Mes: marzo 2024

El desarrollo de la doctrina según los Credos y las solas de la Reforma

I. Introducción

En este artículo me gustaría enseñar brevemente el desarrollo de la doctrina según los dos Credos más importantes a la Iglesia y las cinco solas de la Reforma protestante. La intención que tengo es aclarar qué es el evangelio y cómo encajan las cinco solas del protestantismo dentro del mismo. Ya he tratado el tema desde otro enfoque en otra ocasión (pinchar aquí), pero aquí me gustaría profundizar un poco más en el tema.
 
II. Los Credos y las Solas
 
Aquí vamos a seguir el desarrollo de la doctrina según los Credos apostólico y niceno-constantinopolitano y las cinco solas de la Reforma. Empezamos con el Credo apostólico. Como he demostrado en un artículo previo (pinchar aquí), es un resumen sistemático del evangelio, y por lo tanto, referirse al evangelio es referirse al Credo apostólico y viceversa. El Credo se remonta al s. II (aunque la forma que recitamos hoy en día sólo se remonta al s. VII). En el futuro hablaré sobre el desarrollo de este credo en concreto, pero basta decir que excepto por algunas pequeñas frases (controversiales), las dos versiones son más o menos iguales.
 

II.1. Credo apostólico

Aquí lo tenemos, según los doce artículos tradicionales:
 

1. Creo en Dios el Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra.

2. Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor

3. que fue concebido por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María,
 
4. padeció bajo Poncio Pilato, crucificado, muerto y sepultado, descendió a los infiernos
 
5. resucitó al tercer día de los muertos
 
6. ascendió a los cielos, está sentado a la diestra de Dios Padre todopoderoso,
 
7. de allí vendrá a juzgar a vivos y muertos.
 
8. Creo en el Espíritu Santo
 
9. la santa Iglesia católica, la comunión de los santos,
 
10. el perdón de los pecados,
 
11. la resurrección de la carne,
 

12. la vida eterna. Amen.

Así era cómo los cristianos del s. II resumían de manera sistemática el evangelio. Sin embargo, en el s. IV surgió un gran debate sobre la deidad de Cristo (y también del Espíritu Santo). Aunque se podía inferir la deidad de Cristo del Credo apostólico (ej., «su único Hijo»), no había ninguna afirmación dedicada a ello. Por lo tanto, lo que hicieron los líderes de la Iglesia durante los Concilios de Nicea y de Constantinopla, fue tomar el Credo apostólico y ampliarlo en los sitios necesarios.
 

II.2. Credo niceno constantinopolitano

Cuando comparamos el Credo apostólico con el niceno-constantinopolitano, queda así (he puesto en cursiva las adiciones más importantes):
 

1. Creemos en un solo Dios, el Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible

2. y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho;
 
3. por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó de los cielos y se encarnó por el Espíritu Santo y la virgen María, y se hizo hombre;
 
4. fue crucificado por nosotros en tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado,
 
5. y resucitó al tercer día según las Escritura
 

6. y subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre

7. y de nuevo vendrá con gloria para juzgar a vivos y muertos, de cuyo reino no tendrá fin.
 
8. Y en el Espíritu Santo, el Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, que habló por los profetas.
 
9. En una Iglesia santa, católica y apostólica.
 
10. Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados.
 
11. Esperamos la resurrección de los muertos
 

12. y la vida en los siglos venideros. Amen.

Es verdad que el Credo niceno-constantinopolitano hace varios cambios (ligeros) respecto al Credo apostólico, pero dónde más se notan son los artículos relacionados con la deidad de Cristo y del Espíritu Santo. Ahora la Iglesia sí tenía lo que le faltaba: un Credo universal que afirmaba claramente la plena deidad de cada miembro de la Trinidad.

Me habría gustado incorporar la siguiente etapa en el desarrollo de la doctrina: el debate sobre la humanidad de Cristo y los Credos de Caledonia y Atanasio que respondieron a ello, pero por el bien del espacio tendrá que esperar a otro momento. Basta decir que el artículo 3 —«que fue concebido por el Espíritu Santo, nacido de la virgen María»— fue ampliamente modificado en el s. IV para afirmar la plena deidad y humanidad de Cristo.
 
Ahora llegamos a las cinco solas de la Reforma protestante en el s. XVI. ¿Cómo encajan ellas dentro del evangelio tal como está articulado en los Credos apostólico y niceno-constantinopolitano? Antes de presentar la tabla, permítanme explicar el contexto teológico de las solas:
 

1. Sola Escritura: La autoridad final de la Iglesia es la Biblia, y no la Biblia más la Tradición y el Magisterio.

2. Sola gracia: Somos salvos solo por la gracia de Dios, y no por ningún mérito o colaboración humano.
 

3. Sola fe: Somos salvos solo por la fe, y no por fe más obras de amor y/o los sacramentos.

4. Solo Cristo: Cristo es el único mediador entre Dios y el hombre, y no la Iglesia.
 

5. Solo a la gloria de Dios: En la Iglesia solo adoramos a Dios, y no a María y los otros santos.

II.3. Las cinco solas del protestantismo
 

Ahora podemos ver cómo encajan las cinco solas en el evangelio. Confieso que es posible que haya otras maneras de encajar las solas, pero esta es la mejor manera según mi entender. Aquí tenemos el Credo niceno-constantinopolitano con las cinco solas

1. Creemos en un solo Dios, el Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible
 

2. y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito Hijo de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho;

3. por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó de los cielos y se encarnó por el Espíritu Santo y la virgen María, y se hizo hombre;
  • ¿Quién se acerca a quién para lograr la salvación: nosotros o Dios? Sola gracia.

4. fue crucificado por nosotros en tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado,
 

5. y resucitó al tercer día según las Escritura

6. y subió a los cielos y está sentado a la derecha del Padre
  • ¿Quién es el mediador entre Dios y el hombre: Cristo o la Iglesia? Solo Cristo.

7. y de nuevo vendrá con gloriapara juzgar a vivos y muertos, de cuyo reino no tendrá fin.
 

8. Y en el Espíritu Santo, el Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo es adorado y glorificado, que habló por los profetas.

9. En una Iglesia santa, católica y apostólica.
  • ¿Qué es la autoridad final en la Iglesia: la Biblia o algo más? Sola Escritura.

  • ¿A quién adoramos en la Iglesia: a Dios, o a otros también? Solo a la gloria de Dios.

10. Confesamos un solo bautismo parala remisión de los pecados.
  • ¿Cómo nos salva Dios: por fe o por fe más otras cosas? Sola fe.

11. Esperamos la resurrección de los muertos
 
12. y la vida en los siglos venideros. Amen.
 

III. Conclusión

Lo que he intentado demostrar en este artículo es que las afirmaciones teológicas de los ss. IV y XVI tienen su contexto en sus debates respectivos sobre ciertos aspectos del evangelio, que fue sistematizado en el s. II (si no antes) en el Credo apostólico. Veo dos aportaciones importantes a este estudio.
 

Primero, mientras que algunos protestantes afirman que las cinco solas son el “centro” del evangelio o de la Biblia, realmente no es así. La Reforma no fue un debate sobre todo, sino sobre algunas cosas importantes. Es importante contextualizar la Reforma y lo que afirmaban en aquel entonces.

Segundo, si protestantes y católicos quieren “hacer las paces”, los dos tienen que reconocer que las diferencias no tienen que ver con cosas superficiales, sino con la interpretación correcta de ciertos artículos del mismo evangelio. Brevemente, se nota que las solas se agrupan en el medio del Credo y tienen que ver con la obra y ministerio de Cristo y la naturaleza y papel de la Iglesia. Aquí es dónde debemos enfocar nuestra atención.

