Mes: enero 2024

“Los cristianos son ateos”

Introducción

Como dice Atenagoras, el apologeta cristiano del s. II, los cristianos primitivos fueron acusados de tres crímenes: el canibalismo, el incesto y el ateísmo.[1] Los tres fueron acusaciones serias,[2] pero aquí me gustaría explicar el que quizá parezca el más raro para nosotros hoy en día: el ateísmo. Quizá esta sea la acusación más antigua hecha contra los cristianos, y ya hay de ella encontradas en el Nuevo Testamento mismo (p. ej., Hch 19:23ss.) y una atestación clara encontrada a inicios del s. II durante el martirio de Policarpo.[3] Me gustaría plantear dos preguntas en este artículo: 1) ¿Por qué se hizo esta acusación contra los cristianos? 2) ¿Por qué fue una acusación tan seria?
 
¿Por qué se llamó ateos a los cristianos?
 

Para lectores modernos (¡y para los primeros cristianos también!), la acusación de ateísmo suena ridícula. Después de todo, si algún grupo es conocido por su creencia en Dios, seguramente los cristianos se encuentran entre los primeros. Sin embargo, para la mente grecorromana, no era así. Los ciudadanos del Imperio romano practicaban lo que podría llamarse el politeísmo cívico, es decir, que el gobierno civil patrocinaba la adoración de varios dioses a través de las artes, fiestas, sacrificios, el teatro, etc.

Pero en el s. I d. C., apareció un grupo de personas que decían que no querían hacer sacrificios a los dioses reconocidos a nivel oficial, ir al teatro, ni demostrar respecto por las costumbres antiguas. Además, no representaban su dios en el arte, ni escribían obras de teatro en su honor, ni tenían la aprobación del gobierno civil. Para colmo, su dios era un dios relativamente nuevo y tenía su origen en el judaísmo, que históricamente había tenido muy mala fama en el mundo grecorromano. Por tanto, si lo vemos con empatía desde la perspectiva del ciudadano grecorromano medio, podemos ver cómo se podría aplicar la acusación de ateísmo a los cristianos. Sin embargo, lo que querían decir con el término era que no creían en los dioses grecorromanos que estaban aceptados y patrocinados por el gobierno.
 
¿Por qué era una acusación tan seria?
 

Para responder a esta pregunta, tenemos que volver a unos cuantos siglos antes del cristianismo, a Atenas del s. V a. C. Sócrates estaba en su apogeo, y estaba enseñando algo peligroso: que los dioses no existen. Eso se había enseñado antes, empezando con Tales de Mileto en el s. VII, y seguido por otros llamados “filósofos naturales”, pero su enseñanza no tuvo el mismo impacto social como la de Sócrates. Según filósofos como él, los dioses eran vistos como necesarios por la gente común para asegurarse estabilidad social.[4] Cosas como los juramentos, los contractos y la defensa de la ciudad solo eran posibles si la gente creía en los dioses: ellos pueden ver lo que hacemos en el privado y tenemos que defenderlos en guerra. Sin embargo, como el oponente de Sócrates —Aristófanes— mostró, borrar a los dioses es borrar el freno social, invitando así al caos en la ciudad.[5] Sócrates fue acusado de dos cosas (y declarado culpable de lo mismo): ser ateo y corromper las mentes de los jóvenes de la ciudad con su enseñanza (es decir, el ateísmo). Curiosamente, sabemos por los escritos de Platón que, aunque Sócrates no creía en los dioses helenos conocidos en Atenas, sí creía en algún tipo de realidad divina. Es decir, Sócrates no estaba muy lejos de lo que llamamos hoy en día el “monoteísmo”.

La historia de Sócrates era muy bien conocida por todo el mundo grecorromano, y también durante los primeros siglos de la era cristiana. Por tanto, acusar a los cristianos de ser ateos fue una acusación muy seria, e hizo temblar a los gobernantes del Imperio romano, tanto a nivel local como a nivel imperio. Lo que más quería el Impero romano era el orden y la estabilidad, y pocas cosas podrían ser más amenazadoras que una revuelta social basada en descuidara los dioses. No adorar a los dioses significaba el deshecho de la sociedad misma, y así los cristianos fueron vistos como los que invitaban a la anarquía social total.
 
