HISTORIA Y TEOLOGÍA

Los artículos de Marburgo

Fuente: WA 30:161-170[1]
Traducido por Andrés Messmer
Revisado por José Hutter y Benjamín Marx
Comparado con Robert Kolb y James Nestingen, Sources and Contexts of The Book of Concord (Minneapolis, MN: Fortress Press, 2001), 88-92.

 
1. Introducción
 
Según la fecha tradicional, la Reforma protestante comenzó en al año 1517, aunque realmente Lutero no fue excomulgado hasta 1520, lo que provocó la ruptura definitiva entre él y la Iglesia católica (romana). Su “protesta” fue una chispa que encendió un fuego por toda Alemania y el resto de Europa (y más allá). Sin embargo, por varios motivos —teológicos, sociológicos, políticos, etc.— no fue un movimiento unido, y en poco tiempo surgieron dos bandos distintos: los del norte de Alemania seguían a los líderes de Wittenberg (Lutero, Melanchthon, etc.) y los de Suiza y del sur de Alemania seguían a los de Zürich y Basel (Zuinglio, Ecolampadio, etc.). Aunque estaban de acuerdo en mucho, discrepaban principalmente en la doctrina de la Cena del Señor: los seguidores de Lutero creían que Jesucristo estaba presente corporalmente en el pan y el vino (la consubstanciación), mientras que los de Zuinglio creían que no, sino que el verdadero propósito de la Cena era el de recordarnos de él.
 

Por tanto, del 1 al 4 de octubre 1529, se reunieron en Marburgo, Alemania los líderes de ambos bandos, para intentar llegar a un acuerdo sobre la Cena del Señor y así unirse. Este fue el primer —y último— “concilio ecuménico protestante”. Aunque llegaron a un acuerdo sobre catorce de los quince temas, no podían llegar a un acuerdo sobre la decimoquinta doctrina sobre la Cena del Señor. Al año siguiente, 1530, tres grupos de “protestantes” escribieron tres confesiones de fe distintas, formalizando así las divisiones que ya existían: Lutero y sus seguidores escribieron la Confesión de Augsburgo, Zuinglio y los suyos la Fidei Ratio y Bucero y los suyos la Confesión tetrapolitana.

2. Texto

Hace 490 años que este texto fue escrito en alemán, pero nunca ha sido traducido al español. El texto alemán viene de la colección Weimarer Ausgabe 30:161-170. Aunque soy responsable de la traducción, me gustaría agradecer a José Hutter y Benjamín Marx por revisar el texto y ofrecer varias correcciones. El alemán antiguo es difícil de interpretar en algunos lugares, así que se debe entender la presente traducción como un borrador, y algo que espero que motive a otros expertos a mejorar.
 
2.1. Traducción al español
 
Los siguientes artículos fueron escritos por los abajo mencionados, y comparados[2] en Marburgo, el 03 octubre, 1529.
 

De la santa Trinidad.

Primero, que los dos bandos creemos y mantenemos juntos[3], que solo existe un solo Dios verdadero y natural, Creador de todas las criaturas, y que el mismo Dios es simple en ser y naturaleza, y trino en personas, a saber, Padre, Hijo y Espíritu Santo; como se decidió en el Concilio niceno, y como se canta y lee en el Símbolo niceno por toda la Iglesia cristiana por el mundo.
 

Del Hijo de Dios, nuestro Señor Jesucristo.

También, creemos que, ni el Padre ni el Espíritu Santo, sino el Hijo del Dios Padre —verdaderamente Dios por naturaleza— se hizo hombre a través de la obra del Espíritu Santo, sin la semilla del hombre; nacido de la pura virgen María, corporalmente completo —con cuerpo y alma— como cualquier otro hombre, pero sin ningún pecado.
 

Del sufrimiento de Cristo.

Tercero, que el mismo Hijo de Dios y de María, la indivisible persona Jesucristo, por nosotros fue crucificado, muerto y enterrado, resucitó de los muertos, ascendió al cielo; está sentando a la diestra de Dios, Señor sobre todas las criaturas, para juzgar a los vivos y muertos en el futuro.
 

Del pecado original.