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    De la sola Escritura a la liturgia

    I. Introducción

    Muchos cristianos —sobre todos nosotros los evangélicos— creen que aferrarse a la doctrina de sola Escritura conlleva una oposición a la liturgia, como recitar los credos, seguir el año litúrgico y leer de un leccionario. Después de todo, si la Biblia no nos dice que debemos hacer dichas cosas, ¿qué justificación habrá? Aunque yo nunca obligaría a ninguna persona o iglesia a adoptar estas prácticas en su vida personal o eclesiástica, sí que me gustaría demostrar que aferrarse a sola Escritura no conlleva ninguna oposición a estos elementos litúrgicos en sí. De hecho, intentaré demostrar tres cosas: 1) que el evangelio neotestamentario —es decir, la doctrina fundamental basada solamente en las Escrituras— es lo mismo que el Credo apostólico; 2) que el año litúrgico se puede entender como un recorrido de dicho Credo; y 3) que el leccionario es una herramienta complementaria al año litúrgico, para escoger textos adecuados para los distintos temas de cada domingo. Es decir, estos elementos “no bíblicos” son tres maneras de reforzar nuestro entendimiento del evangelio, y así se justifica su uso, tanto a nivel personal como eclesiástico.
     
    II. El evangelio neotestamentario
     

    El evangelio —como cualquier otro mensaje— se puede relatar de forma concisa o más extensivamente. Nos ayuda pensar en un acordeón: se puede abrir y cerrar según los deseos y propósitos del músico, y así esconder o hacer visible ciertas partes “no necesarias”, pero en todo momento sigue siendo el mismo acordeón. Así es con el evangelio: se puede resumir muy brevemente —como Pablo lo hace en 1 Corintios 15:3-4— y se puede extender a libros enteros de la Biblia —como Romanos, por ejemplo— o a la Biblia misma (por no hablar de la literatura segundaria sobre el tema).

    Por el bien de este artículo, voy a evitar estos dos extremos y abrir el acordeón a medias, de forma que estén presentes todos los elementos esenciales del evangelio, pero sin hacer visibles todos los matices y detalles posibles. Para ello, lo que más sentido tiene es recopilar todos los textos neotestamentarios que hablan —directa o indirectamente— del evangelio, compararlos unos con otros, y ver qué temas suelen volver a ocurrir. Otros expertos —como C. H. Dodd y Donald Selby, por ejemplo— ya han hecho el trabajo difícil, y podemos aprovecharnos de su labor. Existen unos 65 textos que hablan del evangelio. Para los interesados, en el siguiente párrafo doy las referencias bíblicas; para los no interesados, se lo puede saltar sin temor de perderse.
     
    [Los 15 textos directos son: Hch 2:4–40; 3:12–26; 4:8–12; 5:20–42; 7:2–60; 10:34–43; 13:16–41, 46; 14:15–17; 16:31; 17:22–31; 22:1–21; 24:10–21; 26:2–27; Rm 1:1–6; 1 Cor 15:1–11. Los 50 textos indirectos son: Hch 4:1–2, 24–30, 33–35; 5:42; 6:12–14; 8:5, 12, 31–37; 9:19–22; 11:20; 14:21–23; 15:7–11, 13–21; 17:2–3, 7; 18:5, 28; 19:4, 8, 26; 20:18–35; 23:6; 24:24–25; 25:19; 28:17–28; Rm 1:16; 2:16; 10:8–9, 17; 15:19; 16:25–26; 1 Cor 1:17–18, 23–24; 2:2–5; 2 Cor 1:18–19; 4:4–14; 5:11–21; Gál 2:14–21; 3:1, 8–12; Ef 3:8–12; 6:19; Fil 1:18; Col 1:4–5, 21–23; 2:6–15; 1 Tes 1:5, 9–10; 2:13–15; 1 Tm 3:16; 2 Tm 1:8, 12; 2:2–13; Tit 1:1–3; 1 Pd 1:10–12.]
     
    Cuando comparamos estos 65 textos unos con otros, vemos que reaparecen una y otra vez los siguientes seis temas: 1) las profecías del Antiguo Testamento o el Dios creador en general; 2) el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús; 3) por virtud de la resurrección, Jesús ha sido exaltado a la diestra de Dios como Señor, Cristo e Hijo de Dios; 4) el Espíritu Santo en la Iglesia es la señal del poder y la gloria actual de Cristo; 5) Jesús volverá como Juez y Salvador; 6) una llamada al arrepentimiento, la oferta de perdón y del Espíritu Santo y la promesa de salvación. Lo que tenemos en estas seis afirmaciones, por lo tanto, es un bosquejo general y básico del evangelio en su totalidad.
     
    [Antes de seguir, y como un pensamiento medio parentético, me gustaría llamar la atención de los lectores sobre el hecho de que el evangelio neotestamentario era un mensaje trinitario: comenzó con el Padre como creador, se centró en el Hijo como el redentor y acabó en el Espíritu como el dador de vida. Por desgracia, las distintas denominaciones protestantes tienden a enfocarse en un miembro de la Trinidad a coste de los otros dos, y así distorsionan la plenitud del mensaje del evangelio. Urge recuperar el perfil trinitario del evangelio en nuestras iglesias hoy en día.]
     
    III. El evangelio neotestamentario y el Credo apostólico
     

    A lo mejor no todos los lectores conocen el Credo apostólico, así que lo pongo aquí: «Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María, padeció bajo Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los muertos; al tercer día resucitó de entre los muertos, ascendió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia universal, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.»

    Ahora llega la parte interesante. Cuando comparamos el evangelio neotestamentario con el Credo apostólico, notamos la impresionante correspondencia entre los dos. Igual que había seis temas fundamentales del evangelio que vimos arriba, el Credo apostólico se puede dividir en seis temas, que corresponden con los del evangelio: 1) El evangelio comienza con las profecías del Antiguo Testamento o el Dios creador en general, y el Credo comienza con la frase «Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra». 2) El evangelio sigue con el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús, y el Credo también sigue con la frase «Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María, padeció bajo Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los muertos; al tercer día resucitó de entre los muertos». 3) El evangelio continúa con la exaltación de Jesús a la diestra de Dios, y el Credo también lo hace con la frase «ascendió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso». 4) El evangelio sigue con la segunda venida de Jesús como Juez y Salvador, y el Credo también contiene la frase «desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y muertos». 5) El evangelio sigue con el Espíritu Santo y su presencia en la Iglesia, y el Credo también contiene la frase «Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia universal, la comunión de los santos». 6) Por último, el evangelio acaba con una llamada al arrepentimiento, la oferta de perdón y del Espíritu Santo y la promesa de salvación, y el Credo también acaba con la frase «el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna».

    Creo que es fácil ver que hay una correspondencia total entre el evangelio neotestamentario y el Credo apostólico. Todos los elementos encontrados en el primero también aparecen en el segundo, y sin sobras ni del uno ni del otro. Como dijo Juan Calvino en el §20 de su Catecismo de 1537, «No contiene ninguna doctrina humana. Al contrario, es una colección de los muy ciertos testimonios de la Escritura». Es decir, está sumamente justificado asegurar que el Credo apostólico es un resumen sistemático del evangelio neotestamentario, y esa es su aportación principal a la Iglesia: resumir, sistematizar y reforzar el contenido del evangelio en su totalidad.
     