Conclusión
 

El cristianismo contribuyó más a la estabilidad del Imperio romano que cualquier otra religión, enseñanza filosófica o religión mistérica. Paradójicamente, si la gente hubiera imitado a los dioses grecorromanos, el Imperio se habría colapsado mucho antes de lo que lo hizo en realidad.[6] Los cristianos renunciaron por completo a todas las típicas amenazas que podían arruinar un imperio desde dentro o fuera —la deuda, la inestabilidad familiar, la pereza, el deseo por el poder y la guerra, etc.— , y en su lugar pusieron la única cosa que podía preservar un impero y asegurar su crecimiento y prosperidad: amar a Dios y a los demás.

Hoy, aunque no seamos acusados de ser ateos, sí queda el impulso principal de la acusación: somos acusados de quedarnos al margen de la sociedad y de perturbar el orden establecido. Igual que el Imperio romano logró su estabilidad gracias a la tolerancia religiosa, hoy en día se cree que la estabilidad solo se puede lograr a través de una tolerancia absoluta y total en cada esfera de la vida, incluyendo la religión. Por tanto, tenemos mucho que aprender de nuestros antepasados cristianos: tenemos que encontrar una manera de demostrar que, aunque no nos arrodillemos delante de los mismos dioses que ellos, tampoco somos una amenaza a la sociedad y, de hecho, contribuimos a su estabilidad y prosperidad.
 

[1] Atenagoras, Súplica en favor de los cristianos, 3.
[2] Con respecto a las otras dos acusaciones, fueron entendidas como acusaciones de inhumanidad: según escritores como Heródoto, solo aquellos que vivían fuera del mundo civilizado practicaban el canibalismo y el incesto. Como se demostrará, las tres acusaciones eran tres maneras de decir lo mismo: los cristianos querían deshacer el orden civilizado establecido.
[3] Martirio de Policarpo 3:2; 9:2.
[4] Algo de esto se encuentra en la República de Platón; pero cf. también su Apología.
[5] Cf. Nubes, en el que se burla de Sócrates y demuestra que, si se aceptan las ideas de Sócrates, los deudores no pagarán sus dudas, y los hijos insultarán a sus padres.
[6] Esta crítica de la religión grecorromana era muy común, tanto por filósofos grecorromanos como Sócrates como por apologetas cristianos como Agustín; cf. Ciudad de Dios.

FORMULARIO DE CONTACTO

Si tienes alguna pregunta o sugerencia, puedes contactarnos escribiendo en el formulario de contacto de esta página, o por teléfono, correo y/o a través de nuestras redes sociales. Trataremos de responder a la mayor brevedad posible.

    Abraham es un nuevo Adán: La estructura toledoth de Génesis

    Conocidas tentativas de estructurar Génesis

    Al echar un vistazo a obras tradicionales acerca de Génesis y cómo estructuran el libro al completo (p. ej., el comentario de Gordan Wenham, el trabajo de David Dorsey sobre la estructura literaria del AT, el panorama del AT de Andrew Hill y John Walton), no quedo satisfecho.[1] Si bien parte de su perspectiva es útil, su estructura general no parece tener plenamente en cuenta las claves retóricas del texto ni las antiguas técnicas literarias.
     
    En relación a las claves retóricas del texto, como es bien sabido, Génesis tiene diez secciones toledoth, que muchos comentaristas coinciden en que funcionan como marcadores estructurales.[2] La mayoría de los comentaristas son conscientes de esto, pero muchos agrupan arbitrariamente las secciones toledoth en grupos más grandes de dos, tres o, incluso, cinco toledoth, dando al libro una estructura desequilibrada. En cuanto a las antiguas técnicas literarias, de aquellos que intentan respetar la estructura toledoth del libro, muchos no hacen más que enumerarlos, como si el libro no fuera más que una progresión estricta y lineal de diez toledoth desde Adán hasta José. Parecen no ser conocedores de las antiguas técnicas literarias del quiasmo, el paralelismo y otras técnicas similares.
     

    Una nueva propuesta

    Una vez expuestas mis “quejas”, me gustaría proponer la siguiente estructura para el Génesis. En primer lugar, las secciones toledoth deben tomarse en serio, y eso es lo que voy a hacer. En segundo lugar, las antiguas técnicas literarias también hay que tomarlas en serio y, tras haber considerado diferentes técnicas, he llegado a la conclusión provisional de que el paralelismo es el mejor camino a seguir. ¿Qué es el paralelismo? Para poner un solo ejemplo bien conocido, paralelismo es lo que encontramos en Génesis 1 en cuanto a la actividad creadora de Dios: los primeros seis días de la creación pueden dividirse en grupos de tres, el primero de los cuales comprende la “formación” y el segundo el “llenado”,[3] con el primero, el segundo y el tercer día de cada grupo correspondiéndose el uno al otro (uno – cuatro, dos – cinco, tres – seis). La estructura sería algo así (los números a la izquierda se refieren a los días de la creación y las letras muestran la estructura paralela):
     

