Muchos cristianos —sobre todos nosotros los evangélicos— creen que aferrarse a la doctrina de sola Escritura conlleva una oposición a la liturgia, como recitar los credos, seguir el año litúrgico y leer de un leccionario. Después de todo, si la Biblia no nos dice que debemos hacer dichas cosas, ¿qué justificación habrá? Aunque yo nunca obligaría a ninguna persona o iglesia a adoptar estas prácticas en su vida personal o eclesiástica, sí que me gustaría demostrar que aferrarse a sola Escritura no conlleva ninguna oposición a estos elementos litúrgicos en sí. De hecho, intentaré demostrar tres cosas: 1) que el evangelio neotestamentario —es decir, la doctrina fundamental basada solamente en las Escrituras— es lo mismo que el Credo apostólico; 2) que el año litúrgico se puede entender como un recorrido de dicho Credo; y 3) que el leccionario es una herramienta complementaria al año litúrgico, para escoger textos adecuados para los distintos temas de cada domingo. Es decir, estos elementos “no bíblicos” son tres maneras de reforzar nuestro entendimiento del evangelio, y así se justifica su uso, tanto a nivel personal como eclesiástico.
II. El evangelio neotestamentario
El evangelio —como cualquier otro mensaje— se puede relatar de forma concisa o más extensivamente. Nos ayuda pensar en un acordeón: se puede abrir y cerrar según los deseos y propósitos del músico, y así esconder o hacer visible ciertas partes “no necesarias”, pero en todo momento sigue siendo el mismo acordeón. Así es con el evangelio: se puede resumir muy brevemente —como Pablo lo hace en 1 Corintios 15:3-4— y se puede extender a libros enteros de la Biblia —como Romanos, por ejemplo— o a la Biblia misma (por no hablar de la literatura segundaria sobre el tema).
Por el bien de este artículo, voy a evitar estos dos extremos y abrir el acordeón a medias, de forma que estén presentes todos los elementos esenciales del evangelio, pero sin hacer visibles todos los matices y detalles posibles. Para ello, lo que más sentido tiene es recopilar todos los textos neotestamentarios que hablan —directa o indirectamente— del evangelio, compararlos unos con otros, y ver qué temas suelen volver a ocurrir. Otros expertos —como C. H. Dodd y Donald Selby, por ejemplo— ya han hecho el trabajo difícil, y podemos aprovecharnos de su labor. Existen unos 65 textos que hablan del evangelio. Para los interesados, en el siguiente párrafo doy las referencias bíblicas; para los no interesados, se lo puede saltar sin temor de perderse.
[Los 15 textos directos son: Hch 2:4–40; 3:12–26; 4:8–12; 5:20–42; 7:2–60; 10:34–43; 13:16–41, 46; 14:15–17; 16:31; 17:22–31; 22:1–21; 24:10–21; 26:2–27; Rm 1:1–6; 1 Cor 15:1–11. Los 50 textos indirectos son: Hch 4:1–2, 24–30, 33–35; 5:42; 6:12–14; 8:5, 12, 31–37; 9:19–22; 11:20; 14:21–23; 15:7–11, 13–21; 17:2–3, 7; 18:5, 28; 19:4, 8, 26; 20:18–35; 23:6; 24:24–25; 25:19; 28:17–28; Rm 1:16; 2:16; 10:8–9, 17; 15:19; 16:25–26; 1 Cor 1:17–18, 23–24; 2:2–5; 2 Cor 1:18–19; 4:4–14; 5:11–21; Gál 2:14–21; 3:1, 8–12; Ef 3:8–12; 6:19; Fil 1:18; Col 1:4–5, 21–23; 2:6–15; 1 Tes 1:5, 9–10; 2:13–15; 1 Tm 3:16; 2 Tm 1:8, 12; 2:2–13; Tit 1:1–3; 1 Pd 1:10–12.]
Cuando comparamos estos 65 textos unos con otros, vemos que reaparecen una y otra vez los siguientes seis temas: 1) las profecías del Antiguo Testamento o el Dios creador en general; 2) el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús; 3) por virtud de la resurrección, Jesús ha sido exaltado a la diestra de Dios como Señor, Cristo e Hijo de Dios; 4) el Espíritu Santo en la Iglesia es la señal del poder y la gloria actual de Cristo; 5) Jesús volverá como Juez y Salvador; 6) una llamada al arrepentimiento, la oferta de perdón y del Espíritu Santo y la promesa de salvación. Lo que tenemos en estas seis afirmaciones, por lo tanto, es un bosquejo general y básico del evangelio en su totalidad.
