Cuatro modelos de la formación teológica

Introducción

Cuando se habla de la formación teológica, normalmente se habla del lado práctico: el coste, la doctrina, presencial vs. online, etc. Estas conversaciones tienen mucho valor y vale mucho la pena tenerlas. Sin embargo, se suele pasar por alto otro aspecto igual de importante: el lado teórico. Es decir, qué tipo de alumno se busca, qué tipo de graduado se quiere producir, el enfoque de la formación, etc. Este artículo se centra en el segundo aspecto, y me gustaría usar cuatro modelos —o tipos— de la formación teológica que se han empleado en diferentes etapas de la historia cristiana para formar a los pastores, maestros y teólogos de la Iglesia. Gente como Richard Niebuhr y Avery Dulles, han empleado con éxito modelos para analizar temas como la relación entre la iglesia y la sociedad, la inspiración y la naturaleza de la iglesia; y como ha demostrado Arthur Holder, se pueden emplear para analizar la formación teológica también.[1] Es importante recordar que los modelos no son reconstrucciones históricas totalmente fiables, sino que funcionan como herramientas heurísticas para provocar la reflexión y estimular el diálogo.
 
Básicamente, la formación teológica se puede representar con un eje con dos líneas que representan dos enfoques: la línea vertical representa el enfoque individual y la línea horizontal representa el enfoque comunitario. Además, cada línea tiene dos polos que representan los extremos de cada enfoque: la línea vertical (el enfoque individual) tiene los polos de lo académico y lo espiritual, y la línea horizontal (el enfoque comunitario) tiene los polos de lo vocacional y lo misional. Se puede representar los cuatro modelos de la formación teológica con el siguiente gráfico:
 
 
 
 
Con este gráfico en mente, me gustaría dar unas pinceladas de las características de cada modelo: las palabras claves, el maestro ideal, el alumno ideal, el espacio ideal para aprender, el enfoque de la formación y los personajes representativos.
 
1. El modelo académico
 

El modelo académico se centra en la vida intelectual. Las palabras claves son: la verdad, el razonamiento crítico y la lógica. El maestro ideal es un profesor erudito que tiene un conocimiento exhaustivo de la materia y que ha leído y escrito extensivamente. El alumno ideal es alguien deseoso por aumentar su conocimiento y que se puede describir como listo o dotado. El espacio ideal para aprender es el aula, donde el maestro puede exponer la materia de manera lógica y sistemática. El enfoque de la formación es el entendimiento, la verdad y la doctrina y filosofía cristiana. Los personajes representativos de este modelo son: Justino Mártir, Clemente de Alejandría, Orígenes, la tradición escolástica medieval y muchos seminarios protestantes a partir de la Iluminación hasta hace relativamente poco.

 
2. El modelo espiritual
 

El modelo espiritual —o monástico— se centra en la vida espiritual. Las palabras claves son: la purgación de las pasiones y la libertad de la tentación y del auto engaño. El maestro ideal es un guía espiritual de la vida espiritual interior, que ha conquistado sus propias pasiones carnales. El alumno ideal es alguien deseoso de la salvación personal de la tentación y de las fuerzas demoníacas. El espacio ideal para aprender es un cuarto, una cueva o cualquier otro sitio donde uno puede aislarse completamente de los demás. El enfoque de la formación es la oración, el ayuno, el ascetismo y la meditación en la vida de Cristo. Los personajes representativos de este modelo son: Antonio el monje, Jerónimo, las órdenes religiosas católicas (especialmente los franciscanos) y movimientos con tendencias hasta el misticismo.

 

3. El modelo vocacional

El modelo vocacional se centra en la vida interior de la iglesia, es decir, la vida comunitaria de una iglesia local. Las palabras claves son: el amor, la comunidad y la vida eclesiástica. El maestro ideal es un pastor con mucha experiencia que puede preparar a los demás para el ministerio semanal en una iglesia local. El alumno ideal es alguien deseoso de servir fielmente como pastor en una iglesia. El espacio ideal para aprender es un monasterio comunitario o una residencia cristiana. El enfoque de la formación es el amor mutuo y la edificación dentro del contexto de la iglesia local. Los personajes representativos de este modelo son: Juan Crisóstomo, Agustín, Dietrich Bonhoeffer y algunos seminarios modernos que tienen residencias.
 
 

4. El modelo misional

El modelo misional se centra en la vida exterior de la iglesia, es decir, cómo ser luz y sal en el mundo. Las palabras claves son: la misión, el evangelismo y el cambio social. El maestro ideal es un evangelista, ya sea un misionero, un evangelista personal o un activista social. El alumno ideal es alguien deseoso de interactuar con la cultura, para empezar una iglesia u organización cristiana y/o para efectuar el cambio en la sociedad. El espacio ideal para aprender es estar rodeado por no cristianos, como en una ciudad o un pueblo con poca o ninguna presencia cristiana. El enfoque de la formación es ser luz en un mundo oscuro y ser enviado por Jesús en el poder del Espíritu. Los personajes representativos de este modelo son: la misión de Gregorio Magno a Inglaterra y el enfoque moderno de muchos seminarios (especialmente en los EE. UU.).
 
Conclusión
 

Es importante resaltar el hecho de que ningún modelo es mejor o peor que los demás. La Iglesia ha empleado varios modelos a lo largo de su historia, y cada uno ha experimentado su auge en distintas épocas y en distintas partes del mundo. Lo importante para los interesados en la formación teológica es reflexionar sobre los cuatro modelos, y emplear el mejor modelo —o más bien, una mezcla de los mejores modelos— para su contexto.

 

[1] Richard Niebuhr, Cristo y la cultura (Barcelona: Ediciones Península, 1968); Avery Dulles, Modelos de la Iglesia (Santander: Sal Terrae, 1975); idem, Models of Revelation (Doubleday, 1992); Arthur Holder, “Making True Disciples: Models of Theological Education from the Early Church,” The St. Luke’s Journal of Theology 34 no 3 (1991): 17-32. Estoy muy endeudado a Holder para las ideas principales expuestas en este artículo.

Me gustaría agradecer a Protestante Digital por el permiso de publicar el gráfico.

 
 
 

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