    1. A. Día 1: luz y oscuridad 

    2.          B. Día 2: aire y mar[4]

    3.                     C. Día 3: tierra seca
     

    4. A’. Día 4: sol, luna y estrellas

    5.          B’. Día 5: aves y peces
     

    6.                    C’. Día 6: animales terrestres y seres humanos

     

    Esto sólo es un ejemplo muy conocido de estructura paralela, pero ilustra mi argumento sobre el libro de Génesis en su conjunto: los diez toledoth se repiten (“paralelan”) entre sí, con cinco toledoth en cada parte. Cuando se hace así, se pueden ver algunas conexiones interesantes, como espero que se vea a continuación. Es importante recordar que la persona cuyo nombre aparece en el toledoth no es el centro de la sección, sino su descendiente(s). Por ejemplo, el “toledoth de Taré” (Gen 11:27–25:11) se centra en uno de sus hijos, Abraham, más que en el propio Taré. Así, para facilitar la comprensión del argumento del libro, he sustituido las personas nombradas en el toledoth por sus descendientes. Siguiendo el ejemplo anterior, esta es mi propuesta para la estructura de Génesis (de nuevo, los números de la izquierda corresponden al toledoth, y las letras muestras la estructura paralela):

     

    1. A. Adán y Eva; la lucha Caín – Abel

    2.           B. La línea setita (se mencionan 10 descendientes) y la corrupción de la humanidad
     

    3.           C. Noé; la narración del diluvio; la lucha Sem – Cam

    4.                     D. Lista de 3 hijos y 70 naciones; la torre de Babel (arrogancia; opresión)
     

    5.                               E. Los descendientes de Sem (se mencionan 12 descendientes; Abraham)

    6. A’. Abraham y Sara; lucha Ismael – Isaac
     

    7.           B’. Los doce descendientes de Ismael (distanciamiento)

    8.                     C’. Jacob; Labán, Lea y Raquel; la lucha Esaú – Jacob
     

    9.                               D’. Los descendientes de Esaú: 3 esposas y aprox. 70 descendientes; Edom

    10.                                        E’. Doce patriarcas; José
     
     
    Observaciones
     

    Permítanme explicar en detalle lo que sólo podría escribirse brevemente en el esquema anterior.

    A – A’
     

    En primer lugar, a nivel de macroestructura, el mensaje más obvio del libro es que Abraham es el nuevo Adán. Por tanto, no debe ser ninguna coincidencia que el llamamiento de Abraham por parte de Dios en Génesis 12:1-3 es el punto de inflexión más importante del libro (si no de todo el AT). La estructura paralela entre Adán y Abraham sugiere la idea de recapitulación, como re-creación y la contracción del enfoque del trato de Dios con el mundo hacia su trato con una nación, Israel. Al mirarlo desde esta perspectiva, podemos ver a Israel como un microcosmos de la humanidad. Además, parece que es así como los judíos han interpretado la relación de Abraham con Adán. Por ejemplo, en Midrash Génesis Rabá 14:6 dice: “[Adán] puede pecar y no habrá nadie que lo solucione. Por eso crearé primero a Adán para que, si peca, venga Abraham y arregle las cosas”.[5] Puede haber otros paralelismos, como entre Eva y Sara, o entre las luchas fraternales de Caín y Abel, por un lado, y las de Ismael e Isaac por otro; pero no entraré en esos detalles aquí. Este quizá sea el argumento más poderoso para estructurar los diez toledoth de manera paralela.

     
    B – B’
     

    Ambos textos son básicamente genealogías que terminan con una nota de pecado: así como la humanidad se entregó a la violencia antes del diluvio, también los ismaelitas son descritos como “estableciéndose allí frente a todos sus parientes” (Gen 25:18), lo que evoca la profecía original de que sería un “asno montés”, con su mano contra todos y viceversa (Gen 16:12).

    C – C’
     
    Las luchas fraternales entre Cam y Sem (y Jafet) por un lado, y las de Esaú y Jacob por otro, ayudan a explicar el paralelismo entre estas dos secciones toledoth.
     