[Antes de seguir, y como un pensamiento medio parentético, me gustaría llamar la atención de los lectores sobre el hecho de que el evangelio neotestamentario era un mensaje trinitario: comenzó con el Padre como creador, se centró en el Hijo como el redentor y acabó en el Espíritu como el dador de vida. Por desgracia, las distintas denominaciones protestantes tienden a enfocarse en un miembro de la Trinidad a coste de los otros dos, y así distorsionan la plenitud del mensaje del evangelio. Urge recuperar el perfil trinitario del evangelio en nuestras iglesias hoy en día.]
III. El evangelio neotestamentario y el Credo apostólico
A lo mejor no todos los lectores conocen el Credo apostólico, así que lo pongo aquí: «Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra. Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María, padeció bajo Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los muertos; al tercer día resucitó de entre los muertos, ascendió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso; desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y muertos. Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia universal, la comunión de los santos, el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna. Amén.»
Ahora llega la parte interesante. Cuando comparamos el evangelio neotestamentario con el Credo apostólico, notamos la impresionante correspondencia entre los dos. Igual que había seis temas fundamentales del evangelio que vimos arriba, el Credo apostólico se puede dividir en seis temas, que corresponden con los del evangelio: 1) El evangelio comienza con las profecías del Antiguo Testamento o el Dios creador en general, y el Credo comienza con la frase «Creo en Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra». 2) El evangelio sigue con el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús, y el Credo también sigue con la frase «Y en Jesucristo, su único Hijo, nuestro Señor, que fue concebido por el Espíritu Santo, nació de la Virgen María, padeció bajo Poncio Pilato, fue crucificado, muerto y sepultado, descendió a los muertos; al tercer día resucitó de entre los muertos». 3) El evangelio continúa con la exaltación de Jesús a la diestra de Dios, y el Credo también lo hace con la frase «ascendió a los cielos y está sentado a la derecha de Dios, Padre todopoderoso». 4) El evangelio sigue con la segunda venida de Jesús como Juez y Salvador, y el Credo también contiene la frase «desde allí ha de venir a juzgar a los vivos y muertos». 5) El evangelio sigue con el Espíritu Santo y su presencia en la Iglesia, y el Credo también contiene la frase «Creo en el Espíritu Santo, la santa Iglesia universal, la comunión de los santos». 6) Por último, el evangelio acaba con una llamada al arrepentimiento, la oferta de perdón y del Espíritu Santo y la promesa de salvación, y el Credo también acaba con la frase «el perdón de los pecados, la resurrección de la carne y la vida eterna».
Creo que es fácil ver que hay una correspondencia total entre el evangelio neotestamentario y el Credo apostólico. Todos los elementos encontrados en el primero también aparecen en el segundo, y sin sobras ni del uno ni del otro. Como dijo Juan Calvino en el §20 de su Catecismo de 1537, «No contiene ninguna doctrina humana. Al contrario, es una colección de los muy ciertos testimonios de la Escritura». Es decir, está sumamente justificado asegurar que el Credo apostólico es un resumen sistemático del evangelio neotestamentario, y esa es su aportación principal a la Iglesia: resumir, sistematizar y reforzar el contenido del evangelio en su totalidad.
IV. El evangelio neotestamentario y el año litúrgico
Una vez más, a lo mejor no todos los lectores conocen el año litúrgico, así que doy aquí una pincelada de Adviento (noviembre/diciembre) a Pentecostés (mayo/junio), la “columna” del mismo. El año litúrgico comienza con el tiempo de Adviento, en el que Dios está preparando a su pueblo para la llegada de su Hijo, nuestro Salvador. Le sigue al tiempo de Navidad, en el que nace el Hijo, ahora conocido definitivamente como Jesús. A continuación, el tiempo de Epifanía, en el que Jesús es reconocido por los magos, bautizado, y comienza su ministerio público. La Epifanía llega a su punto álgido en la décima semana, con la celebración de la transfiguración. Después es el tiempo de Cuaresma, en el que Jesús se acerca cada vez más a Jerusalén y a su muerte. La Cuaresma llega a su punto álgido —realmente su propio tiempo— en la séptima semana, con Semana Santa. Lo siguiente es el tiempo de Pascua, en el que Jesús es resucitado, va preparando a sus discípulos para la llegada del Espíritu y asciende al Padre. La Pascua acaba con el día de Pentecostés, es decir, la llegada del Espíritu y la formación definitiva de la Iglesia. También se suele celebrar la Santísima Trinidad la semana siguiente, pero esto es más como un apéndice teológico al resto del año litúrgico.