    IV. El evangelio neotestamentario y el año litúrgico
     

    Una vez más, a lo mejor no todos los lectores conocen el año litúrgico, así que doy aquí una pincelada de Adviento (noviembre/diciembre) a Pentecostés (mayo/junio), la “columna” del mismo. El año litúrgico comienza con el tiempo de Adviento, en el que Dios está preparando a su pueblo para la llegada de su Hijo, nuestro Salvador. Le sigue al tiempo de Navidad, en el que nace el Hijo, ahora conocido definitivamente como Jesús. A continuación, el tiempo de Epifanía, en el que Jesús es reconocido por los magos, bautizado, y comienza su ministerio público. La Epifanía llega a su punto álgido en la décima semana, con la celebración de la transfiguración. Después es el tiempo de Cuaresma, en el que Jesús se acerca cada vez más a Jerusalén y a su muerte. La Cuaresma llega a su punto álgido —realmente su propio tiempo— en la séptima semana, con Semana Santa. Lo siguiente es el tiempo de Pascua, en el que Jesús es resucitado, va preparando a sus discípulos para la llegada del Espíritu y asciende al Padre. La Pascua acaba con el día de Pentecostés, es decir, la llegada del Espíritu y la formación definitiva de la Iglesia. También se suele celebrar la Santísima Trinidad la semana siguiente, pero esto es más como un apéndice teológico al resto del año litúrgico.

    Una vez más, espero que los lectores puedan ver la impresionante correspondencia entre el evangelio neotestamentario y el año litúrgico. 1) El evangelio comienza con las profecías del Antiguo Testamento o el Dios creador en general y el año litúrgico comienza con Adviento, en el que Dios está preparando a su pueblo para la llegada de su Hijo, nuestro Salvador. 2) El evangelio sigue con el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús y el año litúrgico sigue con la Epifanía y la Cuaresma en el que celebramos el nacimiento, ministerio y muerte de Jesús, con la resurrección esperándonos en el siguiente tiempo. 3) El evangelio continúa con la exaltación de Jesús a la diestra de Dios y el año litúrgico también lo hace con Pascua en la que celebramos la resurrección y ascensión de Jesús. 4) El evangelio sigue con la segunda venida de Jesús como Juez y Salvador. Aquí no tenemos una correspondencia con el año litúrgico, pero sí que la tenemos en dos componentes importantes de cada culto dominical: la recitación del Padrenuestro (“véngase tu reino”) y la celebración de la cena del Señor (“la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”). 5) El evangelio sigue con el Espíritu Santo y su presencia en la Iglesia y el año litúrgico sigue con la Pentecostés, en el que celebramos la llegada del Espíritu y la formación de la Iglesia. 6) Por último, el evangelio acaba con una llamada al arrepentimiento, la oferta de perdón y del Espíritu Santo y la promesa de salvación. Una vez más, no tenemos una correspondencia en el año litúrgico, pero cada domingo las iglesias deben estar llamando a la gente al arrepentimiento y fe y ofreciéndoles perdón, el don del Espíritu y la promesa de salvación.
     
    En este caso, la correspondencia con el evangelio neotestamentario no es tan directa, pero sí que es impresionante. Por lo tanto, me gustaría sugerir la idea de que el año litúrgico es una herramienta que las iglesias pueden utilizar para profundizar en el evangelio. Dejando a un lado por un momento la idea del año litúrgico, imaginemos que un pastor profundamente comprometido a la idea de sola Escritura empieza en noviembre una serie sobre el evangelio que acaba en junio. En la serie habla de las profecías del Mesías en el Antiguo Testamento, el nacimiento de Cristo, sus enseñanzas, muerte, resurrección y ascensión y el envío del Espíritu Santo. Si nos es fácil pensar esto, ¿qué se puede decir en contra el año litúrgico, cuyo fin es el mismo? Repito que mi intención no es obligar a nadie a adoptar el año litúrgico para su iglesia, sino demostrar que la idea en sí no está en contra de sola Escritura.
     

    V. El evangelio neotestamentario y el leccionario

    Brevemente, un leccionario es una selección de textos escogidos de la Biblia para complementar el año litúrgico y que se leen públicamente durante el culto. Así, por ejemplo, durante el tiempo de Adviento se leen textos que hablan de la promesa de Dios para enviar su Mesías, durante el de Epifanía textos de cómo Jesús quiere que vivamos, durante el de Cuaresma textos de arrepentimiento, etc. Es decir, el año litúrgico y su leccionario acompañante van mano en mano, y si anteriormente hemos conseguido justificar la presencia del año litúrgico, entonces lo hemos conseguido para el leccionario también.
     
    De todos modos, es una gran pena que muchas iglesias evangélicas hayan dejado de leer la Biblia durante el culto, y así la gente puede pasar años —si no toda su vida— sin escuchar algunos libros de la Biblia. Igual que la predicación expositiva es una manera de desplegar todos los contenidos de un solo libro, un buen leccionario despliega una gran parte de los contenidos de toda la Biblia.
     
    VI. Conclusión
     

    Para resumir, he intentado demostrar que el evangelio neotestamentario tiene unos seis temas básicos, y que estos temas están presentes en el Credo apostólico, el año litúrgico y el leccionario. Por lo tanto, lo que tenemos en estos componentes “litúrgicos” pueden entenderse como herramientas para ayudarnos profundizar en el evangelio. Insisto que la meta que tengo no es obligar a ninguna persona, iglesia o denominación a incorporar estos elementos en sus vidas personales o eclesiásticas, sino despejar el concepto erróneo de que dichos elementos no son “bíblicos”. Todos necesitamos ayuda en recordarnos del evangelio, y estos elementos nos pueden ofrecer un buen sitio donde empezar.

     
     
     

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      Ley natural: objetividad para una cultura subjetiva

      1. Introducción

      ¿Es la moralidad subjetiva u objetiva? Esa es, sin duda alguna, una de las preguntas más importantes en nuestros días. Durante los últimos siglos —y con cada vez más vehemencia—Occidente ha optado por la primera opción. La moralidad que ha surgido del subjetivismo es la que dice que cada persona tiene la libertad de escoger lo que quiera hacer, mientras que no haga daño (no solicitado) a los demás.
       
      Sin embargo, durante la mayoría de su historia, Occidente ha optado por la segunda opción. Empezando por los filósofos griegos y romanos y siendo confirmada por las grandes tradiciones monoteístas, la tradición conocida como la ley natural afirma que, igual que hay leyes físicas, matemáticas, etc., en la naturaleza, también hay leyes morales que existen de manera objetiva y que son externas al hombre. Es decir, la moralidad no es algo subjetivo que puede cambiar de generación en generación, variar entre países y ser diferente entre personas.
       
      Al contrario, existe una moralidad que es común a todo ser humano en toda época. Las “leyes” que componen esta moralidad tienen cuatro características: son inteligibles, inmutables, universales y objetivas (Laing y Wilcox, Natural Law Reader, 2). La razón por la que esto es tan importante, es que deducimos nuestras leyes de ello: en teoría, cada país, ciudad, familia y persona debe estar regido por esta ley natural.
       
      Sin embargo, esta tradición es muy poco conocida entre los protestantes en general, y entre los evangélicos en concreto. Por tanto, a continuación, tenemos una colección de citas —de ninguna manera exhaustiva— que dan testimonio a esta tradición. La lista se enfoque en autores grecorromanos y cristianos, pero se podrían haber incluido fácilmente autores judíos y musulmanes, por no mencionar más. Lo digo para remarcar que la teoría de la ley natural no es una idea cristiana ni religiosa, sino algo compartido entre filósofos, humanistas y filántropos de varios trasfondos. La ley natural tiene varias facetas, y la siguiente colección se centra solo en una: que existe una ley moral —universal y objetiva— que normalmente se vincula con lo divino.
       