     D – D’
     

    La lista de naciones de Génesis 10 está formada por tres hijos, de los que salen 70 naciones y que culmina en la torre de Babel, un lugar de arrogancia y opresión. Del mismo modo, Esaú contrae matrimonio con tres mujeres, de las que se mencionan aproximadamente 70 descendientes, que habitan en Edom/Seir, el montañoso país vecino al sur de Israel, un lugar de arrogancia y opresión. Así, Edom sería una nueva torre de Babel, al menos en cierto sentido.

    E – E’
     

    El linaje de Sem menciona doce descendientes (la décima generación incluye a los tres hermanos Abram, Nacor y Aram) que pueden evocar a los doce patriarcas. La genealogía semita prepara para el personaje principal, el piadoso Abraham, mientras que el final del toledoth de Jacob se centra en el personaje principal, el piadoso José. Además, ambos preparan para un éxodo: Abram y Sara desde Babilonia y los doce patriarcas desde Egipto.

    Conclusión
     

    Admito que algunos paralelismos no son tan convincentes como otros, sin embargo, una investigación más profunda podría aportar más información de la aquí señalada. La mayor ventaja de esta estructura con respecto a otras es que toma en serio las secciones toldeoth de Génesis y las antiguas técnicas literarias. Así mismo, la misma estructura nos aporta información muy valiosa: Génesis trata de la creación de la humanidad y de Israel por parte de Dios, y del éxodo de Israel de Babilonia y de Egipto. Si mi propuesta demuestra ser errónea de alguna manera, al menos espero que abra nuevos horizontes a la hora de analizar la estructura de Génesis (y de otros libros de la Biblia).

     

    [1] Obviamente, Génesis forma parte del Pentateuco, pero su estructura toledoth y su trama coherente justifican que lo tratemos como una obra independiente.
    [2] En realidad, hay once de estas frases toledoth, pero la mayoría cuenta las dos apariciones en el toledoth de Esaú como si formaran una sección (Gen 36:1, 9).
    [3] Esto, a su vez, se corresponde con Gen 1:2, que dice que la tierra estaba “sin forma” y “vacía”.
    [4] Técnicamente, el mar recibe su nombre en el tercer día, pero las “aguas” ya van apareciendo en el segundo día.
    [5] Midrash Rabbah, trad. Rabbi Dr. H. Freedman y Maurice Simon (London, The Soncino Press, 1939), 1:114.


    Traducido por Trini Bernal, con algunas modificaciones realizadas por el autor.

    FORMULARIO DE CONTACTO

    Si tienes alguna pregunta o sugerencia, puedes contactarnos escribiendo en el formulario de contacto de esta página, o por teléfono, correo y/o a través de nuestras redes sociales. Trataremos de responder a la mayor brevedad posible.

      La sorprendente estructura de los Diez mandamientos

      1. Introducción

      Muchos ya conocemos los Diez mandamientos de Éxodo 20 y Deuteronomio 5, pero por si acaso, aquí los tienen en forma resumida:
       
      1. No tener dioses ajenos

      2. No hacer imágenes

      3. No tomar el nombre de Dios en vano

      4. Guardar el sábado

      5. Honrar a tus padres

      6. No matarás

      7. No cometerás adulterio

      8. No hurtarás

      9. No mentirás

      10. No codiciarás

      Hasta aquí, todo bien, pero surge la pregunta: ¿por qué están estructurados así, y cuál es su lógica? Aunque los Diez mandamientos juegan un papel central en la catequesis cristiana, muchos no profundizan más que observar que algunos mandamientos hablan de nuestra relación con Dios (normalmente los 1–4), mientras que otros hablan de nuestra relación con los hombres (normalmente los 5–10). En este artículo, me gustaría profundizar en la estructura y lógica de los Diez mandamientos. (Como comentario parentético, permítanme reconocer mi deuda con la comunidad judía al respecto, y sobre todo a los sefardí de la Edad media.)
       

      2. La estructura de los Diez mandamientos

      Cuando consideramos la estructura de los Diez mandamientos, el tema más importante es cómo los podemos dividir para que nos ayude a entenderlos mejor. Los cristianos solemos dividirlos en dos grupos, con los primeros tres o cuatro hablando de nuestra relación con Dios, y los últimos seis o siete de nuestra relación con los hombres. Sin embargo, me gustaría sugerir que hay otra manera —quizá mejor— de dividirlos: en dos grupos de cinco mandamientos que hablan de nuestra relación con Dios y nuestras autoridades y los otros cinco de nuestra relación con nuestros iguales. Existen por lo menos tres argumentos a favor de dicha división.
       