Cuarto, creemos que el pecado original nace en nosotros y lo heredamos de Adán, y este es el pecado que condena a todos; y si Jesucristo no hubiera venido para ayudarnos con su muerte y vida, así habríamos tenido que morir eternamente por ello, y no ahbríamos podido entrar en el Reino de Dios y la gloria.
 

De la fe.

Quinto, creemos que hemos sido redimidos de este pecado y de todos los otros pecados, junto con la muerte eterna, si creemos en este Hijo de Dios, Jesucristo, que murió por nosotros. Y salvo esta fe, ninguna obra, status u orden [monástico] podrá salvar de un solo pecado.
 

Del mérito de las obras.

Sexto, que esta fe es un don de Dios, que no podemos conseguir con ninguna obra o mérito previa, ni podemos hacerla por nosotros mismos, sino que el Espíritu Santo la da y crea —donde quiera— en nuestros corazones, si escuchamos al Evangelio o a la palabra de Cristo.
 

De la justificación cristiana.

Séptimo, que esta fe es nuestra justicia delante de Dios, por la que Dios nos justifica, estima y considera como piadosos y santos sin ninguna obra o mérito, y así nos salva del pecado, de la muerte y del infierno; por su gracia nos recibe y hace santos por el mérito de su Hijo, en quien también creemos, y así por la justicia de su Hijo, disfrutamos de la vida y de toda cosa buena, y participamos en ellas; por tanto toda vida y voto monástica, con respecto a su utilidad para la justicia, es totalmente condenado.
 

De la palabra externa.

Octavo, que el Espíritu Santo, propiamente dicho, no da a nadie esta fe o su don sin una predicación previa, o la palabra hablada, o el Evangelio de Cristo, sino que obra y crea la fe a través de y con esta palabra hablada, dónde y cómo quiera; Rom 10.
 

Del bautismo.

Noveno, que el santo bautismo es un sacramento que es establecido por Dios para esta fe; y debido al mandamiento de Dios: «Id, bautizad», y la promesa incluida por Dios: «Quien creyera», no es solamente un símbolo o señal vacía entre los cristianos, sino un símbolo y obra de Dios, en el que se fomenta nuestra fe, a través del cual nacemos de nuevo a la vida.
 

De las buenas obras.

Décimo, que esta fe, por la obra posterior del Espíritu Santo, una vez considerados justos y santos y que llegamos a serlo, produce buenas obras a través de nosotros, a saber, el amor hacia el prójimo, orar a Dios y sufrir todo tipo de persecución.
 

De la confesión.

Undécimo, que la confesión o el buscar consejo con el pastor o prójimo se debe hacer de manera no forzada y libremente, pero es útil para los afligidos, rebatidos o cargados de pecados, o los que han caído en el error con su conciencia, sobre todo por el bien de la absolución o del consuelo del Evangelio, que es la verdadera absolución.
 

Del magistrado.

Duodécimo, que todo magistrado, ley terrenal, tribunal u ordenanza, dondequiera que estén, son instituciones justas y buenas, y no están prohibidos, como enseñan y mantienen algunos papistas y anabaptistas, sino que un cristiano, sea llamado a ello o nacido en lo mismo, bien puede ser salvo a través de fe en Cristo, al igual que en su función como padre y madre, marido y mujer.
 

Del orden humano.

Decimotercero, lo que se llama tradición, un orden humano en asuntos espirituales o eclesiásticos, donde no pugna manifiestamente contra la palabra de Dios,[4] uno puede mantenerla o dejarla libremente, mientras que evitemos toda ofensa innecesaria contra la gente con quien nos asociamos, y sirva para el amor a los débiles y la paz común. También que la enseñanza que prohíbe el matrimonio de los sacerdotes es una enseñanza del diablo.
 

Del bautismo de los niños.

Decimocuarto, que el bautismo de los niños es correcto, y por ello son llevados a la gracia de Dios y al cristianismo.
 

Del sacramento del cuerpo y sangre de Cristo.

