I. Introducción
Los tres argumentos que me gustaría compartir son las siguientes: 1) que los grandes credos históricos no especificaron una postura escatológica, 2) que en la Iglesia primitiva muchos no eran amileniaristas sino premileniaristas y 3) que muchos de los autores de las confesiones reformadas del s. XVII no eran amileniaristas sino mileniaristas. Imagino que estas afirmaciones pueden chocar a muchos lectores del campo reformado, pero les aseguro que están basadas en hechos bien documentados por expertos de toda banda escatológica.
Credo apostólico:
Creemos en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra, de todo lo visible y lo invisible; y en un solo Señor, Jesucristo, el unigénito de Dios, nacido del Padre antes de todos los siglos, luz de luz, Dios verdadero de Dios verdadero; engendrado, no creado, consustancial con el Padre, por quien todo fue hecho; que por nosotros los hombres y por nuestra salvación bajó del cielo y se encarnó por obra del Espíritu Santo y de María la Virgen y se hizo hombre; por nuestra causa fue crucificado en tiempo de Poncio Pilato y padeció y fue sepultado, y resucitó al tercer día según las Escrituras y subió al cielo; y está sentado a la derecha del Padre; y de nuevo vendrá con gloria, para juzgar a vivos y muertos, y su reino no tendrá fin. Y en el Espíritu Santo, Señor y dador de vida, que procede del Padre; que con el Padre y el Hijo recibe una misma adoración y gloria, que habló por los profetas. En una Iglesia santa, católica y apostólica. Confesamos un solo bautismo para la remisión de los pecados. Esperamos la resurrección de los muertos y la vida del mundo futuro. Amén.
Quienquiera desee salvarse debe, ante todo, guardar la Fe Católica: quien no la observare íntegra e inviolada, sin duda perecerá eternamente. Esta es la Fe Católica: que veneramos a un Dios en la Trinidad y a la Trinidad en unidad. Ni confundimos las personas, ni separamos las substancias. Porque otra es la persona del Padre, otra la del Hijo, otra la del Espíritu Santo: Pero la divinidad del Padre y del Hijo y del Espíritu Santo es una, es igual su gloria, es coeterna su majestad. Como el Padre, tal el Hijo, tal el Espíritu Santo. Increado el Padre, increado el Hijo, increado el Espíritu Santo. Inmenso el Padre, inmenso el Hijo, inmenso el Espíritu Santo. Eterno el Padre, eterno el Hijo, eterno el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres eternos, sino uno eterno. Como no son tres increados ni tres inmensos, sino uno increado y uno inmenso. Igualmente omnipotente el Padre, omnipotente el Hijo, omnipotente el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres omnipotentes, sino uno omnipotente. Como es Dios el Padre, es Dios el Hijo, es Dios el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres dioses, sino un Dios. Como es Señor el Padre, es Señor el Hijo, es Señor el Espíritu Santo. Y, sin embargo, no tres señores sino un Señor. Porque, así como la verdad cristiana nos compele a confesar que cualquiera de las personas es, singularmente, Dios y Señor, así la religión católica nos prohíbe decir que son tres Dioses o Señores. Al Padre nadie lo hizo: ni lo creó, ni lo engendró. El Hijo es sólo del Padre: no hecho, ni creado, sino engendrado. El Espíritu Santo es del Padre y del Hijo: no hecho, ni creado, ni engendrado, sino procedente de ellos. Por tanto, un Padre, no tres Padres; un Hijo, no tres Hijos, un Espíritu Santo, no tres Espíritus Santos. Y en esta Trinidad nada es primero o posterior, nada mayor o menor: sino todas las tres personas son coeternas y coiguales las unas para con las otras. Así, para que la unidad en la Trinidad y la Trinidad en la unidad sea venerada por todo, como se dijo antes. Quien quiere salvarse, por tanto, así debe sentir de la Trinidad. Pero, para la salud eterna, es necesario creer fielmente también en la encarnación de nuestro Señor Jesucristo. Es pues fe recta que creamos y confesemos que nuestro Señor Jesucristo, Hijo de Dios, es Dios y hombre. Es Dios de la substancia del Padre, engendrado antes de los siglos, y es hombre de la substancia de la madre, nacido en el tiempo. Dios perfecto, hombre perfecto: con alma racional y carne humana. Igual al Padre, según la divinidad; menor que el Padre, según la humanidad. Aunque Dios y hombre, Cristo no es dos, sino uno. Uno, no por conversión de la divinidad en carne, sino porque la humanidad fue asumida por Dios. Completamente uno, no por mezcla de las substancias, sino por unidad de la persona. Porque, como el alma racional y la carne son un hombre, así Dios y hombre son un Cristo. Que padeció por nuestra salud: descendió a los infiernos, al tercer día resucitó de entre los muertos. Ascendió a los cielos, está sentado a la derecha de Dios Padre omnipotente; de allí vendrá a juzgar a vivos y muertos. A su venida, todos los hombres tendrán que resucitar con sus propios cuerpos, y tendrán que dar cuenta de sus propios actos. Los que actuaron bien irán a la vida eterna; los que mal, al fuego eterno. Esta es la fe católica, quien no la crea fiel y firmemente, no podrá salvarse. Amén.