      Primero, el primer conjunto de cinco mandamientos es mucho más largo que el segundo conjunto. Si contamos las palabras en Éxodo 20:2-17 en hebreo, el primer conjunto de cinco contiene 146 palabras, lo cual da una media de unas 29 palabras por mandamiento. En cambio, el segundo conjunto contiene solo 26 palabras (15 de las cuales se encuentran en el último mandamiento), es decir, una media de unas cinco palabras por mandamiento. Esto quiere decir, que el primer conjunto de cinco mandamientos es casi seis veces más grande que el segundo conjunto de cinco mandamientos. Además, el mandamiento más corto en el primer conjunto (16 palabras) es más largo que el mandamiento más largo del segundo conjunto (15 palabras). Todo esto sugiere que tenemos aquí dos conjuntos distintos.
       
      Segundo, parte de la razón por la que el primer conjunto es más grande que el segundo, es el hecho de que el segundo conjunto solo contiene los mandamientos, mientras que el primer conjunto contiene tanto los mandamientos como comentarios al respecto: explicaciones, razones o incentivos. De nuevo, esto sugiere que tenemos dos conjuntos de mandamientos.
       

      Tercero, todos los primeros cinco mandamientos contienen la frase “Jehová tu Dios”, mientras que ninguno de los últimos cinco la contienen. Dicha observación sirve para reforzar dos argumentos. Primero, sirve como otro argumento a favor de dividir los Diez mandamientos en dos conjuntos de cinco mandamientos. Segundo, argumenta a favor de interpretar los primeros cinco mandamientos como dirigidos a nuestra relación con Dios, y los últimos cinco como dirigidos a nuestra relación con los hombres.

      (Algunos han afirmado que las referencias a la “tierra” en los vv. 2 y 12 forman un inclusio de los primero y quinto mandamientos, lo cual serviría como otro argumento, pero es un argumento débil, como mucho.)
       
      Antes de seguir, permítanme aclarar una duda que a lo mejor algunos lectores tienen. El quinto mandamiento habla de nuestra relación con nuestros padres, así que ¿cómo se puede afirmar que habla de nuestra relación con Dios? La respuesta es que el primer conjunto de cinco mandamientos habla de nuestra relación con Dios y sus representantes, mientras que el segundo conjunto habla de nuestra relación con nuestros iguales. Es decir, Dios realiza su voluntad en la tierra a través de las autoridades que ha establecido, y la figura más básica y primaria en nuestras vidas es la de nuestros padres. En el comentario sobre el quinto mandamiento en Deuteronomio 16:18-18:22 (algo sobre lo que tengo planeado escribir en el futuro), se expande el quinto mandamiento para incluir a otros representantes de Dios como jueces, reyes, sacerdotes y profetas. Quizá sería más útil pensar en el primer conjunto como referido a la autoridad (plano vertical), y en el segundo conjunto a nuestros iguales (plano horizontal).
       
      3. La lógica de los Diez mandamientos
       
      En la sección anterior, espero haber establecido por lo menos la posibilidad de dividir los Diez mandamientos en dos grupos de cinco. En esta sección, me gustaría enseñar cómo dicha estructura nos ayuda a entender la lógica de por qué fueron organizados en este orden. Hay tres ideas que me gustaría compartir.
       
      Primero, los dos conjuntos de cinco mandamientos están organizados en orden descendiente, de los pecados relativamente más graves a los pecados relativamente menos graves. Veamos primero el primer conjunto. El pecado más serio es tener dioses ajenos, el siguiente es hacer una imagen, el siguiente es tomar el nombre de Dios en vano (sobre todo con respecto a juramentos y la apostasía), el siguiente es no guardar el sábado y el último es no honrar a los padres (y otras autoridades establecidas por Dios). Ahora veamos el segundo conjunto. El pecado más grave que podemos cometer contra uno de nuestros iguales es matarlos (es decir, el homicidio), el siguiente es el pecado sexual, el siguiente es robarles, el siguiente es contar una mentira en su contra y el último es codiciar lo que tienen. Por tanto, los Diez mandamientos no han sido recopilados y organizados al alzar, sino que reflejan una manera muy lógica de estructurar cómo vemos la santidad.
      Segundo, y partiendo de la observación previa, se puede ver que los primeros cinco mandamientos corresponden de manera paralela a los últimos cinco (1 = 6, 2 = 7, etc.). Confieso que algunos paralelismos son más difíciles de ver que otros, pero por lo menos los quiero incluir aquí para estimular más reflexión al respecto.
       
