro. Creían que Jesús era un hombre con una conexión especial con Dios, no que era Dios el Hijo viviendo en la tierra como un hombre.
Porque tras haber dicho que les fue dada autoridad de parte aquel que es por naturaleza Hijo, para llegar a ser hijos de Dios, y de haber introducido de esta manera lo que es de adopción y de gracia, puede después añadir sin peligro (de malentendidos) que fueron engendrados de Dios; para mostrar la grandeza de la gracia que les fue conferida, reuniendo a los que eran ajenos a Dios Padre en una, por así decirlo, comunión natural y elevando a los esclavos a la nobleza de su Señor, por su entrañable amor hacia ellos. (Cirilo de Alejandría, Comentario de Juan, 1:13)
La frase fundamental de este pasaje es “comunión natural”. Cirilo usa esta frase para referirse a la comunión mutua que tienen las personas de la Trinidad al compartir la misma naturaleza, porque constituyen el mismo Dios. Sin embargo, aquí y en otras partes de sus escritos, sostiene que Dios concede a los creyentes compartir esa misma comunión. Dios no nos hace iguales a él de ninguna manera (ya ha negado esa posibilidad antes en su comentario) pero, aún así, nos concede una participación en la misma comunión que disfrutan las personas de la Trinidad. Sólo el verdadero, natural, Hijo de Dios podría concedernos esto por hacernos hijos a través de la adopción.
La definición de Calcedonia
La controversia Nestoriana condujo a dos concilios ecuménicos, el Tercero en Éfeso (Turquía occidental) en 431, que fue muy complicado desde el punto de vista político y no resolvió el problema permanentemente, y el Cuarto en Calcedonia (cerca de Nicea en el noroeste de Turquía) en 451, que produjo el segundo pronunciamiento doctrinal más importante de la Iglesia: la definición de Calcedonia. Hoy en día, la gente suele considerar la definición de Calcedonia como un documento de compromiso, diseñado para mediar entre los énfasis “alejandrinos” (como los de Atanasio y Cirilo) y los énfasis “antioquenos” (como los de Teodoro y Nestorio). El elemento central del documento, en la mente de muchos eruditos modernos, es la parte resaltada en rojo que cito a continuación:
Por eso, siguiendo la enseñanza de los santos padres, nos unimos en la enseñanza de que debemos confesar a uno y el mismo Hijo, nuestro Señor Jesucristo.
Este mismo es perfecto en deidad, este mismo es perfecto en humanidad; este mismo es verdadero Dios y verdadero hombre, comprendiendo alma racional y cuerpo. Es de la misma sustancia que el Padre de acuerdo a su deidad, y el mismo es de la misma sustancia que nosotros de acuerdo a su humanidad, igual a nosotros en todo excepto en el pecado. Fue engendrado antes de los tiempos del Padre, de acuerdo a su deidad, pero en los últimos tiempos, por nosotros y nuestra salvación, el mismo nació de la virgen María, portadora de Dios, de acuerdo a su humanidad.
Él es uno y el mismo Cristo, Hijo, Señor y Unigénito, que se da a conocer en dos naturalezas unidas de manera inconfundible, inmutable, indivisible, inseparable. La distinción entre las dos naturalezas no es destruida en absoluto a causa de la unión, sino que la propiedad de cada naturaleza se conserva y concurre en un solo prosopon e hipostasis.
No está separado o dividido en dos prosopa, sino que es uno y el mismo Hijo, el Unigénito, Dios el Logos, el Señor Jesucristo.
Así hablaron de él los profetas desde el principio, y el mismo Jesucristo nos instruyó, y el Concilio de los padres nos ha transmitido (la fe).