Decimoquinto, todos creemos y mantenemos con respecto a la cena de nuestro amado Señor Jesucristo, que se deben usar ambas formas según la institución de Cristo; también que la misa no es una obra con la que uno puede conseguir gracia por otro, sea muerto o vivo; también que el sacramento del altar es un sacramento del verdadero cuerpo y sangre de Jesucristo y la participación espiritual del mismo cuerpo y sangre es especialmente necesaria para cada cristiano; del mismo modo, que el uso del sacramento como la palabra de Dios todopoderoso ha sido dado y ordenado para que los de conciencias débiles se muevan a la fe a través del Espíritu Santo; y aunque en este momento no hemos llegado a un acuerdo con respecto a si el verdadero cuerpo y sangre de Cristo está físicamente en el pan y el vino, sin embargo cada bando debe demostrar el amor cristiano hacia el otro —en la medida en que la conciencia lo permita— y los dos bandos debe rogar asiduamente a Dios todopoderoso que nos confiera en la correcta opinión a través de su Espíritu, Amen.
 
  • Martín Lutero.
  • Justus Jonas.
  • Felipe Melanchthon.
  • Andrés Osiander.
  • Johannes Brenzius.
  • Steffanus Agricola.
  • Juan Ecolampadio.
  • Ulrico Zuinglio.
  • Martín Bucero.
2.2. Alemán original
 

Dieser hernach geschriebenen artikeln haben sich die hir unter beschrieben[5] zu Marpurg verglichen, Tertia Octobris Anno MDXXIX.

Von der heiligen dreifaltigkeit.[6]
 

Erstlich, das wir beiderseits eintrechtiglich gleuben und halten, das allein ein einiger rechter natürlicher Gott sei, Schepffer aller Creaturen, und der selbig Gott einig inn[7] wesen und natur, und dreifaltig inn personen[8], Nemlich VATER, Son, Heiliger[9] geist, Aller massen wie im Concilio Niceno beschlussen, und im Symbolo Niceno gesungen und gelesen wird, bei ganzer Christlicher kirchen inn der welt.

Von dem Son Gottes, unserm herrn Ihesu Christo.
 

Zum andern, Gleuben wir, das nicht der Vater noch Heiliger geist, Sondern der Son Gottes Vaters rechter natürlicher Gott, sei mensch worden durch wirckung des Heiligen geists on zu thun menlichs samens, Geborn von der reinen Jungfrawen Maria, leiblich volkomen[10] mit leib und seel wie ein ander mensch on alle sunde.

Von dem leiden Christi.
 
Zum dritten, Das der selbig Gottes und Maria Son, unzertrente person Ihesus Christus sei fur uns gecreuziget, gestorben und begraben, aufferstanden von todten, auffgefaren gen himel, Sizend zur rechten Gottes, Herr uber alle Creaturen, zukünfftig zu richten die lebendigen und todten.
 

Von der Erbsunde.

Zum vierden, Gleuben wir, das die Erbsunde sei uns von Adam an geborn und auffgeerbt und sei eine solche sunde, das sie alle menschen verdampt, Und wo Ihesus Christus uns nicht zu hülffe komen were mit seinem tod und leben, so hetten wir ewiglich[11] daran sterben und zu Gottes Reich und selickeit nicht komen müssen.
 

Vom Glauben.

Zum funfften, Gleuben wir, das wir von solcher sunde und allen andern sunden sampt dem ewigen tode erlöst werden, so wir gleuben an solchen Gottes Son Ihesum Christum, fur uns gestorben. Und ausser solchem glauben durch keinerlei wercke, stand odder orden los werden mögen von einiger sunde.
 

Von verdinst der werck.

Zum sechsten, Das solcher glaube sei eine gabe Gottes, den wir mit keinem fürgehenden wercken odder verdienst erwerben noch aus eigener krafft machen können, Sonder der Heilig geist gibt un schafft, wo er wil, den selbigen in unsern herzen, wenn wir das Euangelion odder wort Christi hören.
 

Von christlicher gerechtigkeit.

Zum siebenden, Das solcher glaube sei unser gerechtickeit für Gott, als umb welches willen uns Got gerecht, from und heilig rechent und helt on alle wercke und verdienst und dadurch von sunden, tod, helle hilft, zu gnaden nimpt und selig macht umb seines Sons willen, an[12] welchen wir also gleuben, und da durch seines Sons gerechtickeit, lebens und aller güter geniessen und teilhafftig werden, Darümb alle kloster leben und gelubd, als zur gerechtickeit nüzlich, ganz verdampt sein.[13]
 

Vom eusserlichen wort.