      En tiempos como el nuestro, es imprescindible recordar que la idea de una moralidad objetiva no es una idea nueva o el fruto de poca reflexión por algunos fundamentalistas que tienen miedo del cambio, sino una idea bien arraigada en la historia, y que ha sido defendida por algunos de los personajes más importantes de la historia.
       
      En cuanto al contenido de la ley natural, no hay consenso: algunos han abogado por los Diez mandamientos, otros por las llamadas leyes noájidas, y otros por el doble mandamiento de Jesús de amar a Dios y al prójimo. De momento no estoy dispuesto a pronunciarme sobre el tema, pero espero poder hacerlo en un artículo futuro. Sin embargo, las tres opciones dadas aquí deben servir como un buen punto de partida para todos.
       
      2. Citas
       
      • Heráclito, Fragmentos 114
      Los que hablan con inteligencia es menester que se fortalezcan con lo que es común a todos, así como una ciudad con la ley, y mucho más fuertemente. Pues todas las leyes humanas son alimentadas por la única ley divina: ésta, en efecto, impera tanto cuanto quiere, y hasta a todas las cosas y las trasciende.
      Rodolfo Mondolfo, Heráclito: textos y problemas de su interpretación (México, D.F.: Siglo XXI Editores, 1966), 44.
       
      • Sófocles, Antígona 450-457
      [Antígona está explicando por qué rompe las normas culturales acerca del entierro de su hermano.] Pero es que no fue Zeus el que lo proclamó ni Justicia, que vive con los dioses de abajo; ésas no son las leyes que a los humanos dictan; no creí que pudieran tus pregones a un hombre dar autorización para infringir las leyes no escritas de los dioses, que son inquebrantables y que no datan de hoy ni de ayer, sino eternas son sin que nadie sepa cuándo se promulgaron.
       
      Trad. Manuel Fernández Galiano (Barcelona: Planeta, 1985), 418.
       
      • Aristóteles, Retórica 1:13 (1373b)
      Distingamos pues los delitos de los actos justos, comenzando, lo primero, por la definición que ya quedó establecida de lo justo y lo injusto en relación con dos tipos de leyes y dos clases de personas. Y llamo a las dos clases de ley particular y general, siendo la particular la que cada comunidad ha determinado para sí misma, bien sea no escrita o escrita, y la general, la que va de acuerdo con la naturaleza, pues existe, cosa que todos en cierto modo adivinamos, lo justo o injusto por naturaleza en general, aunque no medie consenso o pacto mutuo, como lo pone de manifiesto también la Antígona de Sófocles al decir que es justo enterrar a Polinices, aunque esté prohibido, porque es justo por naturaleza: «Pues no es algo de ahora ni de ayer, sino que siempre está vivo y nadie sabe desde cuando apareció», como dice también Empédocles respecto a no dar muerte a lo animado, porque no es cosa que sea justa para unos y no justa para otros: «sino que la ley se extiende para todos sin fisuras, por el éter de dominios anchurosos y el infinito resplandor del sol». O lo que dice Alcidamante en el Meseníaco. [Según el traductor, un escolio nos refiere el texto de Alcidamante, discípulo de Gorgias: «libres nos dejó a todos la divinidad; a nadie la naturaleza lo hizo esclavo»]
       

      Trad. Alberto Bernabé (Madrid: Alianza Editorial, 2001), 122-123.

      • Marco Aurelio, Meditaciones 4:4
      Si la capacidad intelectiva nos es común, también la razón, por la que somos racionales nos es común. Si es así, también es común la razón que prescribe lo que debemos hacer o no. Si es así, también la ley es común. Si es así, somos ciudadanos. Si es así, participamos de alguna clase de constitución política. Si es así, el mundo es como una ciudad.
       

      Trad. Bartolomé Segura Ramos (Madrid: Alianza Editorial, 1989), 47.

      • Cicerón, Las Leyes, 1:23, 28, 31, 33; 2:8

      1:23: Como nada hay mejor que la razón, y ésta es común a dios y al hombre, la comunión superior entre dios y el hombre es la de la razón. Ahora bien: los participantes en una razón común lo son también en la recta razón; es así que la ley es una recta razón, luego, también debemos considerarnos los hombres como socios de la divinidad en cuanto a la ley; además, participantes en una ley común, lo son también en un derecho común; finalmente, los participantes en esta comunión deben tenerse como pertenecientes a la misma ciudad, y si siguen los mismos mandos y potestades, con más fundamento todavía.

      1:28: […] pero, de todo lo que disputan los hombres doctos, nada supera, desde luego, a la clara convicción de que hemos nacido para la justicia y de que el derecho se funda en la naturaleza y no en el arbitrio.
       

      1:31: ¿Qué pueblo hay que no estime la cortesía, la bondad, al hombre agradecido y reconocido por los beneficios recibidos? ¿Y cuál que no desprecie, que no odie a los soberbios, malvados, crueles e ingratos?

      1:33: En efecto: es así que la naturaleza les dió la razón, y por tanto también la razón de lo justo; luego, también la ley, que es la razón de lo justo que se ordena y prohibe; y si les dió la ley, también el derecho. Y, como la razón es una para todos, el derecho se dió también para todos, y justamente solía maldecir Sócrates al primero que desvinculó lo útil de lo justo; se lamentaba de que ése había sido el principio de todos los desastres.
       

      2:8: La opinión común de los más sabios me parece ser la de que la ley no es una invención de la inteligencia de los hombres ni una decisión de los pueblos, sino algo eterno que regiría el mundo entero con una sabiduría que impera y prohibe.

      Trad. Álvaro D’Ors (Madrid: Instituto de Estudios Políticos, 1970), 71, 77, 79, 81, 121.
      • Cicerón, De la república, 3:22
      La verdadera ley es la recta razón congruente con la naturaleza, difundida en todos, constante, sempiterna, la cual, ordenando, llama al deber; vedando, aparta del fraude; la cual, sin embargo, ni ordena o veda en vano a los probos, ni mueve a los ímprobos ordenando o vedando. Ni está permitido que esta ley sea anulada por otra, ni es lícito que se derogue alguna parte de ella, ni puede ser abrogada toda ella, y tampoco podemos ser desatados de esta ley por medio del senado o por medio del pueblo; ni debe buscarse otro comentador o intérprete de ella, ni habrá una ley en Roma, otra en Atenas, una ahora, otra después, sino que una sola ley, tanto sempiterna como inmutable, contendrá a todas las naciones y en todo tiempo, y Dios será el único, por así decir, maestro común y gobernante de todos: aquel autor, argumentador y promulgador de esta ley. El que no la obedezca huirá de sí mismo y, habiendo menospreciado la naturaleza del hombre, sufrirá, por esto mismo, los más grandes castigos, aun cuando escape a las demás cosas que son consideradas como suplicios
       

      Trad. Julio Pimentel Álvarez (México, D.F.: Universidad Nacional Autónoma de México, 1984), 77-78.

      • Pablo, Romanos 2:14-15
      Porque cuando los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza lo que es de la ley, éstos, aunque no tengan ley, son ley para sí mismos, mostrando la obra de la ley escrita en sus corazones, dando testimonio su conciencia, y acusándoles o defendiéndoles sus razonamientos
       
      Trad. Reina-Valera 1960
       
      • Agustín, Las Confesiones 3:7:13
      No conocía tampoco la verdadera justicia interior, que juzga no por la costumbre, sino por la ley rectísima de Dios omnipotente, según la cual se han de formar las costumbres de los países y épocas conforme a los mismos países y tiempos; y siendo la misma en todas las partes y tiempos, no varía según las latitudes y las épocas.
       