La porción subrayada en rojo enfatiza las dos naturalezas y la única persona (prosopon e hipostasis son palabras que significan “persona”) y la claridad terminológica que aporta esta declaración es parte importante de la contribución de Calcedonia a nuestra comprensión de Cristo. Sin embargo, la declaración en rojo no es lo más importante que afirma la definición. Al contrario, el punto principal —repetido ocho veces en un párrafo y subrayado en azul— es que el niño nacido de María es el mismo que siempre ha sido el Hijo de Dios. Los obispos reunidos en Calcedonia están afirmando que, para que pudiésemos ser salvos, Dios mismo tuvo que bajar a salvarnos. Por lo tanto, no es sólo que el Verbo tiene que ser Dios, sino que Jesús y el Verbo son la misma persona. Si Jesús no es el Verbo, sino un hombre en quien el Verbo habita, Dios no ha bajado para salvarnos y, por lo tanto, no somos salvos. Pero Jesús es Dios el Verbo que se hizo hombre por nuestro bien. Esta es la verdad central que la Iglesia quiso proclamar.
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Cristo en toda la Escritura
I. Introducción
II. Cinco ejemplos de tipología cristológica en el Antiguo Testamento
II.1. Adán y Eva (Gén 2)
Adán, siendo perfecto y sin pecado, no tenía mujer. Dios le hizo caer un sueño profundo, abrió su costado y formó su mujer de su propio cuerpo. Al despertarse, Adán vio su gloriosa y perfecta mujer.
Jesús, el verdadero Adán, siendo perfecto y sin pecado, no tenía mujer. En la cruz, le cayó el sueño profundo de la muerte. El soldado romano le abrió su costado con una lanza y emanó sangre y agua, formando así su mujer de su propio cuerpo. Al despertar de la muerte, verá a su gloriosa y perfecta mujer en la eternidad (cf. Ef 5:25-27).
Dios manda a Abraham sacrificar a su único hijo amado y los dos viajan juntos por tres días hasta el Monte Moriah[1]e Isaac es quien lleva la leña (en hebreo ‘leña’ es la misma palabra para ‘madera’ y ‘árbol’) subiendo la montaña; pero al tercer día Dios rescata a Isaac de la muerte en el último minuto por proveer otro sacrificio.
Jesús, el único hijo amado de Dios, fue el sacrificio quien llevó su ‘madera’ subiendo Gólgota; pero, a diferencia de Isaac, no fue rescatado en el último minuto[2] porque él fue el verdadero “otro sacrificio” que Dios proveyó; sin embargo, al tercer día Dios le soltó de la muerte.
II.3. José y sus hermanos (Gén 37-50)
José fue el hijo amado de su padre y fue traicionado por sus hermanos por plata; fue condenado injustamente como criminal y enviado a la cárcel (un tipo de muerte) con dos criminales, uno de los cuales era inocente y el otro culpable; luego José fue liberado de la cárcel (un tipo de resurrección) y sentado a la diestra del Faraón, desde donde salvó a mucha gente de la muerte y perdonó a sus hermanos traidores.
Jesús fue el hijo amado de su Padre y fue traicionado por sus hermanos (Judás y los otros líderes religiosos) por plata; fue condenado injustamente como criminal y enviado a la tumba después de ser crucificado con dos criminales, uno de los cuales era inocente y el otro culpable; luego Jesús fue levantado de la muerte y sentado a la diestra del Padre, desde donde salva a mucha gente de la muerte y perdona a sus hermanos traidores.
Los filisteos derrotan a los israelitas, llevan cautiva el arca y la ponen delante de su dios, Dagón. Por la mañana del tercer día los filisteos encuentran a Dagón derrumbado delante del arca, con su cabeza y manos cortadas.
Jesús, la verdadera arca del Señor, es llevado cautivo por el verdadero enemigo, la muerte. Pero al tercer día demuestra Jesús que la ha cortado la cabeza y las manos por levantarse de los muertos.
Daniel fue condenado a la muerte por su piedad (oraciones) por unos soberanos celosos y malvados, que habían engañado y obligado al rey para que le echara en el foso de muerte. Pero temprano al tercer día (es decir, el tercer díadespués de ser condenado por sus oraciones), fue liberado del foso y restaurado a su lugar glorioso.