Zum achten, Das der Heilige geist, ordenlich zu reden, niemand solchen glauben odder seine gabe gibet on für gehende predigt odder mündlich wort odder Euangelion Christi, Sondern durch und mit solchem mündlichem wort wirckt er und schafft den glauben, wo und in welchen er wil, zun Römern am .x. Ca.
 

Von der Tauffe.

Zum neunden, Das die heilige Tauff sei ein sacrament, das zu solchem glauben von Gott eingesezt, und weil Gottes gebot: Ite baptisate, und Gottes verheissung drinnen ist: Qui crediderit, So ists nicht allein ein ledig zeichen odder losung unter den Christen, Sondern ein zeichen und werck Gottes, darinn unser glaube gefoddert, durch welchen wir zum leben widder geboren werden.
 

Von gutten wercken.

Zum zehenden, Das solcher glaube durch wirckung des Heiligen geistes hernach, so wir gerecht und heilig da durch gerechent und worden sind, gutte werck durch uns ubet, nemlich die liebe gegen dem nehisten, beten[14] zu Gott und leiden allerlei vorfolgung.
 

Von der Beicht.

Zum ehlfften, Das die Beicht odder radsuchung bei seinem Pfarher oder nehisten wol ungezwungen und frei sein sol, Aber doch fast nüzlich den betrübten, angefochten odder mit sunden beladen oder inn irthumb gefallen gewissen, allermeist umb der absolution odder tröstung willen des Euangeli, welches die recht absolution ist.
 

Von der Oberkeit.

Zum zwelfften, Das alle Oberkeit und weltliche geseze, gericht odder ordnung, wo sie sein, ein rechter gutter stand sind und nicht verboten, wie etliche Bepstliche und Widderteuffer leren und halten, Sondern das ein Christ, so darin beruffen odder geborn, wol kan durch den glauben Christi selig werden, gleichwie vater und mutter stand, herr und frawen stand.
 

Von menschen ordnung.

Zum drizehenden, Das man heist tradition menschliche ordnung inn geistlichen oder kirchen geschefften, wo sie nicht widder offentlich Gottes wort streben, mag man frei halten odder lassen, dar nach die leute sind, mit denen wir umb gehen, inn alwege unnötig ergernis zuverhüten und durch die liebe den schwachen und gemeinem friede zu dienst. Das auch die lere, so Pfassen Ehe verbeut, teuffels lere sei.[15]
 

Von der kinder Tauffe.

Zum vierzehenden, Das die kinder tauffe recht sei, und sie da durch zu Gottes gnaden und inn die Christenheit genomen werden.
 

Vom Sacrament des leibs und bluts Christi.

Zum funffzehenden Gleuben und halten wir alle von dem nachtmal unsers lieben Herrn Ihesu Christi, das man beide gestalt nach der[16] einsezung Christi brauchen sol, Das auch die Messe nicht ein werck ist, da mit einer dem andern tod odder lebendig gnad erlange,[17] Das auch das Sacrament des altars sei ein Sacrament des waren leibs und bluts Ihesu Christi und die geistlichen niessung des selbigen leibs und bluts einem iden Christen fürnemelich von nöten, Des gleichen der brauch des Sacraments wie die[18] wort von Gott dem almechtigen gegeben und geordenet sein,[19] da mit die schwachen gewissen zum glauben zubewegen durch den Heiligen geist, Und wie wol aber wir uns, ob der ware leib und blut Christi leiblich im brod und wein sei, dieser zeit nicht vergleicht haben, So sol doch ein teil gegen dem andern christliche liebe, so fern ides gewissen immer leiden kan, erzeigen, und beide teil Gott den almechtigen vleissig bitten, das er uns durch seinen geist den rechten verstand bestetigen wölle, Amen.
 
  • Martinus Luther.[20]
  • Justus Jonas.
  • Philippus Melanchthon.
  • Andreas Osiander.
  • Johannes Brenzius.[21]
  • Steffanus Agricola.
  • Johannes Ecolampadius.[22]
  • Huldrichus Zwinglius.
  • Martinus Buzerus.
  • Caspar Hedio.
 