      Trad. P. Ángel Custodio Vega (BAC; Madrid: La Editorial Católica, 1955), 167.

      • Agustín, Sermón de la montaña 2:9:32
      ¿Cuándo podrán ellos comprender que no hay alma alguna, aunque sea perversa, con tal que sea capaz de raciocinar de algún modo, a cuya conciencia no hable Dios? ¿Quién escribió la ley natural en el corazón del hombre sino Dios? De esta ley dice el Apóstol: [cita Rom 2:14-16; ver arriba]
       

      Trad. Fr. Feliz García, et al. (BAC; Madrid: La Editorial Católica, 1954), 925.

      • Agustín, Enarraciones sobre los Salmos 118:25:4
      Aquel que no quiere que le injurien a él, no debe injuriar a ninguno, pues en esto traspasa la ley natural, la cual no se le permite ignorar cuando no quiere padecer lo que hace. ¿Acaso no tenía esta ley natural el pueblo de Israel? Ciertamente que la tenía, porque también eran hombres. No la hubieran tenido si hubieran podido, en contra del orden de la naturaleza, dejar de ser hombres.
       

      Trad. Balbino Martín Pérez (BAC; Madrid: La Editorial Católica, 1967), 159.

      • Tomás de Aquino, Suma teológica 1-2 Q91:
      A1: Si existe una ley eterna
       
      Como ya dijimos, la ley no es más que el dictamen de la razón práctica en el soberano que gobierna una sociedad perfecta. Pero es manifiesto—supuesto que el mundo está regido por la divina Providencia, como ya quedó demostrado en la Primera Parte—que todo el conjunto del universo está sometido al gobierno de la razón divina. Por consiguiente, esa razón del gobierno de todas las cosas, existente en Dios como en supremo monarca del universo, tiene carácter de ley. Y como la razón divina no concibe nada en el tiempo, sino que su concepción es eterna, por fuerza la ley de que tratamos debe llamarse eterna.
       

      A2: Si hay en nosotros una ley natural

      La criatura racional, entre todas las demás, está cometida a la divina Providencia de una manera especial, ya que se hace partícipe de esa providencia, siendo providente sobre sí y para los demás. Participa, pues, de la razón eterna; ésta le inclina naturalmente a la acción debida y al fin. Y semejante participación de la ley eterna en la criatura racional se llama ley natural. […] como si la luz de la razón natural, por la cual discernimos lo bueno y lo malo—tal es el fin de la ley natural—, no fuese otra cosa que la impresión de la luz divina en nosotros. Es, pues, evidente que la ley natural no es más que la participación de la ley eterna en la criatura racional.
       

      Trad. Fr. Francisco Barbado Viejo (BAC; Madrid: La Editorial Católica, 1956), 52-55.

      • Tomás de Aquino, Suma teológica 1-2 Q93:
      A2: Si la ley eterna es conocida de todos
       

      De dos maneras puede ser conocida una cosa: primera, en sí misma; segunda, en su efecto, en el que se encuentra cierta semejanza con la cosa. Así, quien no ve el sol en su substancia puede conocerlo a través de sus irradiaciones. Pues bien, tenemos que decir que nadie puede conocer la ley eterna como es en sí misma si no es Dios y los bienaventurados, que ven a Dios en su misma esencia. Pero toda criatura racional la conoce a través de alguna irradiación, mayor o menor, ya que todo conocimiento de la verdad es una irradiación y participación de la ley eterna, que es la verdad inconmutable, como dice San Agustín. Ahora bien, todos conocen de alguna manera la verdad, al menos por lo que se refiere a los principios generales de la ley natural. Y respecto a los demás principios, unos participan más y otros menos del conocimiento de la verdad; y conforme a este más o menos conocen mejor o peor la ley eterna.

      A3: Si toda ley se deriva de la ley eterna
       

      Siendo, pues, la ley eterna la razón de gobierno existente en el supremo gobernante, es necesario que todas las razones de gobierno que existen en los gobernantes inferiores deriven de la ley eterna. Estas razones de gobierno de los gobernantes inferiores son todas las leyes, menos la ley eterna. Por consiguiente, toda ley se deriva de la ley eterna en la medida en que participa de la recta razón. Por eso dice San Agustín: “En la ley temporal nada hay justo y legítimo que no hayan tomado los hombres de la ley eterna”.

      Trad. Fr. Francisco Barbado Viejo (BAC; Madrid: La Editorial Católica, 1956), 92-95.
       

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        “Satisfacer los deseos de la carne” (Gál 5:16): ¿prohibición o promesa?

        1. Introducción

        En Gálatas 5:16 encontramos algo interesante: algunas versiones de la Biblia traducen la última frase del versículo como si fuera una prohibición, mientras que otras la traducen como si fuera una promesa.
         
        Las siguientes versiones contienen ejemplos de la primera opción (prohibición):
        • Reina-Valera 1909: “Digo pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis la concupiscencia de la carne”

        • Nacar-Colunga 1949: “Os digo, pues: Andad en espíritu y no deis satisfacción a la concupiscencia de la carne”

        • Reina-Valera 1960: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”

        • Reina-Valera 1995: “Digo, pues: Andad en el Espíritu, y no satisfagáis los deseos de la carne”

        • Dios Habla Hoy 2002: “Por lo tanto, digo: Vivid según el Espíritu y no busquéis satisfacer vuestros malos deseos”


        Las siguientes versiones contienen ejemplos de la segunda opción (promesa):
        • La Biblia de las Américas: “Digo, pues: Andad por el Espíritu, y no cumpliréis el deseo de la carne”

        • Nueva Versión Internacional 1999: “Así que les digo: Vivan por el Espíritu, y no seguirán los deseos de la naturaleza pecaminosa”

        • Conferencia Episcopal Española 2014: “Frente a ello, yo os digo: caminad según el Espíritu y no realizaréis los deseos de la carne”

         
        A nivel exegético, las dos versiones nos ofrecen dos maneras de entender Gálatas 5:16. En la primera opción, nos da una orden y una prohibición: andar en el Espíritu y no satisfacer los deseos de la carne. En la segunda opción, tenemos una orden y una promesa: andar en el Espíritu, y si lo hacemos, nunca satisfaremos los deseos de la carne.
         
         
        2. ¿Cuál opción es la correcta?
         

        A veces, las diferencias entre las traducciones —y sobre todo entre la Reina-Valera y otras traducciones modernas— se pueden explicar a base de la crítica textual: detrás de las versiones puede haber dos textos distintos de los idiomas originales, y por tanto, producen dos traducciones distintas. Pero ese no es el caso aquí, porque no hay variante textual.

        En griego, la frase detrás de la expresión que nos interesa es: οὐ μὴ τελέσητε. Las tres palabras forman una construcción gramatical bastante bien conocida en la literatura griega, y específicamente en los escritos del Nuevo Testamento. Consiste en dos partes, que vamos a analizar brevemente. Primero, la negación doble: οὐ μὴ. Griego tiene dos palabras para “no”, y aquí las tenemos juntas. Cuando están así, la construcción se llama una “negación enfática”, y lleva el significado de “nunca jamás” o “nunca, pero nunca”. Segundo, el verbo: τελέσητε. Está en tiempo aoristo (pasado indefinido) y modo subjuntivo (posibilidad). La construcción gramatical “negación enfática + aoristo subjuntivo” es la manera más fuerte de negar algo en griego: niega la posibilidad de que algo ocurra.
         
