En dos artículos previos (parte 1, parte 2), dijimos que el amor es el tema central de la Biblia y que la razón por la cual lo es, es porque Dios es amor: el Padre, el Hijo y el Espíritu siempre se han amado desde antes de la fundación del mundo. Pero, igual que en el primer artículo, al final del segundo nos planteamos otra pregunta clave: si Dios es amor, ¿cómo es dicho amor? Dando por hecho que Dios es amor y que debemos amar también, ¿tenemos algunas pistas de cómo se vive a nivel práctico?
Igual que en los artículos previos, la respuesta es a la vez simple y profunda: la cruz. Fíjense en todos los versículos de la Biblia que conectan de manera explícita el amor de Dios con la cruz:
Juan 3:16: «De tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna»
Romanos 5:8: «Pero Dios muestra su amor para con nosotros, en que siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros»
Gálatas 2:20: «Con Cristo estoy juntamente crucificado, y ya no vivo yo, mas vive Cristo en mí; y lo que ahora vivo en la carne, lo vivo en la fe del Hijo de Dios, el cual me amó y se entregó a sí mismo por mí»
Efesios 2:4-5: «Pero Dios, que es rico en misericordia, por su gran amor con que nos amó, aun estando nosotros muertos en pecados, nos dio vida juntamente con Cristo»
Efesios 5:2: «Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.»
Efesios 5:25: «Maridos, amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó a sí mismo por ella»
2 Tesalonicenses 2:16: «Y el mismo Jesucristo Señor nuestro, y Dios nuestro Padre, el cual nos amó y nos dio consolación eterna y buena esperanza por gracia»
1 Juan 4:9-10: «En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados.»
Estos textos nos demuestran que el vínculo entre el amor intra trinitario y el que debemos tener unos por otros es el amor que el Padre, el Hijo y el Espíritu nos demostró en la cruz. Si queremos reflejar el amor eterno de Dios, tenemos que vivir la cruz.
Es imposible resumir el amor de Dios demostrado en la cruz, pero me gustaría ofrecer la siguiente frase como un sitio donde empezar: El amor es dar alegremente de sí mismo por el verdadero bien del otro. Permítanme desarrollar un poco cada parte de la frase. La palabra clave es “dar”, en contraposición de “tomar”, que es, en mi opinión, la esencia del amor propio, el egoísmo y de lo que la Biblia llama el pecado. Pero el amor no da porque es un deber o una obligación, sino que da “alegremente”. Tiene ganas de dar de sí mismo. No siempre es bonito —como por ejemplo cuando un padre decide levantarse por la noche con el bebé para que su mujer pueda dormir un poquito más—, pero sí provoca una alegría más profunda y duradera que cualquier inconveniente momentáneo que produzca. Este tipo de amor también da “de sí mismo”, es decir, implica un sacrificio personal, o por lo menos una implicación personal. Cuánto más da uno de sí mismo, más amoroso es. Es decir, que cada día tenemos un número de oportunidades casi infinitos para dar de nosotros mismos, sea mucho o poco. La meta de este amor es buscar y realizar el “bien” del otro. Pero no se conforma con los muchos falsos bienes que hay: la felicidad inmediata, la salida más fácil, el camino más cómodo, etc. Este amor busca el “verdadero bien” del otro, es decir, que su vida agrade a Dios. ¿Y cómo podemos agradar a Dios? Encarnar la cruz de Cristo en cada momento de nuestra vida.
Las implicaciones que la cruz tiene para nuestras vidas son casi infinitas. De hecho, me gustaría sugerir que el florecer de la sociedad humana tiene una relación directa con la cantidad de amor que esta tenga. La economía, el comercio, la medicina, la ley, el arte, la tecnología… El éxito de todo depende del amor. Es decir, la cruz nos es solo un evento histórico pero aislado de nuestras vidas, al contrario, la cruz tiene la respuesta a cualquier problema humano que tengamos. ¿Cómo sería una sociedad que se basa en cada uno dando de sí mismo por el verdadero bien de los demás?
Me gustaría concluir esta mini serie de artículos sobre el amor con 1 Juan 4:8-11, porque quizás es el mejor texto en la Biblia que abarca todo lo que hemos dicho del amor: «8 El que no ama, no ha conocido a Dios; porque Dios es amor. 9 En esto se mostró el amor de Dios para con nosotros, en que Dios envió a su Hijo unigénito al mundo, para que vivamos por él. 10 En esto consiste el amor: no en que nosotros hayamos amado a Dios, sino en que él nos amó a nosotros, y envió a su Hijo en propiciación por nuestros pecados. 11 Amados, si Dios nos ha amado así, debemos también nosotros amarnos unos a otros.»
En el versículo 8 encontramos el amor intra trinitario: Dios es amor porque el Padre, el Hijo y el Espíritu siempre se han amado. Los versículos 9-10 hablan de la cruz de Cristo y cómo Dios nos mostró su amor en ella. Como hemos argumentado aquí, funciona como un vínculo entre el amor divino y el amor que debemos tener unos por otros. Por último, en el versículo 11 encontramos una llamada a amar como Dios. ¿Qué más nos falta en la vida que no se encuentra en este texto? Nada. El amor es todo.