Imagino que esto va a ser un shock para muchos lectores de trasfondo reformado, pero es un hecho muy bien documentado que la postura escatológica más antigua —con el primer testimonio pos neotestamentario datando en el s. I— es el premileniarismo, y que además es la única postura de la cual tenemos evidencia hasta finales del s. II o principios del s. III. A partir de ahí encontramos las dos posturas juntas en la Iglesia hasta el s. V cuando Agustín cambió su postura del premilenialismo al amilenialismo afectando así a la trayectoria de la Iglesia hasta el s. XVII.
Imagino de nuevo que esta noticia va a ser un shock para los lectores, pero es un hecho histórico ampliamente demostrado por varios expertos —amileniaristas y premileniaristas[4]— que muchos de los autores de las grandes confesiones reformadas del s. XVII, como la de Westminster y la segunda confesión bautista de Londres entre otros, no eran amileniaristas sino mileniaristas, lo cual es más parecido al pre o posmileniarismo que al amileniarismo. ¿Cómo surgió tanta influencia mileniarista? Durante la primera mitad del s. XVII dos hombres, el alemán Johann Heinrich Alsted y el inglés Joseph Mede, publicaron libros sobre la escatología que defendieron una postura mileniarista, y el impacto que tuvieron en el mundo reformado fue enorme, sobre todo durante segundo tercio del s. XVII.
[1] Para este argumento, cf. Dayton Hartman, “Creedal Eschatology” (http://www.centerforbaptistrenewal.com/blog/2019/2/12/creedal-eschatology; accedido el 17 de abril, 2019).
[2] Los textos vienen de Wikipedia (el credo atanasio se conoce también como el credo quicumque). Seguramente no son las mejores traducciones, pero tampoco es mi propósito en este momento ofrecer una nueva traducción de los textos. Lo importante es notar las pocas referencias a la escatología.
[3] Es importante recordar que Papio era un discípulo de Juan, el posible autor del libro de Apocalipsis.
[4] Cf., por ejemplo, Robert Clouse, “Millennialism in the Seventeenth Century,” Grace Journal 6 no. 1 (1965): 3-15; Jeffrey K. Jue, Heaven Upon Earth: Joseph Mede (1586–1638) and the Legacy of Millenarianism (Dordrecht, Holland: Springer, 2006).
[5] Cf. Mal Couch (ed.), Dictionary of Premillennial Theology, s.v. Mede, Joseph; traducido al español: Diccionario de teología premilenarista(Editorial Portavoz, 2000); Clouse, “Millennialism,” 9; Benjamin Knollys, The World that Now is; and the World that is to Come (London, 1681), 29-30; A Complete Collection of State-Trials and Proceedings upon High-Treason, and other Crimes and Misdemeanours; from the Reign of King Richard II to the Reign of King George II, Vol. 2 (London, 1742), §66: The Trial of Benjamin Keach. Crawford Gribben ha hecho el argumento de que debemos abandonar la división tripartita de a, pre y posmileniarismo con respeto a la escatología de los puritanos del s. XVI; “The Eschatology of the Puritan Confessions,” SBET 20 no 1 (2002): 51-78.
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