        Veamos algunos otros ejemplos de esta construcción gramatical en el Nuevo Testamento:
         
        • Mateo 24:35: “El cielo y la tierra pasarán, pero mis palabras no pasarán

        • Juan 10:28: “y yo les doy vida eterna; y no perecerán jamás

        • Romanos 4:8: “Bienaventurado el varón a quien el Señor no inculpa de pecado”

        • Hebreos 13:5: “No te desampararé, ni te dejaré

         
        Como se puede ver, para captar la idea de “nunca jamás”, muchas veces se traduce la construcción con el verbo futuro. Volviendo a Gálatas 5:16, está claro que la traducción correcta es: “no cumpliréis el deseo de la carne”. Es decir, lo que tenemos aquí es una promesa: si andamos en el Espíritu, no tenemos que preocuparnos de si vamos a pecar, porque tal cosa es imposible. Nunca, pero nunca lo haremos.
         
        Todo esto está bien, pero ¿de dónde surgió la otra traducción de “no satisfagáis”? No estoy seguro, pero me imagino que viene de una lectura equivocada del verbo τελέω (“satisfacer”). A nivel morfológico, la diferencia entre el aoristo subjuntivo y el futuro indicativo es una letra. Tomando el verbo τελέω como ejemplo, es fácil ver la similitud entre las dos formas:
        • Aoristo subjuntivo: τελέσητε

        • Futuro indicativo: τελέσετε

         

        Quizá los traductores leyeron mal el verbo, y pensaban que era un verbo futuro, que sí se puede usar para expresar mandamientos y prohibiciones. Por ejemplo, se usa el futuro para expresar las prohibiciones de los Diez mandamientos en la LXX.

         

        3. Conclusión

        El ejemplo de Gálatas 5:16 es un caso no muy común: la mayoría de las veces los traductores de la Biblia hacen bien su trabajo. Pero a veces no. Si eres pastor o maestro de la Biblia, este ejemplo sirve como buen recordatorio para comprobar siempre las traducciones con los idiomas originales, y si no los conoces, sirve para animarte a aprenderlos cuánto antes.
         
         
        Bibliografía útil:
        WALLACE, D. y STEFFEN, D. Gramática griega: Sintaxis del Nuevo Testamento (Editorial Vida), p. 341.
         

        BRUCE, F. F. Un comentario de la epístola a los gálatas (Editorial Clie), p. 331.

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          Lucas 2:1-7: ¿Se equivocó Lucas en los datos históricos?

          1. El problema

          Para algunos, Lucas 2:1-7 es uno de los mejores ejemplos de cómo la Biblia se puede equivocar con respeto a los datos históricos. El texto dice: «1  Aconteció en aquellos días, que se promulgó un edicto de parte de Augusto César, que todo el mundo fuese empadronado. 2 Este primer censo se hizo siendo Cirenio gobernador de Siria. 3 E iban todos para ser empadronados, cada uno a su ciudad. 4 Y José subió de Galilea, de la ciudad de Nazaret, a Judea, a la ciudad de David, que se llama Belén, por cuanto era de la casa y familia de David; 5 para ser empadronado con María su mujer, desposada con él, la cual estaba encinta. 6 Y aconteció que estando ellos allí, se cumplieron los días de su alumbramiento. 7 Y dio a luz a su hijo primogénito, y lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre, porque no había lugar para ellos en el mesón» (RV60).
           
          En su merecidamente famoso libro, Historia del pueblo judío tiempos de Jesús, los expertos Emil Schürer, Geza Vermes, Fergus Millar y Matthew Black resumen la postura crítica contra la fiabilidad histórica de este texto en cinco puntos:
           
          • No se conoce ningún censo imperial a nivel mundial en la época de Augusto.

          • José no habría sido obligado a viajar a Belén, y María no tendría que haberle acompañado.

          • Un censo romano no podría haberse realizado en Judea durante la época del Rey Herodes.

          • Josefo no menciona un censo romano en Judea durante el reino de Herodes, pero sí que menciona otro en el año 6 o 7 d. C. como algo nuevo y sin precedencia.

          • Cirenio nunca fue el gobernador de Siria durante la vida de Herodes y por tanto tal censo no podría haberse realizado durante la época de Herodes.

           

          2. Posibles soluciones

          Antes de responder directamente a las críticas, primero me gustaría hacer unos comentarios a nivel general. Primero, recordemos que Lucas —el autor del evangelio que lleva su nombre y del libro de Hechos— era un historiador. Su prólogo (Lc 1:1-4) refleja los temas, el vocabulario y la estructura de los prólogos de otros historiadores de la antigüedad, y así se está presentando como alguien que ha realizado una investigación profunda sobre su tema y quiere que sus lectores le tomen en serio. Segundo, Lucas ha demostrado que conoce muy bien las instituciones romanas (sobre todo en Hch 13-28). No tenemos tiempo para profundizarnos en el tema, pero respeto a los nombres, la geografía, etc., Lucas se ha revelado como uno de los autores más informados de su época, un dato que ha sido apreciado tanto por cristianos como por no cristianos. Tercero, y relacionado con el comentario anterior, Lucas es menos preciso en Hechos 1-12 que en Hechos 13-28, lo cual implica que no suele inventar evidencia acerca de acontecimientos de los cuales no sabe mucho o nada. Una vez más, es la marca de un historiador fiable. Cuarto, es muy posible que Lucas conociera o la familia de Jesús o los que la conocían (cf. Lc 1:3). No olvidemos que a partir de Hechos 16:10 Lucas ya era testigo ocular de los acontecimientos de los que escribe, y que había conocido a mucha gente, incluso la de Éfeso y Judea, dos lugares donde tradicionalmente vivía la familia de Jesús. Todo esto nos debe alertar a la hora de atribuir un error a Lucas sobre los acontecimientos relacionados con el nacimiento de Jesús.

          Ahora para una respuesta más detallada. Se pueden reducir las cinco críticas en tres grupos: el censo, Belén y Cirenio.

          En cuanto al censo, Hechos 5:37 demuestra claramente que Lucas ya sabía del censo de 6 o 7 d. C., y por tanto sería muy difícil creer que un historiador tan bien informado como Lucas pudiera confundirse al respeto. Los críticos tienen razón cuando dicen que no se conoce ningún censo imperial a nivel mundial bajo Augusto, pero eso no significa que se equivocó Lucas. A veces Roma colaboraba con los gobernantes locales y les permitía realizar censos que Roma luego recopilaba y sumaba para obtener los resultados. Desde la perspectiva de la gente normal y corriente, dichos censos le parecerían un censo a nivel mundial bajo la autoridad de Roma, porque era Roma misma que mandaba que se realizara dichos censos. Por tanto, no creo que podamos criticar a Lucas por referirse a este censo local —que podría haber formado parte de un censo mucho más grande— como a nivel mundial en Lucas 2:1.

          En cuanto a Belén, tiene muy poco sentido inventar la historia: ningún otro pretendido mesías de la época —y había muchos— afirmaba haber nacido allí, y tampoco tenía importancia nacional o política. Por tanto, ¿por qué inventar la historia de que José y María fueron a Belén? No tiene ningún sentido. Además, algunos hallazgos del desierto de Judea —específicamente de Nahal Hever— nos has preservado un caso que podría ser entendido como paralelo al de José y María. Una mujer que se llamaba Babatha tuvo que viajar a otro pueblo con su marido como guardián legal para declarar una propiedad que se podría tasar. Basado en este paralelismo histórico, es posible que José y/o María tuviera una propiedad en Belén y que por tanto tuviera que ir (los dos) a Belén para declarar. Si la propiedad perteneciera a la familia, habrían intentado quedarse en el (muy) pequeño cuarto de los invitados en la parte alta de la casa. Sin embargo, como los cuartos solían ser (muy) pequeños, y por tanto no muy adecuados para dar a luz, se habrían bajado a la planta baja donde vivían los animales. Según esta interpretación, no es que no hubiera lugar en el “mesón”, sino en la “posada” (κατάλυμα), que es una traducción mejor de la palabra. Por tanto, a nivel histórico no hay nada en Lucas 2:3-7 que no pudiera haber pasado.