      El primero mandamiento acerca de no tener dioses ajenos y el sexto mandamiento acerca de no matar comparten la idea de que otros tienen valor objetivo e inherente, y que no pueden ser descartados de nuestras vidas. Rechazar a Dios por otros dioses ajenos es una manera de “matarlo”, y matar a una persona es un ataque contra Dios, pues somos hechos a su imagen.
       
      El segundo mandamiento acerca de imágenes y el séptimo mandamiento acerca del adulterio comparten la idea de relaciones comprometidas y por tanto exclusivas. El AT frecuentemente compara la idolatría con el adulterio, y muchas veces los dos son asociados y van de la mano. En algún sentido, la idolatría es una manera de “tener una aventura” a espaldas de Dios.
       
      El tercer mandamiento de no tomar (literalmente “llevar”) el nombre de Dios en vano y el octavo mandamiento de no hurtar comparten la idea del valor de las posesiones de los demás. Igual que un ladrón se lleva la propiedad de otro y la usa injustamente para sus propios fines egoístas, nosotros también nos llevamos el nombre (= fama, reputación) de Dios y lo usamos injustamente para nuestros propios fines egoístas.
       
      El cuarto mandamiento del sábado y el noveno mandamiento de mentir son más difíciles de reconciliar, pero no imposible. Éxodo 20:8-11 y Deuteronomio 5:12-15 dicen que Israel debe descansar los sábados porque Dios creó el mundo en seis días y reposó en el séptimo, y porque Dios rescató a Israel de Egipto, respectivamente. Por tanto, guardar el sábado es una manera de testificar la verdad acerca de quién es Dios y qué ha hecho en nuestro mundo. No guardar el sábado, por tanto, es una manera de negar que Dios es el creador del mundo y el redentor de Israel, que es una manera de mentir.
       
      El quinto mandamiento del honrar a los padres y el décimo mandamiento de codiciar son quizá los más difíciles de reconciliar, pero de nuevo, no imposible. En su raíz, codiciar tiene que ver con el deseo de ser otra persona, incluso ser más que otros. Esta idea está conectada con el deseo de ser superior a los demás, que, en un sentido, es un ataque a la autoridad. Por tanto, estos mandamientos comparten la idea de estar contento con nuestro estado en la vida, sobre todo con respecto a nuestros superiores.
       

      Por último, la macro estructura de los Diez mandamientos es un quiasmo que abarca los tres aspectos del ser humano: nuestro corazón, nuestras palabras y nuestras acciones. La macro estructura es así:

      A: Corazón: mandamientos 1 y 2
      B: Palabras: mandamiento 3
      C: Acciones: mandamientos 4 y 5
      C’: Acciones: mandamientos 6, 7 y 8
      B’: Palabras: mandamiento 9
      A’: Corazón: mandamiento 10
       

      El quiasmo nos enseña dos cosas. Primero, nuestra relación con Dios está vinculada con nuestra relación con los demás. Si amamos a Dios con nuestro corazón, nuestras palabras y nuestras acciones, también amaremos a nuestros prójimos de manera parecida.

      Segundo, la manera de amar a Dios y al prójimo es diferente. Con respecto a amar a Dios, el amor empieza en el corazón, luego abarca a nuestras palabras y por fin afecta a cómo vivimos. Con respecto a amar al prójimo, empezamos con nuestras acciones, luego con nuestras palabras y por último le amamos en nuestro corazón. Sin embargo, los Diez mandamientos curiosamente empiezan y terminan en el mismo lugar: amar a Dios y al prójimo desde el corazón.
       
      4. Conclusión
      Mi propósito en este artículo ha sido el de demostrar que los Diez mandamientos no son diez reglas fortuitas, sino una colección de normas de amar a Dios y al prójimo que han sido organizadas de manera muy profunda. No ofrezco mi interpretación como la única opción posible, sino que la ofrezco como otro intento de profundizar en lo que es uno de los textos más importantes en la Biblia, los Diez mandamientos. Si nosotros los cristianos creemos de verdad que “toda palabra es inspirada por Dios” (2 Tim 3:16), no debemos sorprendernos cuando encontramos significado profundo, no solamente en las palabras, sino también en el orden en el que están ordenadas.
       

      FORMULARIO DE CONTACTO

      Si tienes alguna pregunta o sugerencia, puedes contactarnos escribiendo en el formulario de contacto de esta página, o por teléfono, correo y/o a través de nuestras redes sociales. Trataremos de responder a la mayor brevedad posible.

        Scroll to top