[Después de Amen, Z añade: Vor dem Tittel (von dem Eusserlichen worte) soll steen:
Darumb alle Closterleben oder Gelubde, alls zur Gerechtikeit nuczlich, gannez verdampt sein,

Im funfezehennden Articul (ibi: Das man bede gestallt nach der Insaczung Christi prauchen solle) soll steen:

Das auch die Messe nicht ein werck ist, damit einer dem anndern thod oder lebendig gnad erlannge,

Nach dem dreiczehenden Articul, in fine, soll steen:

Das auch die lere, so pfassen ehe verbeut, theufels lere sei.]
 
 

[1] Texto D (imprimido por D. Brenner), con variantes[1] de K (colación por Köhler) y Z (edición de Zürich). Las variantes no incluyen las de ortografía, deletreo, puntuación.
[2] Otra traducción posible: “suscritos”.
[3] Otra traducción posible: “en concordia”.
[4] Otra traducción posible: “donde no pubna contra la palabra clara de Dios”.
[5] K y Z: geschrieben.
[6] Faltan muchos encabezamientos en K y Z.
[7] K y Z: im.
[8] K y Z: den personen.
[9] Z: unnd heiliger.
[10] Z: volkommennlich.
[11] K y Z: ewig.
[12] K y Z: in.
[13] Z: sint. K omite Darümb … sein.
[14] Z: bitten. Podría ser un vocablo distinto, o nada más un deletreo alternativo de beten.
[15] K omite Das … sei.
[16] K y Z omiten der.
[17] K omite Das … erlange.
[18] K y Z: das (¿significante?).
[19] K y Z: sei.
[20] Z coloca Ioannes Oecolampadius … Caspar Hedio como el primer grupo.
[21] K y Z invierten el orden para Johannes Brenzius y Steffanus Agricola.
[22] K y Z añaden hs.

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    ¿Debemos celebrar cultos online? Algunas consideraciones

    1. Introducción

    En siglos anteriores, cuando estallaron pandemias en muchos países o continentes, la reacción fue más o menos igual que la de hoy con el COVID-19: dejar de viajar, evitar lugares públicos, ser cauteloso con visitas extranjeras y quedarse en casa lo más posible. En generaciones previas, dichas pandemias habrían interrumpido los cultos (aunque no siempre era así; ver abajo), pero la tecnología ha abierto la posibilidad de “estar juntos” sin estar juntos de verdad.
     
    Esta novedad ha obligado a la iglesia a plantearse varias preguntas fundamentales acerca de su carácter y prácticas, y muchas pueden ser resumidas en la siguiente: ¿Debemos celebrar cultos online? En este artículo, no intentaré dar una respuesta definitiva a esta pregunta, porque no creo que hayamos tenido suficiente tiempo para considerarla bien. Más bien, me gustaría ofrecer algunos pensamientos al respecto, con la esperanza de estimular más reflexión por parte de la Iglesia, y sobre todo en la rama evangélica.
     
    2. ¿Por qué celebran cultos online los evangélicos?
     

    Algo importante a considerar es que el cuerpo de Cristo es bastante grande, y distintas denominaciones tienen distintas maneras de responder a distintos temas. Por tanto, me limito a la tradición evangélica, a distinción de otras, como la corriente histórica protestante (“mainline Protestantism”), por ejemplo. En esta sección, me gustaría ofrecer algunos pensamientos sobre porqué tantos evangélicos han elegido ofrecer cultos online.

    Lo espiritual sobre lo material. Debido a influencias (¿neoplatónicas?) como el zwinglianismo, el puritanismo y la Ilustración, muchos evangélicos dan prioridad a lo mental y lo espiritual sobre lo físico y lo material. Esto significa que nuestra percepción de la iglesia no está atada a cosas materiales, como el estar presente físicamente con los demás, el celebrar los sacramentos (u ordenanzas) y otros ministerios encarnados. Por tanto, para muchos de nosotros, aunque no estemos sentados al lado de nuestro mejor amigo o de una visita, nuestra experiencia de la iglesia no ha cambiado mucho. Lo que más valoramos es poder escuchar la Palabra de Dios, que es algo que podemos hacer igual desde un banquillo en un local que desde un sofá en casa.[1]
     
    La prioridad de la predicación. Debido a las mismas influencias mencionadas arriba, y también otras, los evangélicos damos prioridad a la predicación de la Palabra de Dios. No estoy diciendo que sea malo (de hecho, ¡diría justo lo opuesto!), pero sí que digo que los cultos online guardan lo que más valoramos: la predicación. La mayoría pensamos: ¿por qué no tener cultos online si podemos escuchar la predicación?
     