          En cuanto a Cirenio, aunque es verdad que Josefo dice que el censo fue bajo Cireneo en el año 6 o 7 d. C., es muy posible que se equivocara. Josefo afirma ser historiador, y a veces es fiable, pero en otros casos es demostrablemente falso. Más específicamente, su relato sobre el censo bajo Cireneo tiene sus propias dificultades históricas, y por tanto no debemos aceptar su versión de manera acrítica.

          Sin embargo, dando por sentado que había un censo en 6 o 7 d. C. bajo Cirenio, hay tres posibilidades de resolver esta dificultad histórica.
           
          Primero, algunos han intentado cambiar la fecha del nacimiento de Jesús al año 6 o 7 d. C., pero dicho cambio tendría dos consecuencias difíciles de aceptar: 1) Se habría equivocado Mateo (ver Mt 2:22); 2) Lucas, un historiador muy preciso y fiable, se habría equivocado por unos diez años en el nacimiento de Jesús. Al final, no parece una buena opción.
           

          Segundo, otros han argumentado que Cirenio estuvo en Siria en dos ocasiones distintas, sea como enviado especial o gobernador, y que Lucas se refiere a la primera ocasión. Gracias a la influencia de William Ramsey, esta teoría contó con mucho apoyo durante el s. XX, pero nuevos estudios parecen haberla derrotado, y son pocos los que lo defienden hoy en día.

          Tercero, algunos han recurrido al texto griego para resolver la dificultad. Específicamente, varios expertos han sugerido otras interpretaciones y traducciones del adjetivo traducido como “primer” (πρώτη) en Lucas 2:2. La traducción “primer” implica una idea superlativa, es decir, el primer censo de varios. Sin embargo, el adjetivo también puede funcionar como un adverbio y así modificar la expresión “se hizo” y llevar una idea comparativa, y por tanto ser traducido como “antes”. Según esta interpretación, la traducción de la frase sería: “Este censo se hizo antes de que Cirenio fuera gobernador de Siria”. Este argumento tiene por lo menos tres puntos fuertes. Primero, evita por completo la cuestión histórica y así concuerda con lo que sabemos de la fiabilidad de Lucas. Segundo, tenemos otros ejemplos que traducen la palabra como “antes” (ej., Jn 15:18). Tercero, tiene sentido que Lucas hiciera una distinción entre “el censo” famoso de 6 o 7 d. C. al que hace referencia en Hechos 5:37, y este censo anterior. Sin embargo, el punto débil de esta interpretación es que no es la manera más natural de leer el texto griego. El adjetivo “primer” concuerda con el nombre “censo” en caso, número y género, y también lo sigue inmediatamente en el texto, lo cual lo hace difícil que se interprete como un adverbio en lugar de un adjetivo. La lectura “mas natural” es: “primer censo”. También requiere que el pronombre demostrativo “este” funcione de manera atributiva respecto al nombre “censo”, lo cual es casi imposible porque el nombre “censo” no lleva el artículo, que es lo esperado. Y allí es dónde se queda por ahora el debate: por un lado, Lucas es un fiel historiado (a diferencia de Josefo), y, por otro lado, el griego no es tan claro como un habría esperado. ¿Cuál se debe “sacrificar” a costa del otro?
           
          3. Conclusión
           
          ¿Qué podemos concluir de este estudio? Tenemos tres respuestas distintas para las tres críticas que tratamos. En cuanto al censo, si lo vemos desde la perspectiva de Lucas con un poco de empatía, no creo que haya ningún problema con cómo se ha expresado con respecto al censo a nivel mundial. En cuanto a Belén, tenemos un posible paralelismo histórico que nos ayuda a entender la razón por la cual José y María habrían vuelto a Belén, y cómo habría acabado Jesús en un pesebre, en la planta baja de la casa. No es una respuesta totalmente satisfactoria, pero sí que nos da un paralelismo histórico a la situación. En cuanto al Cirenio, el debate está en punto muerto. Cada uno tiene que decidir si “pesa más” la fiabilidad general de Lucas o el significado más natural del texto griego. Por ahora, y hasta que haya mejores argumentos o más evidencia, si bien no se puede vindicar a Lucas, tampoco se le puede acusar de un error histórico.
           
          Obras importantes sobre el tema:
           

          · GERSTACKER, Andreas, “Der Zensus des Quirinius und die Datierung der Geburt Jesu– Quellenlage, Argumente und Interpretationsansätze” Ichthys 2015-2016 (tres artículos). Una versión resumida está disponible in inglés: https://www.youtube.com/watch?v=Dm05lWjJWWQ

          · WALLACE, Daniel. Greek Grammar Beyond the Basics, 304-305 (no disponible en la versión española Gramática griega: sintaxis del Nuevo Testamento).
           

          · NOLLAND, John. Luke 1-9:20, 99-104.

           
           
           

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            El comienzo del movimiento ecuménico: La encíclica del patriarcado Germano V de Constantinopla

            Introducción

            El siguiente texto es la primera traducción al español de la carta que lanzó el movimiento ecuménico: la encíclica del patriarcado Germano V de Constantinopla. Aunque el movimiento tuvo algún inicio importante en la conferencia misionera de 1910 en Edimburgo, la carta del patriarcado de 1920 fue aún más importante, porque fue escrito por el líder ecuménico de las iglesias ortodoxas y fue respetuoso hacia las iglesias no ortodoxas, lo cual solicitó una buena respuesta de su parte (muy diferente de la invitación del Papa Pío IX a los cristianos no católico romanos para participar en el concilio Vaticano I).
             
            Como se verá a continuación, el modelo de colaboración y compañerismo sugerido por el patriarcado fue basado en la Sociedad de las Naciones que se formó después de la primera Guerra Mundial. Es importante notar que el patriarcado no está contemplando ninguna unión orgánica entre las diversas tradiciones cristianas, sino el reconocimiento mutuo entre sí. En resumen, argumenta que, dando por sentado que todos somos cristianos, no deberíamos seguir intentando convertir a los de otras tradiciones cristianas, sino construir puentes con ellos cuando sea posible. La carta no menciona algunos temas importantes —sobre todo los debates teológicos entre las distintas confesiones— y el movimiento ecuménico ha avanzado mucho durante los últimos 100 años, pero es imposible entender el momento en el que vivimos sin entender el comienzo, que tiene su origen en esta carta.
             
            Texto
             
            “A las iglesias de Cristo en todo lugar”, Encíclica del patriarcado ecuménico, 1920[1]
             
            “Amaos unos a otros de todo corazón” (1 Pd 1:22).
             
            Nuestra propia iglesia sostiene que el acercamiento y la comunión entre las distintas iglesias cristianas no es impedido por las diferencias doctrinales que existen entre ellas. En nuestra opinión, este acercamiento es muy deseable y necesario. Sería útil de muchas formas para el interés real de cada iglesia en particular y para el cuerpo cristiano en su conjunto, así como para la preparación y el avance de esa bendita unión que se completará en el futuro según la voluntad de Dios. Consideramos, por tanto, el tiempo presente como el más favorable para traer a colación esta importante cuestión y estudiarla juntos.
             