Jesús fue condenado a la muerte por su piedad por unos soberanos celosos y malvados, que engañaron y obligaron a Pilato a que le condenara a la cruz y a la tumba. Pero temprano al tercer día fue liberado de la tumba y restaurado a su lugar glorioso por su ascensión a la diestra de Dios.
Espero que estos ejemplos hayan animado a los lectores a tomar en serio las palabras de Jesús cuando afirmó que toda la Escritura habla de su sufrimiento y subsecuente gloria. El método usado aquí no ha sido la de buscar profecías sino la tipología, un método poco usado por nosotros los protestantes, pero que debemos recuperar. Ahora les animo a coger sus Biblias y leerlas con la expectativa de encontrar el mismo patrón en otras partes. Les aseguro que la búsqueda no será en vano.
[1] Según 2 Chr 3:1 es el mismo sitio donde Salomón construyó el Templo. [2] Aunque se lo pidio: ‘Padre, si es posible, pase de mí esta copa’.
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Revelación–respuesta: el canto evangélico y el ritmo bíblico de la adoración
Introducción
Este no es el momento adecuado para proporcionar todos los textos bíblicos que hablan del patrón bíblico de la adoración. Mi meta aquí es más modesta: proporcionar algunos de los textos más conocidos sobre el tema, que pueden ilustrar el caso de que el canto suele seguir a la palabra o el acto de Dios, y no precederla.
Éxodo 14-15: En Éxodo 14, Dios libra a los israelitas de los egipcios, y en Éxodo 15, Moisés y los israelitas responden con una canción. Luego, en los vv. 20-21, María y las mujeres también responden con una canción.
Jueces 4-5: En Jueces 4, Dios libra a los israelitas de Jabín rey de Canaán, y en Jueces 5, Débora y Barac responden con una canción.
1 Reyes 8: en los primeros versículos del capítulo, el Templo está dedicado al Señor y la nube del Señor lo llena de tal modo que los sacerdotes no pueden seguir ministrando. Luego Salomón responde con una oración extendida y con una bendición para la gente, y todos responden ofreciendo sacrificios.
Job 38:6-7: los ángeles alababan y se regocijaban cuando Dios creó el mundo.
El libro de los salmos: Una y otra vez los salmistas dan fe de que su canto funciona como respuesta a la obra de Dios: p. ej., 9:11-12; 13:6; 18 título (cf. vv. 46-49); 30 título (cf. vv. 4-5, 11-12); 33:3-5; 51:14; 59:16-17; etc…
El libro de Lamentaciones: El libro entero es un lamento que responde al juicio de Dios.
Apocalipsis 5: El Cordero toma el libro de la mano derecha de Dios, y los que rodean el trono responden con una canción.
Supongo que habrá varias maneras de cumplir con el patrón de revelación–respuesta, pero me gustaría ofrecer dos maneras en las que se puede hacer. Primero, los cultos evangélicos deben tomarse en serio la práctica de otras denominaciones más tradicionales de empezar el culto con una lectura de la Biblia. El director de música podrá planear las canciones que la siguen, para que la gente pueda responder con una canción de manera adecuada (hace falta un poco de planificación para hacer esto). Segundo, en lugar de cantar entre tres y seis canciones antes de la predicación, ¿por qué no prorrogar el tiempo de cantar hasta después de la predicación? Muchas iglesias cantan por lo menos una canción después de la predicación, y si se selecciona bien, mucha gente dice que es el mejor momento del culto, en el que puede responder al Señor. El canto es el punto álgido de nuestra adoración, y nuestros corazones están más llenos y dispuestos a cantarle después de haberle escuchado en su Palabra.
[1] Evangelicalism in Modern Britain: A History from the 1730s to the 1980s (London: Routledge, 1989).
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