    La práctica sobre la reflexión. Los evangélicos somos un grupo de cristianos muy prácticos, y normalmente no somos conocidos por nuestra habilidad de plantearse preguntas profundas sobre temas importantes. Muchas veces saltamos antes de mirar, para lo bueno y para lo malo. De alguna manera, esa es una de nuestras mayores virtudes, pero también, una de nuestras mayores debilidades. Creo que muchos en el movimiento han pensado que hay poca o ninguna diferencia entre predicar a una cámara y predicar a una audiencia en directo, siempre que el pastor predique de la Biblia.
     
    3. ¿Debemos tener cultos online los evangélicos?
     

    Antes de seguir, me gustaría llamar la atención sobre la segunda parte del título de este artículo, que escogí a propósito: «algunas consideraciones». No pretendo ofrecer ninguna enseñanza dogmática sobre el tema, sino algunas reflexiones que espero que los demás consideren.

    No es la primera pandemia. Esta no es la primera pandemia que la Iglesia ha afrontado. Por ejemplo, la Iglesia ha vivido plagas en los siglos II, III, XIV y XVI, por nombrar solo algunos.[2] La respuesta cristiana en todas era la misma: además de quedarse en las ciudades afectadas y ministrar a los enfermos, los cristianos seguían asistiendo a la iglesia los domingos. Se ha complicado el tema hoy en día gracias a nuestro entendimiento de los microbios y las cuarentenas obligatorias gubernamentales, introduciendo así el tema de la obediencia civil (algo que no estaba presente durante pandemias previas, según tengo entendido). Sin embargo, merece la pena considerar que los cristianos estaban muy entregados a ministrar a los enfermos y a asistir a la iglesia, incluso a riesgo de sus propias vidas. Dios usa la iglesia para renovar nuestra esperanza en su bondad y su victoria sobre el mal. Quizás ahora, más que nunca, es cuando más necesitamos este mensaje.
     

    Antes de seguir, permítanme hacer una puntualización importante. Aunque es verdad que debemos preocuparnos mucho por cuidar a los enfermos y asistir a la iglesia, también debemos preocuparnos mucho de obedecer a las autoridades civiles y de protegernos y a nuestras familias. Dios no quiere que seamos irresponsables y luego “tengamos fe” en que nos guardará de todo mal. Soy consciente de la tensión que existe entre estos dos polos de prioridades, pero mi argumento principal es que creo que tenemos algo que aprender de nuestros antepasados en la fe, que daban prioridad a adorar a Dios sobre todo lo demás, incluso sobre su propio bienestar.

    El culto neotestamentario. Muchos evangélicos están ofreciendo cultos online sin la Santa cena, como si el uno pudiera separarse del otro. Curiosamente, esta ya es la práctica de muchas iglesias: una predicación cada domingo, con la Santa cena celebrada mensual o trimestralmente. Sin embrago, así no era cómo se celebraba el culto en el primer siglo (y más allá). Siendo que el contexto del culto neotestamentario era el banquete grecorromano, el culto tenía dos partes: una cena seguida por un tiempo para hablar (la “sobremesa”), cuyo eje central era las Escrituras (para un vídeo corto que describe el culto neotestamentario, pinche aquí). Habría sido totalmente incoherente sugerir a un cristiano del primer siglo que el culto podría incluir la predicación sin celebrar la Santa cena. De hecho, por lo menos un texto del Nuevo Testamento sugiere fuertemente que el propósito por el que se reunían los cristianos era el de compartir juntos una cena (Hch 20:7). Simplemente los dos componentes iban juntos. Por tanto, creo que merece la pena plantearnos la pregunta: ¿Por qué hacemos streaming de la predicación si no lo hacemos de la Santa cena?
     