Una vez más, espero que los lectores puedan ver la impresionante correspondencia entre el evangelio neotestamentario y el año litúrgico. 1) El evangelio comienza con las profecías del Antiguo Testamento o el Dios creador en general y el año litúrgico comienza con Adviento, en el que Dios está preparando a su pueblo para la llegada de su Hijo, nuestro Salvador. 2) El evangelio sigue con el ministerio, la muerte y la resurrección de Jesús y el año litúrgico sigue con la Epifanía y la Cuaresma en el que celebramos el nacimiento, ministerio y muerte de Jesús, con la resurrección esperándonos en el siguiente tiempo. 3) El evangelio continúa con la exaltación de Jesús a la diestra de Dios y el año litúrgico también lo hace con Pascua en la que celebramos la resurrección y ascensión de Jesús. 4) El evangelio sigue con la segunda venida de Jesús como Juez y Salvador. Aquí no tenemos una correspondencia con el año litúrgico, pero sí que la tenemos en dos componentes importantes de cada culto dominical: la recitación del Padrenuestro (“véngase tu reino”) y la celebración de la cena del Señor (“la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga”). 5) El evangelio sigue con el Espíritu Santo y su presencia en la Iglesia y el año litúrgico sigue con la Pentecostés, en el que celebramos la llegada del Espíritu y la formación de la Iglesia. 6) Por último, el evangelio acaba con una llamada al arrepentimiento, la oferta de perdón y del Espíritu Santo y la promesa de salvación. Una vez más, no tenemos una correspondencia en el año litúrgico, pero cada domingo las iglesias deben estar llamando a la gente al arrepentimiento y fe y ofreciéndoles perdón, el don del Espíritu y la promesa de salvación.
En este caso, la correspondencia con el evangelio neotestamentario no es tan directa, pero sí que es impresionante. Por lo tanto, me gustaría sugerir la idea de que el año litúrgico es una herramienta que las iglesias pueden utilizar para profundizar en el evangelio. Dejando a un lado por un momento la idea del año litúrgico, imaginemos que un pastor profundamente comprometido a la idea de sola Escritura empieza en noviembre una serie sobre el evangelio que acaba en junio. En la serie habla de las profecías del Mesías en el Antiguo Testamento, el nacimiento de Cristo, sus enseñanzas, muerte, resurrección y ascensión y el envío del Espíritu Santo. Si nos es fácil pensar esto, ¿qué se puede decir en contra el año litúrgico, cuyo fin es el mismo? Repito que mi intención no es obligar a nadie a adoptar el año litúrgico para su iglesia, sino demostrar que la idea en sí no está en contra de sola Escritura.
V. El evangelio neotestamentario y el leccionario
Brevemente, un leccionario es una selección de textos escogidos de la Biblia para complementar el año litúrgico y que se leen públicamente durante el culto. Así, por ejemplo, durante el tiempo de Adviento se leen textos que hablan de la promesa de Dios para enviar su Mesías, durante el de Epifanía textos de cómo Jesús quiere que vivamos, durante el de Cuaresma textos de arrepentimiento, etc. Es decir, el año litúrgico y su leccionario acompañante van mano en mano, y si anteriormente hemos conseguido justificar la presencia del año litúrgico, entonces lo hemos conseguido para el leccionario también.
De todos modos, es una gran pena que muchas iglesias evangélicas hayan dejado de leer la Biblia durante el culto, y así la gente puede pasar años —si no toda su vida— sin escuchar algunos libros de la Biblia. Igual que la predicación expositiva es una manera de desplegar todos los contenidos de un solo libro, un buen leccionario despliega una gran parte de los contenidos de toda la Biblia.
Para resumir, he intentado demostrar que el evangelio neotestamentario tiene unos seis temas básicos, y que estos temas están presentes en el Credo apostólico, el año litúrgico y el leccionario. Por lo tanto, lo que tenemos en estos componentes “litúrgicos” pueden entenderse como herramientas para ayudarnos profundizar en el evangelio. Insisto que la meta que tengo no es obligar a ninguna persona, iglesia o denominación a incorporar estos elementos en sus vidas personales o eclesiásticas, sino despejar el concepto erróneo de que dichos elementos no son “bíblicos”. Todos necesitamos ayuda en recordarnos del evangelio, y estos elementos nos pueden ofrecer un buen sitio donde empezar.