            Aunque, en este caso, debido a prejuicios, prácticas o pretensiones anticuadas, puedan surgir o plantearse las dificultades que tan a menudo han puesto en peligro los intentos de reencuentro en el pasado, no obstante, en nuestra opinión, dado que en esta fase inicial sólo nos preocupan los contactos y el acercamiento, estas dificultades son de importancia menor. Si hay buena voluntad e intención, no pueden ni deben crear un obstáculo invencible e insuperable.
             
            Por tanto, considerando posible y oportuno tal esfuerzo, especialmente en vista de la esperanzadora creación de la Sociedad de las Naciones, nos aventuramos a expresar a continuación, de forma breve, nuestro pensamiento y nuestra opinión sobre la forma en que entendemos este acercamiento y contacto y cómo lo consideramos realizable; pedimos e invitamos encarecidamente el juicio y la opinión de las demás iglesias hermanas de oriente y de las venerables iglesias cristianas de occidente y de todo el mundo.
             
            Creemos que las dos medidas siguientes contribuirán en gran manera al acercamiento que tanto se desea y que tan útil sería, y creemos que tendrían éxito y serían fructíferas:
             

            En primer lugar, consideramos necesaria e indispensable la eliminación y abolición de todas las desconfianzas y resentimientos mutuos entre las diferentes iglesias que surgen de la tendencia de algunas de ellas a atraer y hacer proselitismo entre los seguidores de otras confesiones. Ya que nadie ignora lo que desgraciadamente está ocurriendo hoy en día en muchos lugares, perturbando la paz interna de las iglesias, especialmente en oriente. Muchos problemas y sufrimientos son causados por otros cristianos, y se despiertan grandes odios y enemistades, con insignificantes resultados, por esta tendencia de algunos a hacer proselitismo y atraer a seguidores de otras confesiones cristianas.

            Tras este restablecimiento de la sinceridad y la confianza entre las iglesias, consideramos:
             
            En segundo lugar, que sobre todo se reavive y fortalezca el amor entre las iglesias, de manera que ya no se consideren mutuamente extrañas y extranjeras, sino parientes y parte de la familia de Cristo y “coherederos y miembros del mismo cuerpo, participando igualmente de la promesa en Cristo Jesús” (Ef 3:6).
             
            Porque, si las diferentes iglesias se inspiran en el amor, y lo anteponen a todo lo demás en sus juicios sobre los otros y en sus relaciones con ellos, en lugar de aumentar y ensanchar las disensiones existentes, deberían ser capaces de reducirlas y disminuirlas. Si se despierta un interés fraternal por la condición, el bienestar y la estabilidad de otras iglesias y se está dispuesto a interesarse por lo que ocurre en esas iglesias y a obtener un mejor conocimiento de ellas y se desea ofrecer auxilio y ayuda mutuos, se lograrán muchas cosas buenas para la gloria y el beneficio de ellos mismos y del cuerpo cristiano. En nuestra opinión, tal amistad y disposición bondadosa hacia el otro pueden mostrarse y demostrarse especialmente, de las siguientes maneras:
             
            a) Aceptando un calendario común para la celebración de las grandes fiestas cristianas al mismo tiempo por todas las iglesias.
            b) Mediante el intercambio de cartas fraternales con ocasión de las grandes fiestas del año de las iglesias, como es costumbre, y en otras ocasiones excepcionales.
            c) Por medio de estrechas relaciones entre los representantes de todas las iglesias, dondequiera que se encuentren.
            d) A través de las relaciones entre las escuelas teológicas y los profesores de teología, mediante el intercambio de revistas teológicas y eclesiásticas y de otras obras publicadas por cada iglesia.
            e) Mediante el intercambio de estudiantes para la formación continua entre los seminarios de las diferentes iglesias.
            f) Convocando conferencias pan-cristianas para examinar cuestiones de interés común a todas las iglesias.
            g) A través del estudio histórico imparcial y más profundo de las diferencias doctrinales tanto por los seminarios como en libros.
            h) Mediante el respeto mutuo a las costumbres y prácticas de las diferentes iglesias.
            i) Permitiéndose mutuamente el uso de capillas y cementerios para funerales y entierros de creyentes de otras confesiones fallecidos en tierras extranjeras.
            j) Mediante un acuerdo acerca de la cuestión de los matrimonios mixtos entre las confesiones.
            k) Finalmente, a través de la mutua ayuda incondicional a las iglesias en sus esfuerzos para el avance religioso, la caridad y demás.
             
            Un contacto tan sincero y cercano entre las iglesias será tanto más útil y provechoso para todo el cuerpo de la Iglesia, ya que múltiples peligros acechan no sólo a las iglesias particulares, sino a todas ellas. Estos peligros atacan el fundamento mismo de la fe cristiana y la esencia de la vida y la sociedad cristianas. Porque la terrible Guerra Mundial que acaba de finalizar ha sacado a la luz muchos síntomas malsanos en la vida de los cristianos y, a menudo, ha revelado una gran falta de respeto incluso hacia los principios elementales de justicia y caridad. Así, ha empeorado las heridas ya existentes y ha abierto otras nuevas de carácter más material, que demandan la atención y el cuidado de todas las iglesias. El alcoholismo, que aumenta cada día; el aumento del lujo innecesario bajo el pretexto de mejorar la vida y disfrutarla; la sensualidad y la lujuria cubiertas del manto de la liberación y la emancipación de la carne; el predominio del libertinaje y la indecencia descontrolados en la literatura, la pintura, el teatro y la música, bajo el respetable nombre del desarrollo del buen gusto y el cultivo de las bellas artes; el endiosamiento de la riqueza y el desprecio de los más altos ideales; todos estos temas y otros similares, al amenazar la esencia misma de las sociedades cristianas, son también temas oportunos que requieren y, de hecho, necesitan del estudio común y la cooperación de las iglesias cristianas.
             
            Por último, es deber de las iglesias que llevan el sagrado nombre de Cristo no olvidar ni descuidar por más tiempo su nuevo y gran mandamiento de amor. Tampoco deben seguir yendo tristemente a la zaga de las autoridades políticas, que, aplicando el espíritu del Evangelio y las enseñanzas de Cristo, han creado ya, bajo felices auspicios, la llamada Sociedad de las Naciones para defender la justicia y cultivar la caridad y el acuerdo entre las naciones.
             
            Por todas estas razones, estando convencidos de la necesidad de establecer un contacto y una liga (confraternidad) entre las iglesias y creyendo que las otras iglesias comparten nuestra convicción como se ha dicho anteriormente, al menos como comienzo, solicitamos que cada una de ellas nos envíe en respuesta una declaración de su propio juicio y opinión sobre este asunto para que, habiendo alcanzado algún acuerdo o resolución común, procedamos juntos a su realización, y así “hablando la verdad en amor, crezcamos en todos los aspectos en aquel que es la cabeza, es decir, Cristo, de quien todo el cuerpo (estando ajustado y unido por la cohesión que las coyunturas proveen), conforme al funcionamiento adecuado de cada miembro, produce el crecimiento del cuerpo para su propia edificación en amor” (Ef 4:15–16).
             
            Artículo traducido por Trini Bernal; modificado ligeramente por el autor.
             
            [1] Fuente: Michael Kinnamon, ed., The Ecumenical Movement: An Anthology of Key Texts and Voices, 2ª ed. (Geneva: WCC Publications, 2016), 73–74; disponible online: https://www.oikoumene.org/es/node/70083?fbclid=IwAR24C7u0xzCdwmzTdSailAkxMS696vzaYS6taaEUHIqw23EvefZ-b-FRR7I.

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