    Reunirse. El Nuevo Testamento emplea una palabra interesante para referirse al culto: “reunirse” (cf. Mt 18:20; Hch 20:7; 1 Cor 5:4; 11:17, 18, 20, 33, 34). Aparentemente, era esencial que los cristianos estuvieran juntos físicamente para ser la Iglesia. Después de todo, ¿cómo podemos amarnos unos a otros, consolarnos unos a otros, orar unos por otros, etc., si no estamos juntos? Si la tecnología hace posible que podamos hacer algunas de estas cosas, genial; ¿pero es un sustituto suficiente? Soy consciente de que tiempos excepcionales requieren medidas excepcionales, y que Pablo dijo una vez que estaba presente con la iglesia de Corinto en «espíritu» (1 Cor 5:4), pero creo que tenemos que tomarnos en serio el tema de reunirse. Quizá una pregunta sería apropiada: ¿Son nuestros cultos online una “reunión” de cristianos de verdad?
     
    La encarnación. Como Hebreos 1:1-2 nos dice, Dios se ha revelado en muchas maneras, pero la forma más alta de su revelación vino en la encarnación del Hijo. En lugar de hablarnos desde lejos, Dios eligió hablarnos con carne y sangre. Aunque no quiero forzar los paralelismos, sí que creo que merece la pena considerar qué nos puede enseñar la encarnación con respecto a los cultos online.
     
    ¿Qué es la “iglesia”? Históricamente hablando, los protestantes han contestado a esta pregunta desde dos perspectivas distintas. Los que ven a la iglesia “desde arriba” (es decir, los luteranos, anglicanos, reformados, etc.) dicen que la iglesia hace tres cosas: predicar la Palabra, administrar los sacramentos y ejercer la disciplina eclesiástica. Los que ven a la iglesia “desde abajo” (es decir, los anabaptistas, etc.) dicen que la iglesia es una comunidad, y por tanto ha de cumplir los mandamientos “unos a otros” en la Escritura: amarnos unos a otros, exhortarnos unos a otros, etc. (Para una explicación de esta perspectiva de la iglesia, pinche aquí.) Surge la pregunta: ¿es el culto online la “iglesia” según alguna de estas definiciones? Según la primera, mientras que podemos predicar la Palabra, no podemos administrar los sacramentos (¿o sí que podemos? ver abajo) ni ejercer la disciplina eclesiástica. Según la segunda definición, es difícil, aunque no imposible, cumplir muchos de los mandamientos “unos a otros”. El caso es que, mientras que hay algunas cosas que podemos hacer con el culto online, hay otras cosas que no, o por lo menos no las podemos hacer de la misma manera que cuando estemos juntos físicamente.
     
    4. Preguntas a considerar
     

    Como dije al principio, no estoy argumentando que los evangélicos deban o no deban celebrar cultos online, aunque creo que está claro que soy cauteloso en afirmar que los cultos online son igual de buenos que los “normales”. Por tanto, me gustaría ofrecer algunas preguntas a considerar por ambos bandos.

    Primero, algunas preguntas para los que sí celebran cultos online:
    1. ¿Qué estás haciendo para replicar lo más posible el “reunirse” juntos?

    2. ¿Tienes alguna forma de celebrar juntos la Santa cena? En el caso negativo, ¿por qué? En la Iglesia primitiva, los diáconos llevaban el pan y el vino a los enfermos de la iglesia que no podrían asistir el culto. ¿Hay paralelismos para nuestra situación actual?

    3. ¿Está claro para todos que los cultos online son irregulares y limitados, y que hay muchas cosas que la iglesia debería estar haciendo, pero que no las puede hacer por ahora?

    Segundo, algunas preguntas para los que no celebran cultos online:
    1. Si eres pastor, ¿cómo puedes usar la tecnología para seguir pastoreando a tu iglesia durante las semanas y los meses venideros?

    2. ¿Hay alguna manera de crear una atmósfera de “reunirse”, incluso si es imposible hacerlo físicamente?

    Que el Señor nos dé sabiduría a todos.[3]
     

    [1] Este no es el sitio más adecuado para desarrollar el siguiente pensamiento, pero la Iglesia tiene que ser consciente de que nuestra cultura está experimentando un rechazo total a la visión de la Ilustración. Si la Ilustración dio prioridad a la mente sobre lo material, nuestro mundo posmoderno actual da prioridad a lo material sobre la mente.
    [2] Cf. https://foreignpolicy.com/2020/03/13/christianity-epidemics-2000-years-should-i-still-go-to-church-coronavirus/
    [3] Me gustaría agradecer a Ed Gudeman y Rubén Videira por leer un borrador previo de este artículo y ofrecer comentarios muy valiosos.

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